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NASA planea desmantelar la ISS: ¿oportunidad perdida para el reciclaje orbital?

NASA planea desmantelar la ISS: ¿oportunidad perdida para el reciclaje orbital?

La NASA ha confirmado recientemente su intención de invertir cerca de 1.000 millones de dólares en el desmantelamiento y destrucción controlada de la Estación Espacial Internacional (ISS) en el año 2030. Esta decisión, que supone el fin de una era en la exploración espacial tripulada, ha reabierto el debate sobre el destino de las infraestructuras situadas en órbita y la gestión de valiosos materiales espaciales.

La ISS, fruto de la colaboración entre Estados Unidos, Rusia, Europa, Japón y Canadá, representa uno de los mayores logros tecnológicos de la humanidad. Desde su ensamblaje inicial en 1998, ha sido habitada de manera continua desde noviembre del 2000, albergando a más de 250 astronautas y cosmonautas de 20 países diferentes. Su coste acumulado supera los 150.000 millones de dólares, y en su estructura actualmente orbitan materiales espaciales valorados, según estimaciones, en más de 1.500 millones de dólares.

El plan de la NASA contempla el uso de una nave especialmente diseñada para empujar la estación hacia una reentrada controlada en la atmósfera terrestre, de modo que los restos caigan en una zona remota del océano Pacífico. Esta operación, prevista para finales de esta década, busca evitar los riesgos asociados a dejar una infraestructura de tal magnitud a la deriva, incrementando el peligro de basura espacial y posibles colisiones.

Sin embargo, este enfoque ha sido criticado por diversos expertos y voces de la industria aeroespacial. Argumentan que destruir una plataforma tan valiosa, cuando existen tecnologías en desarrollo para su reciclaje y reutilización, supone desperdiciar tanto el dinero de los contribuyentes como una oportunidad estratégica para el sector espacial. Los materiales y módulos de la ISS podrían, con la inversión adecuada, convertirse en materia prima para futuras estaciones, hábitats lunares o incluso infraestructuras en ruta hacia Marte.

La reutilización de componentes espaciales no es una idea descabellada. Empresas privadas como SpaceX y Blue Origin ya han revolucionado la industria con el desarrollo de cohetes reutilizables, abaratando drásticamente el acceso al espacio. SpaceX, bajo el liderazgo de Elon Musk, ha hecho historia con las primeras etapas recuperables del Falcon 9, mientras que Blue Origin busca lograr hitos similares con su lanzador New Glenn. Este cambio de paradigma ha impulsado a la NASA y otras agencias a replantearse la sostenibilidad de sus operaciones y a buscar modelos más circulares para los recursos en órbita.

En el ámbito europeo, la española PLD Space ha conseguido avances significativos en el diseño y prueba de lanzadores reutilizables. Su cohete MIURA 1, que realizó con éxito su primer vuelo suborbital en 2023, sienta las bases para una nueva generación de vehículos espaciales pensados para múltiples usos. Por su parte, la Agencia Espacial Europea (ESA) y empresas emergentes del sector exploran opciones para reparar, reacondicionar o reciclar satélites en el espacio, evitando así el crecimiento exponencial de la basura espacial.

El reciclaje in situ de material orbital, además de suponer un ahorro económico, contribuiría a mitigar el problema de los desechos espaciales, que amenazan la seguridad de futuras misiones y la propia viabilidad de la actividad humana en el entorno terrestre. En los últimos años, organizaciones como Astroscale o ClearSpace han presentado iniciativas para capturar y retirar satélites inactivos, pero el aprovechamiento de infraestructuras completas como la ISS marcaría un salto cualitativo.

A nivel global, el interés por la construcción de nuevas estaciones espaciales comerciales se encuentra en auge. Virgin Galactic, liderada por Richard Branson, continúa avanzando en el turismo suborbital y ya planea la creación de hábitats permanentes en órbita. China también ha desplegado su propia estación, Tiangong, y planea expandirla en los próximos años. En este contexto, la experiencia adquirida por la NASA y sus socios en el mantenimiento y operación de la ISS resulta un activo estratégico de primer orden.

El hallazgo y estudio de exoplanetas, otro de los grandes frentes de la exploración espacial, también se beneficiaría de plataformas en órbita reutilizables, capaces de albergar instrumentos científicos avanzados durante décadas. La destrucción de la ISS, sin aprovechar sus componentes, supondría renunciar a una base tecnológica y logística irremplazable.

En definitiva, el debate sobre el destino de la ISS tras 2030 trasciende el ámbito técnico y financiero para situarse en el centro de la política espacial internacional. Apostar por la reutilización y el reciclaje de infraestructuras en órbita no solo sería una decisión sensata desde el punto de vista económico, sino que alinearía a la NASA y sus socios con las nuevas tendencias de sostenibilidad y responsabilidad en el espacio. El legado de la ISS merece una reflexión profunda antes de optar por su destrucción definitiva.

(Fuente: SpaceNews)