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Un legado en órbita: Shane Kimbrough y la evolución de las caminatas espaciales

Un legado en órbita: Shane Kimbrough y la evolución de las caminatas espaciales

La imagen de Shane Kimbrough emergiendo del módulo Quest de la Estación Espacial Internacional (EEI) durante una de sus nueve caminatas espaciales, el 13 de enero de 2017, no solo captura la valentía individual de un astronauta, sino que simboliza décadas de progreso tecnológico y humano en la exploración espacial. Kimbrough, que se retiró en julio de 2022 tras una carrera distinguida en la NASA, ha dejado una huella imborrable en la historia de las actividades extravehiculares (EVA, por sus siglas en inglés), un aspecto fundamental para el mantenimiento y la expansión de la presencia humana en el espacio.

Las caminatas espaciales, conocidas formalmente como operaciones extravehiculares, son tareas críticas que permiten a los astronautas realizar desde reparaciones hasta la instalación de nuevos equipos y experimentos científicos fuera de la EEI. Estos procedimientos no solo garantizan el funcionamiento óptimo de la estación, sino que, además, preparan a las agencias espaciales para desafíos futuros, como las misiones a la Luna y Marte.

El papel de Kimbrough en esta evolución ha sido notable. Durante sus tres misiones espaciales —la primera a bordo del transbordador Endeavour en 2008 y las dos siguientes en la EEI (Expediciones 49/50 en 2016-2017 y 65/66 en 2021)— Kimbrough acumuló más de 59 horas fuera de la estación, siendo testigo directo de la transición entre diferentes generaciones de tecnología espacial. Sus actividades incluyeron la instalación de paneles solares, la actualización de sistemas de refrigeración y la preparación de plataformas para nuevos experimentos científicos, reflejando la complejidad creciente de los trabajos extravehiculares.

La tradición de las caminatas espaciales comenzó en 1965, cuando el cosmonauta soviético Alexei Leonov se aventuró fuera de la nave Voskhod 2. Poco después, el estadounidense Ed White replicó la hazaña durante la misión Gemini IV. Desde entonces, las actividades extravehiculares han evolucionado en sofisticación y frecuencia, especialmente tras la construcción de la EEI, un laboratorio orbital internacional que desde el año 2000 ha albergado tripulaciones permanentes. Más de 250 astronautas de 19 países han participado en alrededor de 250 caminatas espaciales, sumando más de 1.600 horas de trabajo fuera de la estación.

La preparación para una EVA es un proceso minucioso: los astronautas deben adaptarse a trajes espaciales presurizados, realizar simulaciones en laboratorios bajo el agua y coordinarse con equipos en tierra mediante comunicaciones constantes. La seguridad es prioritaria, con protocolos estrictos para evitar riesgos como la despresurización accidental, la exposición a micrometeoritos o los fallos en el suministro de oxígeno.

El legado de Kimbrough y sus colegas trasciende el mantenimiento de la EEI. Las lecciones aprendidas durante estas caminatas influyen directamente en misiones futuras, como el programa Artemis de la NASA, que planea el regreso de astronautas a la superficie lunar en los próximos años. Las agencias espaciales, tanto públicas como privadas, estudian con atención cada actividad extravehicular para perfeccionar los trajes y herramientas que necesitarán los futuros exploradores en ambientes aún más hostiles, como la superficie marciana o asteroides cercanos.

En este contexto, el auge de la industria espacial privada está acelerando la innovación. SpaceX, con sus misiones Crew Dragon a la EEI, y Blue Origin, con planes de estaciones espaciales comerciales, están desarrollando tecnologías que podrían transformar la forma en que los humanos trabajan y viven en órbita. Virgin Galactic, centrada en el turismo suborbital, también investiga nuevos diseños de trajes espaciales y procedimientos de seguridad. Por su parte, la española PLD Space avanza en el diseño de cohetes reutilizables como el Miura 1, que podrían facilitar experimentos científicos en microgravedad y, a medio plazo, contribuir al desarrollo de infraestructuras orbitales que requieran actividades extravehiculares.

Más allá de la órbita terrestre, la búsqueda de exoplanetas habitables y la exploración robótica de otros cuerpos celestes, como Europa o Titán, también se benefician de la experiencia acumulada durante las caminatas espaciales. La instalación y el mantenimiento de telescopios espaciales, como el legendario Hubble o el nuevo James Webb, han dependido de las habilidades perfeccionadas por astronautas como Kimbrough.

El retiro de Shane Kimbrough marca el final de una era, pero también el inicio de una nueva etapa en la que la cooperación entre agencias y empresas privadas, junto con el avance técnico, permitirá afrontar desafíos cada vez más ambiciosos. El trabajo extravehicular seguirá siendo una pieza clave en la expansión de la humanidad más allá de la Tierra, abriendo las puertas a futuras generaciones de exploradores espaciales.

En definitiva, la imagen de Kimbrough saliendo al vacío es un recordatorio de que la conquista del espacio es fruto del esfuerzo colectivo y del coraje individual. El futuro de la exploración depende, en buena medida, de las lecciones aprendidas por quienes se atrevieron a cruzar el umbral entre la Tierra y el cosmos.

(Fuente: NASA)