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Un innovador tándem: rover y dron, la clave para explorar los terrenos más hostiles de Marte

Un innovador tándem: rover y dron, la clave para explorar los terrenos más hostiles de Marte

La exploración del planeta rojo ha avanzado a pasos agigantados en la última década, pero el accidentado paisaje marciano continúa suponiendo un reto formidable para la tecnología robótica. Las misiones de la NASA, como los célebres rovers Curiosity y Perseverance, han demostrado una resistencia encomiable ante el regolito y las rocas, pero no todos los territorios son aptos para sus ruedas. Por otro lado, la reciente llegada de drones exploradores, como el Ingenuity, ha abierto nuevas posibilidades al permitir vuelos rasantes sobre zonas inaccesibles, pero no está exenta de desafíos: la navegación aérea en Marte resulta especialmente compleja debido a la falta de referencias visuales y a la tenue atmósfera.

En este contexto, el trabajo de Dielof van Loon, estudiante de la Universidad Tecnológica de Delft (Países Bajos), ha arrojado luz sobre una solución prometedora: la cooperación entre rovers y drones para superar juntos los obstáculos del terreno marciano. El estudio de van Loon, realizado en colaboración con la Agencia Espacial Europea (ESA), parte de una premisa sencilla pero potente: combinar lo mejor de ambos mundos para multiplicar la eficacia de las futuras misiones de exploración planetaria.

La idea de utilizar vehículos cooperativos no es nueva en la industria aeroespacial, pero su aplicación práctica en Marte apenas comienza a desarrollarse. Hasta la fecha, la NASA ha sido pionera con la pareja formada por el rover Perseverance y el dron Ingenuity, que desde 2021 han protagonizado una campaña de pruebas sin precedentes en el cráter Jezero. Ingenuity, un pequeño helicóptero de apenas 1,8 kg, ha logrado realizar más de 50 vuelos y se ha convertido en el primer vehículo aéreo en operar en otro planeta. Sin embargo, su navegación depende en gran medida de las imágenes tomadas por sus propias cámaras y de mapas previos generados por el rover, lo que puede resultar insuficiente en zonas monótonas o cubiertas de polvo donde faltan puntos de referencia claros.

El trabajo de van Loon propone que el dron y el rover mantengan una comunicación constante y complementaria. Mientras el rover avanza por el terreno firme, escaneando la superficie y generando mapas topográficos detallados, el dron puede sobrevolar áreas de difícil acceso, transmitiendo imágenes y datos en tiempo real al rover. De este modo, el dron aprovecha el conocimiento del terreno adquirido por el rover para mejorar su propia navegación, evitando zonas peligrosas y optimizando sus trayectorias de vuelo y aterrizaje.

En el plano técnico, la cooperación ofrece ventajas decisivas. Por ejemplo, los algoritmos de navegación del dron pueden corregirse en tiempo real utilizando los mapas 3D generados por el rover, lo que reduce el riesgo de accidentes y permite vuelos más largos y precisos. Además, el dron puede adelantarse para explorar rutas alternativas, identificar puntos de interés científico o advertir de posibles obstáculos, guiando así al rover de forma más eficiente.

Esta sinergia tiene un potencial revolucionario para la exploración planetaria. Las futuras misiones podrían desplegar equipos compuestos por varios rovers y drones, trabajando en red para cartografiar grandes extensiones de terreno en busca de indicios de vida pasada o recursos útiles para la futura colonización humana. La ESA, la NASA y otras agencias, como la española PLD Space, que recientemente logró el primer lanzamiento privado de un cohete suborbital desde Europa, están prestando cada vez más atención a los sistemas autónomos y la inteligencia artificial para mejorar la autonomía, la seguridad y la eficacia de sus misiones.

El concepto de cooperación no se limita a Marte. En el futuro, podría aplicarse en la exploración de otras lunas y planetas del sistema solar, como Titán, la mayor luna de Saturno, donde la NASA planea enviar el dron Dragonfly en la próxima década. Del mismo modo, la búsqueda de exoplanetas y la caracterización de sus superficies se beneficiarán de la experiencia adquirida en la explotación conjunta de vehículos terrestres y aéreos.

Mientras tanto, el sector privado sigue impulsando la innovación. Empresas como SpaceX, Blue Origin o Virgin Galactic apuestan por tecnologías de navegación autónoma y cooperación robótica, conscientes de que el futuro de la exploración espacial pasa por la integración de sistemas avanzados y la colaboración entre máquinas inteligentes.

El estudio de van Loon, aún en fase experimental, representa un paso decisivo hacia una nueva era en la exploración marciana, donde la combinación de diferentes vehículos puede abrir horizontes insospechados y permitir a la humanidad desentrañar los secretos de Marte y más allá. La cooperación entre rover y dron, lejos de ser una simple opción, se perfila como una necesidad para afrontar los desafíos del espacio profundo.

(Fuente: ESA)