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El asteroide Bennu revela secretos sobre el origen del sistema solar y la vida

El asteroide Bennu revela secretos sobre el origen del sistema solar y la vida

La misión OSIRIS-REx de la NASA ha abierto una ventana sin precedentes al pasado remoto de nuestro sistema solar tras analizar los primeros fragmentos recolectados del asteroide Bennu en 2023. Los resultados, publicados recientemente en tres estudios científicos, confirman que este pequeño cuerpo celeste es mucho más que una simple roca espacial: constituye un auténtico archivo cósmico, compuesto por polvo primigenio del sistema solar, materia orgánica de origen interestelar y hasta partículas de polvo estelar anteriores a la formación del propio sistema solar.

Un viaje de miles de millones de años

Bennu, de apenas 500 metros de diámetro, es un asteroide del tipo carbonáceo situado en el cinturón principal entre Marte y Júpiter. Su origen se remonta a los albores del sistema solar, hace más de 4.500 millones de años. El exhaustivo análisis de las muestras, realizado en laboratorios de la NASA y colaborando con instituciones de todo el mundo, ha permitido identificar una asombrosa variedad de materiales. Entre ellos destaca la presencia de compuestos orgánicos que, según los investigadores, podrían haberse formado en nubes moleculares interestelares o haber sido arrastrados por el viento estelar mucho antes de la formación del Sol y los planetas.

El polvo estelar pre-solar hallado en Bennu supone un auténtico fósil interestelar: contiene isótopos y minerales cuya huella isotópica no se corresponde con la de cualquier cuerpo formado en el sistema solar, lo que demuestra que sus componentes más antiguos proceden de explosiones de supernova y gigantes rojas de generaciones anteriores de estrellas.

Transformaciones bajo el agua y el espacio

Uno de los hallazgos más intrigantes de los estudios es la huella de procesos de alteración por agua líquida en la superficie del asteroide. El equipo ha identificado minerales hidratados que sólo pueden formarse en presencia de agua, lo que sugiere que, en algún momento de su historia, Bennu o su cuerpo progenitor estuvieron en contacto con agua líquida. Esta interacción habría desencadenado complejos procesos geoquímicos, favoreciendo la síntesis de moléculas orgánicas complejas, algunas de las cuales son precursoras esenciales para el desarrollo de la vida.

La exposición prolongada al duro entorno espacial, incluida la radiación cósmica y los impactos de micrometeoritos, ha alterado parte de los materiales de Bennu, fragmentando y reorganizando su estructura interna. Sin embargo, la relativa integridad y diversidad de sus componentes indica que parte del material ha permanecido inalterado durante miles de millones de años, conservando intacta la “memoria” química y mineralógica del espacio interestelar.

Un laboratorio para la astrobiología

La importancia de los hallazgos de OSIRIS-REx es doble. Por un lado, proporcionan pistas directas sobre los materiales que formaron los planetas y, por otro, refuerzan la hipótesis de que asteroides similares a Bennu pudieron ser los vehículos que transportaron agua y moléculas orgánicas a la Tierra primitiva. De hecho, la composición química de las muestras coincide en gran medida con la de ciertos meteoritos carbonáceos hallados en la Tierra, aunque el material de Bennu está mucho menos alterado por la atmósfera y el clima terrestre.

La misión OSIRIS-REx, lanzada en 2016 y que regresó a la Tierra en septiembre de 2023 con más de 250 gramos de material de la superficie de Bennu, ha supuesto un hito comparable al retorno de muestras lunares de las misiones Apolo en los años 70. El análisis detallado de estas muestras no solo ayuda a reconstruir la historia del sistema solar, sino que también alimenta la esperanza de encontrar los ingredientes básicos para la vida en otros lugares del cosmos.

Impacto en la exploración espacial internacional

El éxito de OSIRIS-REx refuerza la tendencia actual de las grandes agencias espaciales y empresas privadas —como NASA, SpaceX, Blue Origin o incluso la española PLD Space— de apostar por misiones de retorno de muestras. Japón, por ejemplo, ya logró traer a la Tierra material del asteroide Ryugu con la misión Hayabusa2, mientras que China y la NASA planean misiones similares en la próxima década.

En el campo de la exploración privada, compañías como SpaceX y Blue Origin están sentando las bases para que en el futuro la recolección y el estudio de muestras de asteroides —incluso para fines comerciales— sea una realidad. Mientras tanto, la búsqueda de exoplanetas habitables y el estudio de compuestos orgánicos en cuerpos menores del sistema solar siguen siendo prioridades científicas para la NASA y otras agencias.

El análisis de las primeras muestras de Bennu es solo el principio: los científicos esperan que los estudios en curso durante los próximos años arrojen más información sobre la formación de planetas, la evolución de los materiales orgánicos y el posible origen de la vida en la Tierra.

(Fuente: NASA)