Auroras australes iluminan la Antártida en pleno máximo solar: un espectáculo astronómico sin precedentes

Durante el mes de julio de 2025, la estación Concordia —ubicada en el corazón de la Antártida— ha sido testigo de un fenómeno natural de excepcional belleza: la aurora austral, conocida también como luces del sur, desplegando su resplandor multicolor sobre el paisaje helado. Este evento ocurre en un contexto particularmente especial, ya que coincide con el máximo de actividad solar, el punto álgido del actual ciclo solar de 11 años que rige la dinámica magnética de nuestra estrella.
Las auroras australes y boreales son manifestaciones visuales del efecto que tiene el viento solar —una corriente de partículas cargadas emitidas por el Sol— al interactuar con el campo magnético terrestre. Cuando estas partículas colisionan con los átomos de oxígeno y nitrógeno en la alta atmósfera, se producen espectaculares destellos de luz que varían entre el verde, el rosa, el rojo y el violeta. El máximo solar, que en 2025 se encuentra en pleno apogeo, incrementa la frecuencia e intensidad de estas tormentas geomagnéticas, haciendo que las auroras sean más intensas y visibles desde latitudes inusuales.
La estación Concordia, gestionada conjuntamente por Francia e Italia y utilizada para investigaciones científicas internacionales, ofrece una plataforma privilegiada para la observación y el estudio de estos eventos astronómicos. Su ubicación remota, a más de 1.000 kilómetros de la costa antártica y en uno de los lugares más fríos y secos del planeta, garantiza una atmósfera excepcionalmente limpia y estable para la fotografía y la instrumentación científica.
El ciclo solar actual, conocido como Ciclo Solar 25, comenzó en 2019 y se espera que alcance su máximo a lo largo de 2025, según las previsiones de la NASA y la ESA. Este ciclo está caracterizado por una mayor cantidad de manchas solares —regiones temporales de intensa actividad magnética en la superficie solar— y un incremento de las eyecciones de masa coronal, enormes erupciones que lanzan plasma y campos magnéticos al espacio interplanetario. Estas erupciones pueden influir significativamente en el clima espacial, afectando no solo a las auroras sino también a las comunicaciones por satélite, los sistemas de navegación y, potencialmente, a las redes eléctricas terrestres.
El interés científico en las auroras no es meramente estético. Proyectos liderados por la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) han desplegado satélites y sondas específicas para monitorear el clima espacial y predecir el impacto de las tormentas solares sobre la Tierra. Misiones como la sonda Parker Solar Probe de la NASA y Solar Orbiter, una colaboración entre la ESA y la NASA, están recogiendo datos inéditos sobre la estructura y dinámica del viento solar. Estos estudios son especialmente relevantes para la protección tanto de los astronautas en misiones tripuladas —como las futuras expediciones Artemis a la Luna— como para el creciente número de satélites en órbita terrestre baja, muchos de ellos operados por consorcios privados como SpaceX con su megaconstelación Starlink.
El fenómeno de la aurora austral también ha captado la atención de empresas privadas dedicadas al turismo espacial, como Virgin Galactic y Blue Origin. Aunque sus vuelos suborbitales aún no alcanzan las regiones polares, la posibilidad de observar auroras desde el espacio se perfila como una futura atracción para quienes buscan experiencias más allá de la órbita terrestre. Además, la creciente presencia de empresas como PLD Space en el sector espacial español —con sus lanzadores reutilizables Miura— augura una expansión de las capacidades europeas para la investigación del clima espacial y los fenómenos asociados al Sol.
Por otra parte, la observación de auroras en otros planetas del Sistema Solar, como Júpiter y Saturno, ha sido posible gracias a misiones como Juno y Cassini, lo que permite comparar estos procesos electromagnéticos en diferentes ambientes planetarios. Esta línea de investigación es fundamental para la astrofísica, ya que ayuda a comprender la interacción entre el viento solar y el entorno magnético de exoplanetas, un aspecto crucial para evaluar su potencial habitabilidad.
En resumen, la reciente aparición de intensas auroras australes sobre la estación Concordia no solo constituye un espectáculo visual sin parangón, sino que también refuerza la importancia de la cooperación internacional y la inversión, tanto pública como privada, en la investigación espacial. El máximo solar de 2025 representa una oportunidad única para avanzar en el conocimiento de la física solar y su influencia sobre nuestro planeta y más allá, marcando un hito en la historia de la exploración astronómica.
(Fuente: ESA)

 
							 
							