Satélites y potentes modelos informáticos: la NASA desentraña el misterio de los aerosoles atmosféricos

La atmósfera terrestre está lejos de ser un vacío transparente; en realidad, está salpicada de diminutas partículas en suspensión conocidas como aerosoles. Estas minúsculas motas, que pueden proceder tanto de fuentes naturales como de la actividad humana, desempeñan un papel crucial en el clima de nuestro planeta, la formación de nubes y, por supuesto, en la calidad del aire que respiramos. La NASA, a la vanguardia en la observación y el estudio de la Tierra, ha desplegado una batería de satélites, herramientas de medición terrestre y avanzados modelos informáticos para monitorizar la distribución y el comportamiento de estos aerosoles a escala global.
Los aerosoles atmosféricos incluyen partículas como el polvo del desierto, cenizas volcánicas, hollín procedente de incendios forestales o emisiones industriales, e incluso sales marinas. Estas partículas afectan a la radiación solar que llega a la superficie, contribuyen a la formación de nubes y pueden tener efectos nocivos sobre la salud humana, especialmente en ciudades con elevados niveles de contaminación.
Para rastrear y analizar estos aerosoles, la NASA utiliza una combinación de observaciones satelitales y mediciones en tierra. Misiones espaciales como Terra, Aqua y Suomi NPP, equipadas con instrumentos como el MODIS (Moderate Resolution Imaging Spectroradiometer), proporcionan imágenes diarias de la distribución de aerosoles en todo el planeta. Estos datos permiten identificar episodios de contaminación, tormentas de polvo o el impacto de grandes incendios en tiempo real.
Además, la NASA colabora con redes terrestres de medición como AERONET (Aerosol Robotic Network), un sistema internacional de fotómetros solares distribuidos en más de 500 puntos del globo. Estos dispositivos miden la cantidad de luz solar que los aerosoles dispersan y absorben, ofreciendo información complementaria y de alta precisión que ayuda a calibrar los datos satelitales.
Sin embargo, observar los aerosoles no es suficiente. Para comprender cómo evolucionan, cómo se transportan a largas distancias por las corrientes atmosféricas y cómo influyen en el clima, la agencia estadounidense recurre a potentes modelos informáticos. Herramientas como el GEOS (Goddard Earth Observing System) integran datos de satélites y estaciones terrestres para simular el ciclo vital de los aerosoles: desde su emisión, transporte y transformación química hasta su depósito final en el suelo o el océano.
Estos modelos permiten prever, por ejemplo, la llegada de nubes de polvo sahariano a la península ibérica o el impacto global de una gran erupción volcánica. Además, facilitan la toma de decisiones en situaciones de emergencia, como la gestión de la calidad del aire durante incendios forestales masivos en Estados Unidos, Australia o la cuenca del Amazonas.
La importancia del estudio de los aerosoles ha quedado patente en los últimos años. Durante la pandemia de COVID-19, la reducción drástica de la actividad industrial y el tráfico rodado provocó una disminución temporal de ciertos tipos de aerosoles, fenómeno que fue captado por los satélites de la NASA y analizado en detalle por la comunidad científica. Estos episodios permitieron estudiar el impacto directo de las emisiones humanas sobre la atmósfera y el clima, y han servido para recalibrar los modelos climáticos globales.
La colaboración internacional es otro pilar fundamental en el seguimiento de los aerosoles. La NASA trabaja codo con codo con la Agencia Espacial Europea (ESA), la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA) y otras entidades nacionales y privadas. Por ejemplo, el satélite Copernicus Sentinel-5P de la ESA, centrado en la monitorización de la calidad del aire, complementa las observaciones estadounidenses, enriqueciendo la base de datos global.
En el contexto español, la empresa privada PLD Space, aunque centrada en el desarrollo de lanzadores reutilizables, ha manifestado su interés en colaborar en proyectos de observación de la Tierra en el futuro, abriendo la puerta a una posible participación en el seguimiento de aerosoles y otros parámetros ambientales desde órbita baja.
El avance en la tecnología de observación y modelado de aerosoles no solo mejora nuestra comprensión del clima y la atmósfera, sino que tiene aplicaciones prácticas inmediatas. Desde alertar a la población vulnerable en episodios de contaminación hasta planificar cultivos o gestionar infraestructuras críticas afectadas por la visibilidad reducida, el conocimiento generado por la NASA y sus socios internacionales es una herramienta esencial para la sociedad moderna.
En definitiva, la combinación de satélites, estaciones terrestres y modelos avanzados permite a la NASA liderar el estudio global de los aerosoles, desvelando los secretos de estas partículas diminutas pero de gran influencia, tanto en el clima como en la salud humana. Su trabajo constante contribuye a que, cada día, sepamos un poco más sobre el delicado equilibrio de nuestra atmósfera y los desafíos que afronta en un mundo en rápido cambio.
(Fuente: NASA)
