La misión Artemis II de la NASA desvelará cómo afecta el espacio profundo al cuerpo humano

La próxima misión Artemis II de la NASA se perfila como una de las más ambiciosas en la exploración humana del espacio profundo desde la época del programa Apolo. Con una tripulación formada por Reid Wiseman, Victor Glover y Christina Koch, la agencia espacial estadounidense se prepara para realizar una serie de estudios biomédicos pioneros durante los aproximadamente diez días que durará el viaje alrededor de la Luna. Este despliegue científico promete arrojar luz sobre el impacto físico, mental y conductual que experimentan los astronautas al aventurarse más allá de la órbita terrestre, una cuestión fundamental de cara a futuras misiones a Marte y otras localizaciones del sistema solar.
Un laboratorio en órbita lunar
Artemis II, cuyo lanzamiento está previsto para 2026, será el primer vuelo tripulado del programa Artemis y el primero en enviar humanos más allá de la órbita baja de la Tierra desde 1972. A diferencia de misiones anteriores, la tripulación no aterrizará en la superficie lunar, sino que realizará una órbita amplia alrededor de la Luna antes de regresar a casa. Esta configuración convierte a la nave Orión en un laboratorio flotante, donde los astronautas serán a la vez sujetos de estudio y operadores científicos.
Los experimentos biomédicos previstos por la NASA abarcan una amplia gama de disciplinas. Entre ellos destacan estudios sobre la radiación espacial, pérdida de masa muscular y ósea, alteraciones inmunológicas, impacto psicológico del aislamiento y la exposición prolongada al entorno de microgravedad. El objetivo es identificar los desafíos que presentan los viajes de larga duración fuera de la protección del campo magnético terrestre.
Desafíos del espacio profundo
Aunque la Estación Espacial Internacional (ISS) ha servido durante más de dos décadas como plataforma de investigación sobre los efectos de la microgravedad, la exposición a la radiación en la ISS es significativamente menor que la que experimentarán los astronautas de Artemis II. Al cruzar el cinturón de Van Allen, los tripulantes estarán sometidos a niveles de radiación cósmica mucho más altos, un factor de riesgo clave para la salud cardiovascular, el sistema nervioso central y la aparición de cáncer.
Los sensores biométricos instalados en los trajes y la nave permitirán monitorizar en tiempo real parámetros como ritmo cardíaco, presión arterial, calidad del sueño y niveles hormonales. Además, se realizarán extracciones de sangre y muestras biológicas para su posterior análisis en la Tierra, lo que ayudará a rastrear posibles alteraciones inmunológicas o metabólicas.
Impacto psicológico y conductual
Más allá de los riesgos físicos, el aislamiento y la convivencia en un espacio reducido durante varios días pueden tener efectos psicológicos significativos. NASA ha diseñado cuestionarios específicos y ejercicios de simulación para evaluar el impacto emocional, la toma de decisiones bajo presión y la cohesión del equipo. La experiencia de Artemis II servirá de referencia para mejorar los protocolos de apoyo psicológico en misiones más largas, como las previstas a Marte, donde la comunicación con la Tierra supone una demora de varios minutos y el aislamiento es aún más pronunciado.
Historia y contexto: de Apolo a Artemis
La última vez que humanos viajaron tan lejos de nuestro planeta fue en 1972, con la misión Apolo 17. En aquel entonces, los estudios médicos eran mucho más limitados y la tecnología de seguimiento remoto estaba en pañales. Artemis II aprovechará el salto tecnológico de las últimas décadas, combinando telemetría avanzada, inteligencia artificial y medicina personalizada para obtener un retrato detallado de la adaptación del cuerpo humano al entorno lunar.
La misión se inscribe en el contexto de una nueva carrera espacial, en la que empresas privadas como SpaceX y Blue Origin compiten por ofrecer soluciones innovadoras para el transporte y la exploración del espacio profundo. SpaceX, por ejemplo, está desarrollando la nave Starship con vistas a transportar grandes tripulaciones a la Luna y Marte, mientras que Blue Origin avanza en el desarrollo de su módulo lunar Blue Moon. Por su parte, PLD Space, la empresa española, continúa perfeccionando sus cohetes reutilizables Miura, abriendo la puerta a nuevas oportunidades de investigación y experimentación en órbita.
Perspectivas futuras
Los datos biomédicos obtenidos durante Artemis II no solo beneficiarán a futuras misiones tripuladas, sino que también tendrán aplicaciones en la medicina terrestre, desde el tratamiento de enfermedades degenerativas hasta la mejora de terapias de rehabilitación. El conocimiento acumulado servirá de base para el diseño de hábitats espaciales, trajes protectores y rutinas de ejercicio adaptadas a las exigencias del espacio profundo.
En definitiva, Artemis II marcará un hito en la comprensión de los límites humanos más allá de la Tierra y sentará las bases para una presencia sostenida de la humanidad en el espacio. El futuro de la exploración interplanetaria dependerá en gran medida de la capacidad de los astronautas para adaptarse, física y emocionalmente, a los desafíos de viajar más allá de nuestro planeta natal.
(Fuente: NASA)

 
							 
							