Fracasa MethaneSAT, el satélite privado para medir emisiones de metano, tras solo un año en órbita

El satélite MethaneSAT, uno de los proyectos más ambiciosos en la lucha global contra el cambio climático, ha dejado de funcionar tan solo un año después de su lanzamiento. Este fracaso supone un duro revés para la observación independiente de emisiones de metano, un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono, y pone de relieve los desafíos técnicos y económicos a los que se enfrentan las misiones espaciales privadas.
MethaneSAT fue desarrollado por la organización sin ánimo de lucro Environmental Defense Fund (EDF), en colaboración con diversas entidades científicas y tecnológicas. El objetivo principal de la misión era ofrecer datos precisos y en tiempo real sobre las emisiones de metano procedentes de infraestructuras petroleras, de gas y de otras fuentes industriales. Para lograrlo, el satélite estaba equipado con instrumentos de última generación capaces de detectar concentraciones muy bajas de metano en la atmósfera terrestre, con una resolución espacial de apenas decenas de metros.
El lanzamiento de MethaneSAT tuvo lugar en 2023 a bordo de un cohete Falcon 9 de SpaceX, empresa líder en el sector de lanzamientos comerciales y que recientemente ha batido su propio récord anual de lanzamientos. El uso del Falcon 9 permitió situar el satélite en una órbita heliosincrónica, ideal para la observación continua y sistemática del planeta. Sin embargo, tras poco más de un año transmitiendo datos, los responsables de la misión han confirmado que el satélite ha dejado de funcionar, sin posibilidad de recuperación.
El fallo técnico que ha provocado la pérdida de MethaneSAT todavía está siendo investigado, pero los primeros análisis apuntan a un problema grave en los sistemas de comunicación y control de actitud. Al parecer, un fallo en la electrónica de a bordo impidió que el satélite orientara correctamente sus instrumentos hacia la Tierra, imposibilitando la recogida y transmisión de datos científicos. Aunque se habían previsto redundancias y sistemas de respaldo, el fallo resultó ser demasiado severo para que los ingenieros pudieran solventarlo desde tierra.
Este desafortunado desenlace recuerda los riesgos inherentes a las misiones espaciales, especialmente aquellas gestionadas por entidades privadas o sin experiencia previa en grandes satélites. No obstante, la misión MethaneSAT se inscribía en una tendencia creciente: la proliferación de satélites privados y comerciales dedicados a la monitorización ambiental y climática. A diferencia de los grandes proyectos estatales, como los satélites Copernicus de la Agencia Espacial Europea (ESA) o los satélites Landsat de la NASA, MethaneSAT pretendía ofrecer datos abiertos y de alta resolución a gobiernos, empresas y organizaciones de todo el mundo, promoviendo la transparencia y la acción climática basada en la evidencia.
En el contexto internacional, otras agencias espaciales y empresas privadas continúan avanzando en la observación de gases de efecto invernadero. La NASA, por ejemplo, mantiene en activo la misión OCO-2, centrada en el dióxido de carbono, y está desarrollando nuevos instrumentos para la detección precisa de metano. Por su parte, la Agencia Espacial Europea tiene previsto lanzar en los próximos años el satélite Copernicus Carbon Dioxide Monitoring, específicamente diseñado para cuantificar emisiones industriales de gases de efecto invernadero en Europa.
Empresas como SpaceX, además de su papel en el lanzamiento de satélites, siguen rompiendo barreras tecnológicas. Recientemente, la compañía de Elon Musk ha logrado el primer aterrizaje exitoso del propulsor Super Heavy en la plataforma marítima, un hito que acerca la posibilidad de reutilizar cohetes de gran tamaño para futuras misiones interplanetarias, incluido el ambicioso programa Starship. Blue Origin, por su parte, prepara nuevas pruebas de su cohete New Glenn, que podría convertirse en un competidor relevante en el mercado de lanzamientos comerciales a partir de 2025.
En España, la empresa PLD Space se consolida como referente en el sector con el éxito de su cohete MIURA 1, el primer lanzador privado europeo, y avanza en el desarrollo del MIURA 5, que podría realizar su vuelo inaugural en 2025. Estos avances demuestran que el sector espacial privado está cada vez más diversificado y competitivo, aunque el caso de MethaneSAT subraya que los riesgos técnicos siguen siendo elevados.
Mientras tanto, la búsqueda de exoplanetas continúa avanzando gracias a misiones como TESS (NASA) y CHEOPS (ESA), que han permitido descubrir cientos de nuevos mundos fuera del sistema solar, algunos de ellos potencialmente habitables. Estos descubrimientos refuerzan el papel de la observación espacial no solo en el estudio de la Tierra, sino en la exploración de nuestro entorno cósmico.
La pérdida de MethaneSAT supone, sin duda, un paso atrás en la monitorización independiente de las emisiones de metano, pero también ofrece valiosas lecciones para futuras misiones privadas. La capacidad de detectar, cuantificar y reducir estas emisiones será clave en los próximos años para frenar el calentamiento global, y la colaboración entre agencias públicas y empresas privadas seguirá siendo esencial para alcanzar ese objetivo.
(Fuente: SpaceNews)

 
							 
							