China avanza en la carrera lunar: ¿Riesgo real de hegemonía espacial frente a EE.UU.?

La eterna pregunta sobre quién volverá primero a la Luna, si China o Estados Unidos, ha dejado de ser una simple cuestión de prestigio internacional. Lo que verdaderamente preocupa a analistas, expertos y responsables políticos es si China está en disposición de eclipsar la supremacía estadounidense en el espacio, con todas las implicaciones tecnológicas, económicas y de seguridad que ello conlleva. El debate va mucho más allá del alunizaje: abarca la futura economía cislunar, la explotación de recursos extraterrestres y la influencia global que otorga el liderazgo en el espacio.
En los últimos años, China ha dado pasos de gigante en su programa espacial. La Agencia Espacial Nacional China (CNSA) ha conseguido hitos como el alunizaje exitoso del módulo Chang’e 4 en la cara oculta de la Luna en 2019, el retorno de muestras lunares con Chang’e 5 en 2020 y el despliegue de la estación espacial Tiangong, que ya opera de manera permanente en órbita baja terrestre. Mientras tanto, Estados Unidos, a través de la NASA y en colaboración con empresas privadas como SpaceX, acelera el programa Artemisa, cuyo objetivo es devolver astronautas estadounidenses al satélite en los próximos años.
Sin embargo, la competencia no se limita a misiones tripuladas. El verdadero pulso se libra en torno al desarrollo de infraestructuras, tecnologías clave y modelos de negocio sostenibles en el entorno espacial. La reciente propuesta de crear “zonas económicas especiales” dedicadas al sector espacial en Estados Unidos busca replicar el éxito de Silicon Valley y otros polos tecnológicos, pero ahora orientados a la economía espacial. El objetivo: atraer talento, inversión privada y startups que impulsen la innovación, reduzcan la dependencia gubernamental y garanticen que Estados Unidos siga marcando la pauta.
El impulso privado: SpaceX, Blue Origin y un nuevo paradigma
Empresas estadounidenses como SpaceX y Blue Origin han revolucionado el sector espacial. SpaceX, liderada por Elon Musk, ha logrado reducir drásticamente los costes de acceso al espacio gracias a la reutilización de cohetes Falcon 9 y Falcon Heavy, y ahora se prepara para operar con el gigantesco Starship, clave para las misiones lunares Artemisa. Blue Origin, fundada por Jeff Bezos, avanza en el desarrollo del cohete New Glenn y del módulo lunar Blue Moon, ambos diseñados para misiones comerciales y científicas en la órbita terrestre y más allá.
Estos avances contrastan con el enfoque más centralizado y dirigido por el Estado que caracteriza al programa espacial chino. China ha priorizado el desarrollo de capacidades autónomas, desde lanzadores propios como el Larga Marcha 5 hasta sondas y módulos lunares íntegramente nacionales. No obstante, está comenzando a incentivar la aparición de startups espaciales en su país, aunque bajo una estricta supervisión gubernamental.
Europa y el auge de nuevos actores
Europa, por su parte, no quiere quedarse atrás. La ESA (Agencia Espacial Europea) refuerza su cooperación internacional y apoya la aparición de nuevos actores privados. En España, la empresa PLD Space ha destacado recientemente con el exitoso lanzamiento de su cohete Miura 1 desde Huelva, consolidando el papel de las pymes españolas en el sector espacial y abriendo la puerta a futuras misiones orbitales.
Otras compañías, como Virgin Galactic, exploran el turismo espacial suborbital, mientras que la NASA y la ESA dedican crecientes recursos al estudio de exoplanetas, la protección planetaria y el desarrollo de tecnologías para la minería de asteroides y la exploración de Marte.
La economía cislunar como nuevo escenario de competencia
La verdadera pugna entre superpotencias se perfila en torno a la futura economía cislunar: la explotación de recursos minerales, el desarrollo de infraestructuras orbitales y lunares, y la creación de rutas logísticas entre la Tierra y la Luna. Aquí, la colaboración público-privada será clave. Las “zonas económicas especiales” propuestas en Estados Unidos buscan dotar al sector espacial de un marco regulatorio y fiscal favorable, fomentando la innovación y la inversión de riesgo, y asegurando que el país siga siendo el motor de la industria global.
Pero China no se queda atrás: su ambicioso plan para establecer una base lunar tripulada antes de 2030 y su estrategia de colaboración con otros países emergentes en el espacio sugieren que la competencia será intensa y prolongada. El futuro liderazgo mundial en el espacio dependerá no solo de quién pise primero la Luna, sino de quién logre construir una economía espacial sólida, diversificada y resiliente.
Así, la cuestión central ya no es quién ganará la carrera de regreso a la Luna, sino quién dominará la próxima era de la exploración y explotación espacial, sentando las bases para el futuro de la humanidad más allá de la Tierra.
(Fuente: SpaceNews)
