La luz de una galaxia que viajó 250 millones de años hasta el Hubble revela secretos del cosmos
La imagen que hoy asombra a los astrónomos y entusiastas del espacio proviene de la galaxia espiral UGC 11397, situada en la constelación de Lyra, también conocida como La Lira. Capturada por el legendario Telescopio Espacial Hubble, una colaboración histórica entre la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA), la luz que revela UGC 11397 inició su viaje hacia nosotros hace 250 millones de años, cuando los dinosaurios dominaban la Tierra y la configuración de los continentes era radicalmente distinta.
Esta galaxia, a primera vista, podría parecer una más del inmenso catálogo cósmico: dos brazos espirales bien definidos se enroscan en torno a un núcleo brillante, presentando la clásica silueta de las galaxias espirales que pueblan el universo visible. Sin embargo, UGC 11397 guarda matices que la convierten en un objeto de gran interés científico, y su estudio contribuye a desvelar algunos de los misterios sobre la formación y evolución galáctica.
El Hubble, desde su lanzamiento en 1990, se ha consolidado como uno de los instrumentos más prolíficos y revolucionarios de la astronomía moderna. Gracias a su privilegiada posición en la órbita terrestre baja, fuera de la distorsión atmosférica, ha proporcionado imágenes de una nitidez y profundidad sin precedentes. De hecho, observaciones como la de UGC 11397 no serían posibles desde la superficie terrestre, donde la atmósfera difumina y oscurece la luz procedente de objetos tan remotos.
UGC 11397, analizada en detalle, muestra características propias de las galaxias espirales barradas, aunque la estructura de su barra central aparece menos marcada que en ejemplares clásicos como la Vía Láctea o Andrómeda. Sus brazos, ricos en regiones de formación estelar, se distinguen por una profusión de cúmulos azules, signo inequívoco de la presencia de estrellas jóvenes y calientes. Estos procesos de nacimiento estelar arrojan pistas sobre la evolución interna de la galaxia y sobre su interacción con el entorno intergaláctico.
La distancia que separa UGC 11397 de la Tierra, medida en cientos de millones de años luz, la convierte en una ventana directa al pasado del universo. Cuando la luz que ahora recoge el Hubble partió de la galaxia, la Vía Láctea era aún un lugar en plena transformación y la vida en nuestro planeta evolucionaba a un ritmo vertiginoso. El estudio de estos objetos permite a los astrofísicos reconstruir la historia cósmica y comprender mejor la dinámica de las galaxias en diferentes etapas evolutivas.
En el contexto actual de la exploración espacial, donde empresas como SpaceX y Blue Origin pugnan por liderar la nueva era de los lanzamientos reutilizables y la NASA prepara misiones de retorno a la Luna y de exploración a Marte, la astronomía observacional mantiene su papel fundamental. Telescopios espaciales como el Hubble y su sucesor, el James Webb Space Telescope (JWST), amplían nuestro horizonte cósmico y ayudan a situar los avances tecnológicos en un marco de conocimiento universal.
Europa también está presente en esta carrera. La compañía española PLD Space, por ejemplo, ha logrado hitos significativos con el desarrollo de lanzadores reutilizables, consolidando el papel de España en la industria espacial emergente. Mientras tanto, Virgin Galactic prosigue sus vuelos suborbitales comerciales, acercando la experiencia espacial a ciudadanos de todo el mundo y contribuyendo a democratizar la exploración más allá de la atmósfera.
El descubrimiento y estudio de exoplanetas, por otro lado, continúa acelerándose gracias a la labor de telescopios como el Hubble y misiones dedicadas como TESS y CHEOPS. Cada nuevo hallazgo en sistemas estelares lejanos nos aproxima un poco más a la respuesta de si estamos solos en el universo, y a comprender el lugar de la Tierra en el vasto tapiz galáctico.
La imagen de UGC 11397, por tanto, no es solo una instantánea espectacular del cosmos lejano; es también una invitación a seguir explorando, innovando y preguntándonos sobre nuestro origen y destino. Así, la luz que viajó durante 250 millones de años, recogida por el Hubble, nos conecta con el pasado remoto y alimenta la llama del descubrimiento que impulsa a la humanidad hacia el futuro.
(Fuente: NASA)

 
							 
							