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Europa se plantea su propio espacio: ¿Es la hora de apostar por el desarrollo de un avión espacial?

Europa se plantea su propio espacio: ¿Es la hora de apostar por el desarrollo de un avión espacial?

En el contexto de la creciente competencia global en el acceso y la explotación del espacio, Europa podría estar en la antesala de una revolución tecnológica. El general de división Philippe Koffi, responsable estratégico de combate en la Dirección General de Armamento (DGA) de Francia, ha instado recientemente a que el continente apueste decididamente por el desarrollo de capacidades disruptivas, como los aviones espaciales reutilizables. Esta llamada de atención llega en un momento en el que Estados Unidos y China avanzan rápidamente en tecnologías que prometen transformar por completo el acceso a la órbita y la operatividad en el espacio.

Los aviones espaciales, o spaceplanes, combinan la flexibilidad y maniobrabilidad de un avión con la capacidad de operar más allá de la atmósfera terrestre. Koffi subrayó que estos sistemas permitirían no solo colocar cargas útiles en órbita de forma rápida y eficiente, sino también recuperar activos críticos, realizar misiones de reconocimiento y, llegado el caso, intervenir ante amenazas en el espacio. La versatilidad de estos vehículos los convierte en una herramienta estratégica de primer orden.

El reto de la autonomía europea

Europa ha dependido tradicionalmente de lanzadores convencionales como el Ariane 5 y, más recientemente, el Ariane 6, cuyo debut ha sufrido numerosos retrasos. Frente a la competencia feroz de SpaceX con su Falcon 9 reutilizable, y el inminente auge del Starship, la industria aeroespacial europea corre el riesgo de quedarse rezagada tecnológicamente. Empresas privadas como Blue Origin y Virgin Galactic, junto a la NASA, han impulsado el concepto de naves reutilizables y vuelos suborbitales tripulados, abriendo una nueva era de acceso al espacio, más frecuente y económico.

Europa, en cambio, apenas comienza a experimentar con tecnologías similares. La startup española PLD Space ha dado pasos prometedores con el lanzamiento exitoso del cohete Miura 1 en 2023, demostrando la viabilidad de pequeños lanzadores reutilizables. Sin embargo, el salto a vehículos espaciales plenamente reutilizables y maniobrables, como un avión espacial, aún está por materializarse.

Historia y ejemplos internacionales

El concepto de avión espacial no es nuevo. Ya en los años 60, Estados Unidos experimentó con el X-15, un avión cohete que alcanzaba altitudes suborbitales. Posteriormente, el transbordador espacial (Space Shuttle) demostró durante tres décadas la utilidad de los vehículos espaciales parcialmente reutilizables, capaces de llevar tripulación y carga a la órbita baja y regresar a Tierra aterrizando como un avión. Aunque el programa terminó en 2011, su legado es incuestionable.

Actualmente, la empresa estadounidense SpaceX lidera el desarrollo de vehículos reutilizables con su Starship, capaz de transportar más de 100 toneladas a la órbita y regresar de una sola pieza, todo ello con vistas a la exploración lunar y marciana. Blue Origin, por su parte, avanza con el New Shepard y el futuro New Glenn, ambos diseñados para la reutilización y la reducción drástica de costes de lanzamiento.

El ejemplo más cercano a un avión espacial operativo en la actualidad es el X-37B de la Fuerza Espacial de Estados Unidos, un vehículo no tripulado capaz de permanecer años en órbita realizando misiones secretas antes de regresar autónomamente a la Tierra. China también ha probado discretamente su propia versión de avión espacial reutilizable, aunque la información es escasa.

Ventajas estratégicas y aplicaciones futuras

La principal ventaja de un avión espacial reside en su flexibilidad y rapidez de despliegue. Frente a los lanzadores verticales convencionales, puede operar desde pistas de aterrizaje, realizar misiones imprevistas de forma casi inmediata y modificar su órbita con mayor facilidad. Esto resulta especialmente relevante ante la proliferación de satélites hostiles o la necesidad de rescatar activos estratégicos en órbita.

En el ámbito civil, estas tecnologías abrirían la puerta a una nueva generación de misiones científicas, turismo espacial y, en el futuro, el traslado rápido de personas y mercancías entre continentes, cruzando la atmósfera en cuestión de minutos. Además, facilitarían el estudio de exoplanetas gracias al rápido despliegue de telescopios y sondas, ampliando las capacidades de observación de la Agencia Espacial Europea (ESA).

¿Hay voluntad política y recursos?

El reto para Europa no es solo técnico, sino también político y financiero. El desarrollo de un avión espacial exige inversiones millonarias y una cooperación estrecha entre agencias nacionales, empresas privadas y la ESA. Francia ha dejado claro su interés, pero será necesario un compromiso conjunto que incluya a Alemania, Italia, España y otros socios clave.

El debate está servido: ¿apostará Europa por convertirse en actor de primer orden en la próxima revolución del acceso al espacio, o se resignará a un papel secundario? El tiempo y la audacia tecnológica lo dirán.

(Fuente: SpaceNews)