El telescopio James Webb detecta un disco potencialmente formador de lunas en un exoplaneta lejano

El telescopio espacial James Webb, fruto de la colaboración entre la NASA, la ESA y la agencia espacial canadiense (CSA), ha logrado un hito sin precedentes al realizar las primeras mediciones directas de las propiedades químicas y físicas de un disco que podría estar dando lugar a lunas alrededor de un exoplaneta gigante. El hallazgo se ha producido en torno al objeto conocido como CT Cha B, situado a unos 625 años luz de distancia de la Tierra en la constelación del Camaleón.
CT Cha B es un compañero masivo de la joven estrella CT Chamaeleontis, y su masa, que se sitúa en la frontera entre planeta gigante y enana marrón, lo convierte en un candidato idóneo para estudiar procesos de formación de satélites en entornos distintos al Sistema Solar. Gracias a la sensibilidad única de los instrumentos del James Webb, el equipo científico ha podido analizar por primera vez la composición y estructura de un disco rico en carbono que rodea a este mundo lejano.
El telescopio Webb ha permitido detectar de forma inequívoca la presencia de este disco, que se considera un «patio de construcción» para lunas, aunque en los datos actuales todavía no se han identificado satélites en formación o ya formados. Los discos circumplanetarios como el observado son estructuras de gas y polvo que pueden aglutinarse para dar origen a lunas, de manera análoga a cómo el disco protoplanetario que rodea a una estrella joven puede consolidar planetas.
Estos descubrimientos abren una ventana sin precedentes al estudio de la formación de sistemas planetarios y satelitales. Hasta ahora, la mayor parte de lo que sabemos sobre la formación de lunas proviene de la observación y modelado de los satélites de los planetas gigantes del Sistema Solar. Por ejemplo, las lunas galileanas de Júpiter —Io, Europa, Ganimedes y Calisto— se cree que se formaron en un disco circumplanetario de características similares al detectado alrededor de CT Cha B. Sin embargo, este proceso nunca se había observado en acción fuera de nuestro sistema.
El instrumento MIRI (Mid-Infrared Instrument) del James Webb ha sido clave para identificar las firmas espectrales que confirman la composición rica en carbono del disco, lo que sugiere la presencia de moléculas orgánicas y partículas de polvo complejas. Este dato es esencial, ya que la abundancia de carbono puede influir notablemente en la química y habitabilidad potencial de las lunas que eventualmente se formen en este entorno.
La juventud del sistema CT Cha, estimada en tan solo unos pocos millones de años, proporciona un laboratorio natural para observar los primeros pasos de la formación de lunas grandes, antes de que los procesos de acreción y dispersión disipen el material disponible. El hecho de que no se hayan encontrado aún lunas en los datos del Webb no descarta su existencia, sino que podría indicar que el proceso de formación se encuentra en una fase muy temprana o que los satélites formados son demasiado pequeños para ser detectados con los actuales niveles de resolución.
Este avance llega en un momento en el que el estudio de exoplanetas y sus posibles satélites está experimentando un auge sin precedentes. Mientras empresas privadas como SpaceX y Blue Origin revolucionan el acceso al espacio y abren nuevas posibilidades científicas, y compañías como PLD Space o Virgin Galactic desarrollan tecnologías para lanzamientos suborbitales y orbitales en Europa y América, los grandes telescopios espaciales amplían los límites de nuestro conocimiento sobre la formación planetaria a escalas nunca vistas.
El descubrimiento del disco alrededor de CT Cha B supone un paso fundamental para comprender cómo se forman y evolucionan los sistemas de lunas en el universo, aportando información clave sobre los procesos de acreción que, hace miles de millones de años, dieron lugar a los satélites de los gigantes gaseosos de nuestro propio Sistema Solar. Este tipo de hallazgos permite además comparar la diversidad de sistemas planetarios en diferentes entornos, lo que tiene importantes implicaciones para la búsqueda de vida en exoplanetas y exolunas.
Se espera que futuras observaciones con el James Webb, así como con los próximos grandes observatorios espaciales y terrestres, permitan identificar directamente exolunas en formación y caracterizar sus atmósferas y composición. Estos estudios, complementados por la participación de nuevas agencias y empresas del sector espacial, prometen revolucionar nuestro entendimiento sobre la arquitectura y diversidad de los sistemas planetarios en la galaxia.
La observación directa del disco circumplanetario de CT Cha B marca un antes y un después en la exploración de exoplanetas y sus satélites, acercándonos cada vez más a responder una de las grandes preguntas de la astrofísica: ¿cómo y dónde se forman las lunas en el cosmos? (Fuente: ESA)

 
							 
							