Impactos cósmicos en la Luna: así se forman los mares de roca fundida tras los choques de asteroides

A lo largo de la historia del Sistema Solar, la superficie lunar ha sido testigo de innumerables impactos de asteroides, dejando una huella imborrable en el paisaje de nuestro satélite. Estos violentos encuentros no solo crean los característicos cráteres que salpican la Luna, sino que también desencadenan procesos geológicos de enorme interés científico, como la formación de extensas planicies de roca fundida, conocidas como “mares” lunares.
Cuando un asteroide colisiona con la Luna, la energía liberada es colosal. Basta recordar que un cuerpo de apenas unos cientos de metros de diámetro, viajando a velocidades de decenas de kilómetros por segundo, puede liberar una energía equiparable a millones de toneladas de dinamita. El resultado es la excavación de un cráter y, en los casos más energéticos, la fusión instantánea de parte de la corteza lunar. Bajo tal intensidad de presión y temperatura, los minerales se funden, generando una masa candente de roca líquida.
A diferencia de la lava terrestre, que brota desde las profundidades durante las erupciones volcánicas, la “lava” lunar es fruto de estos impactos. Tras el choque, el material fundido se acumula, fluyendo y rellenando las depresiones alrededor del cráter. En ese estado, la roca alcanza temperaturas que la hacen brillar en blanco, antes de enfriarse y solidificarse con el tiempo. Este proceso, repetido durante miles de millones de años, ha dado lugar a vastas extensiones de basalto, que desde la Tierra vemos como las superficies oscuras de la Luna.
El estudio de estos mares y cráteres es fundamental para comprender la historia temprana de la Luna y, por extensión, la del propio Sistema Solar. Las misiones Apolo de la NASA, entre 1969 y 1972, trajeron consigo muestras de estas rocas, permitiendo datar los grandes impactos y analizar la composición química del regolito lunar. Los análisis revelaron que la mayoría de los mares lunares se formaron hace entre 3.000 y 4.000 millones de años, durante un periodo de intensos bombardeos conocido como el “Gran Bombardeo Tardío”.
La investigación sobre los impactos lunares sigue viva gracias a la labor de agencias espaciales públicas y privadas. La NASA, a través de misiones como Lunar Reconnaissance Orbiter, cartografía la superficie lunar con una precisión sin precedentes, identificando nuevos cráteres y analizando el estado de los antiguos. Paralelamente, empresas como SpaceX y Blue Origin desarrollan tecnologías para el transporte y la exploración lunar, con el objetivo de establecer bases permanentes en un futuro próximo.
En Europa, la empresa española PLD Space avanza en el desarrollo de lanzadores reutilizables, con el propósito de democratizar el acceso al espacio y facilitar futuras misiones de investigación lunar. Mientras, Virgin Galactic explora el turismo espacial, abriendo la puerta a que, en unas décadas, civiles puedan contemplar de cerca los paisajes formados por estos cataclismos cósmicos.
El estudio de los impactos no se limita a nuestro satélite. La búsqueda de exoplanetas también ha revelado que los procesos de formación de cráteres y mares de roca fundida podrían ser comunes en otros mundos rocosos del cosmos. Telescopios espaciales como el James Webb de la NASA y la ESA han comenzado a analizar atmósferas y superficies de planetas lejanos, buscando señales de actividad geológica similar a la observada en la Luna.
El interés por los impactos va más allá de la mera curiosidad científica. Comprender cómo actúan estos procesos resulta esencial para la futura colonización de la Luna y otros cuerpos celestes. Las regiones de roca fundida podrían albergar recursos minerales valiosos, y los cráteres ofrecen refugio natural frente a la radiación cósmica y las temperaturas extremas del espacio.
En definitiva, cada cráter lunar es el testimonio de un instante violento en la historia del Sistema Solar, pero también una oportunidad para desentrañar los secretos de la geología planetaria. El avance de las tecnologías espaciales y el renovado interés por la exploración lunar prometen arrojar nueva luz sobre estos fascinantes procesos en los próximos años.
(Fuente: NASA)

 
							 
							