Hallan en Marte indicios potenciales de vida, pero las dudas sobre contaminación frenan avances

La búsqueda de vida en Marte acaba de recibir un impulso significativo tras el reciente anuncio de la NASA: una roca situada en el cráter Jezero presenta propiedades que podrían considerarse una potencial biosignatura. Según la Hoja de Ruta de Astrobiología de la NASA, una biosignatura es cualquier objeto, sustancia o patrón cuya formación requiere necesariamente la intervención de un agente biológico. En términos científicos, una biosignatura confirmada sería lo más cercano a una prueba definitiva de vida más allá de la Tierra.
La roca en cuestión fue analizada por el rover Perseverance, actualmente operativo en el cráter Jezero, una antigua cuenca fluvial de 45 kilómetros de diámetro que se considera uno de los lugares más prometedores para buscar rastros de vida pasada en Marte. El interés en esta región se debe a que, hace unos 3.500 millones de años, el cráter albergaba un lago con condiciones potencialmente habitables, lo que lo convierte en un laboratorio natural para el estudio de la astrobiología.
El hallazgo de Perseverance se centra en la presencia de ciertas estructuras y compuestos químicos dentro de la roca que, en la Tierra, suelen estar asociados a procesos biológicos. Por ejemplo, patrones de laminación, minerales específicos y concentraciones inusuales de carbono podrían apuntar a la acción de microorganismos antiguos. Sin embargo, la NASA ha sido prudente en sus declaraciones: aunque la definición formal de biosignatura se cumple, la confirmación definitiva exige descartar cualquier posible origen abiótico, es decir, no biológico.
Esta cautela responde tanto a la complejidad de la geoquímica marciana como a la preocupación creciente por la contaminación terrestre. Paradójicamente, la comunidad científica enfrenta un doble rasero: mientras que se extreman las precauciones para evitar contaminar Marte con materia orgánica procedente de la Tierra, estas mismas medidas dificultan la verificación de posibles hallazgos biológicos. La controversia reside en la posibilidad de que, durante la recogida, envío y análisis de muestras, se introduzcan inadvertidamente contaminantes terrestres que puedan falsear los resultados.
El programa Mars Sample Return, una colaboración entre la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA), prevé traer a la Tierra muestras seleccionadas por Perseverance en la próxima década. Sin embargo, la logística de garantizar que estas muestras estén absolutamente libres de contaminación es un reto de primer orden. Los laboratorios de máxima seguridad biológica (BSL-4), más conocidos por su uso en el estudio de virus peligrosos, serán adaptados para analizar material marciano. El objetivo es evitar tanto la contaminación de la muestra como la del entorno terrestre.
La prudencia de la NASA contrasta con la reciente oleada de misiones privadas y comerciales al espacio. SpaceX, bajo la dirección de Elon Musk, mantiene su ambición de enviar humanos a Marte en la próxima década, mientras que Blue Origin y Virgin Galactic se centran en el turismo suborbital y el desarrollo de tecnologías para la exploración lunar. El auge de estos actores privados introduce nuevos desafíos regulatorios y éticos: ¿cómo asegurar que las futuras misiones, menos controladas por organismos públicos, no comprometan la integridad de los experimentos astrobiológicos?
En Europa, la española PLD Space ha realizado progresos notables con el lanzamiento de su cohete MIURA 1, abriendo la puerta a la investigación suborbital y al transporte de cargas útiles científicas. Estos avances tecnológicos son esenciales para el desarrollo de futuras sondas y laboratorios automatizados que permitan analizar muestras in situ, minimizando así el riesgo de contaminación cruzada.
Mientras tanto, la búsqueda de exoplanetas habitables continúa con el telescopio espacial James Webb y las misiones CHEOPS y PLATO de la ESA, que buscan atmósferas con huellas de agua, oxígeno o metano, considerados también posibles biosignaturas. Sin embargo, Marte sigue siendo el principal objetivo del estudio astrobiológico debido a su cercanía y a la posibilidad real de recuperar muestras físicas.
En definitiva, la detección de una posible biosignatura en el cráter Jezero supone un hito para la exploración marciana, pero también pone de manifiesto la necesidad de protocolos aún más rigurosos en el manejo de muestras extraterrestres. La confirmación de vida fuera de la Tierra requerirá no solo de tecnología avanzada, sino de una colaboración internacional y multidisciplinar que garantice resultados incontestables. Si la humanidad logra finalmente demostrar la existencia de vida en Marte, será gracias a un equilibrio delicado entre audacia científica y extrema cautela técnica.
(Fuente: SpaceNews)
