Gilmour Space afianza su apuesta espacial tras su primer intento orbital y prepara nuevo lanzamiento

La australiana Gilmour Space Technologies ha dado un paso clave en la incipiente industria espacial de Oceanía tras su primer intento de lanzamiento orbital, realizado recientemente desde Queensland. Aunque el cohete Eris apenas permaneció unos segundos en vuelo antes de que el equipo de tierra activara el sistema de interrupción, la compañía se ha mostrado satisfecha con los logros técnicos obtenidos y no pierde su ambición: ya prepara una nueva misión para 2025.
El Eris, un lanzador de combustible híbrido desarrollado íntegramente por Gilmour, representa el primer esfuerzo australiano serio en décadas por acceder al espacio de forma independiente. Su objetivo es situar cargas útiles de pequeño y mediano tamaño en órbitas bajas terrestres, un segmento cada vez más demandado por satélites de observación, comunicaciones y tecnología experimental.
Según ha confirmado la propia empresa, el lanzamiento inaugural, aunque breve, permitió validar numerosos subsistemas críticos, como la integración de la carga útil, los sistemas de control y el funcionamiento de los motores híbridos, una tecnología que mezcla combustible sólido y oxidante líquido. Este tipo de propulsión ofrece ventajas en cuanto a seguridad y almacenamiento frente a los sistemas tradicionales, pero también plantea desafíos de desarrollo, especialmente en la transición entre fases de ignición y empuje sostenido.
El sistema de terminación de vuelo, activado apenas tras el despegue, funcionó conforme a lo previsto, garantizando la seguridad del entorno y permitiendo la recuperación de valiosa telemetría para futuros análisis. Gilmour ha subrayado que estos datos serán esenciales para perfeccionar la secuencia de lanzamiento y depurar los procedimientos de control, de cara a un segundo intento el próximo año.
En el contexto internacional, la apuesta de Gilmour Space se suma a la ola de nuevos actores que buscan ganarse un hueco en el mercado global de lanzadores, dominado por gigantes como SpaceX y empresas emergentes como Rocket Lab o la española PLD Space. Estas compañías, con tecnologías propias y enfoques disruptivos, compiten por ofrecer servicios de lanzamiento flexibles y asequibles, adaptados a la explosión de pequeños satélites.
Mientras SpaceX continúa consolidando su liderazgo con la familia Falcon y los avances del colosal Starship –recientemente probado en un vuelo suborbital que batió récords de duración y control–, Blue Origin sigue perfeccionando su New Glenn, con la vista puesta en contratos gubernamentales y misiones comerciales de mayor envergadura. La NASA, por su parte, ha intensificado la colaboración con actores privados para el suministro de cargas a la Estación Espacial Internacional y futuros proyectos lunares bajo el programa Artemis.
En Europa, la valenciana PLD Space logró el pasado año un hito histórico al lanzar y recuperar con éxito el Miura 1, primer cohete privado desarrollado en España, y ya trabaja en el Miura 5, que aspira a colocar satélites en órbita a partir de 2025 desde la Guayana Francesa. Virgin Galactic, tras superar obstáculos técnicos y financieros, ha retomado sus vuelos suborbitales tripulados, reabriendo el debate sobre el turismo espacial y la sostenibilidad de este tipo de operaciones.
En el ámbito de la exploración científica, el descubrimiento de exoplanetas continúa a ritmo acelerado gracias a misiones como el telescopio TESS de la NASA y el James Webb Space Telescope, que han identificado mundos potencialmente habitables y atmósferas con indicios de compuestos orgánicos. Estas investigaciones, impulsadas tanto por agencias públicas como por iniciativas privadas, abren nuevas fronteras en la búsqueda de vida más allá de nuestro sistema solar.
El avance de Gilmour Space Technologies, aunque modesto en esta primera tentativa, refleja la tendencia global hacia la diversificación del acceso al espacio y la democratización de tecnologías que, hasta hace poco, estaban reservadas a unas pocas potencias. El impulso de compañías como Gilmour, Rocket Lab o PLD Space contribuye a descentralizar la infraestructura espacial y a consolidar un ecosistema industrial donde la innovación, la seguridad y la eficiencia son elementos clave.
El próximo vuelo de Eris, previsto para 2025, servirá como nueva prueba de fuego para la ingeniería australiana y para el modelo de negocio basado en lanzadores de pequeño tamaño, un nicho cada vez más estratégico en el mercado espacial global. Con la experiencia acumulada y el respaldo de inversores y organismos públicos, Gilmour espera consolidarse como proveedor de referencia en la región Asia-Pacífico, abriendo la puerta a colaboraciones internacionales y a la captación de clientes tanto civiles como gubernamentales.
La industria espacial vive un momento de efervescencia tecnológica e institucional, donde cada lanzamiento, éxito o fallo, aporta lecciones valiosas para el futuro de la humanidad fuera de la Tierra. La perseverancia de empresas como Gilmour Space constituye un ejemplo inspirador de la nueva era espacial que estamos viviendo.
(Fuente: SpaceNews)

 
							 
							