La nueva carrera espacial: dominar la noche lunar y marciana, clave para la permanencia humana

Hace más de medio siglo, la humanidad vivió una de las gestas tecnológicas más impresionantes del siglo XX: la llegada del hombre a la Luna. Sin embargo, aquella “carrera espacial” que mantuvo en vilo al mundo era, fundamentalmente, una pugna por llegar primero, plantar la bandera y regresar sano y salvo. Hoy, la competencia se reinventa. Si en el pasado el desafío era el viaje, ahora el verdadero reto es lograr la permanencia humana en la superficie lunar y, en el horizonte, en Marte. Y en esta nueva era, la verdadera batalla se librará durante la noche, cuando las temperaturas y la oscuridad suponen obstáculos mucho más graves que la distancia.
La noche lunar: un enemigo formidable
La Luna, carente de atmósfera significativa, vive ciclos de día y noche de aproximadamente 14 días terrestres cada uno. Durante la noche, la temperatura puede desplomarse por debajo de los -170 °C. Esta realidad convierte cualquier intento de colonización o exploración prolongada en un desafío tecnológico de primer orden. Las misiones Apolo, por ejemplo, nunca tuvieron que afrontar la noche lunar: los astronautas alunizaban, realizaban sus experimentos y partían antes de que el frío extremo y la falta de energía solar pusieran en peligro su supervivencia.
Pero la ambición actual es distinta. Tanto la NASA como la Agencia Espacial Europea (ESA) y nuevas empresas privadas como SpaceX, Blue Origin o la española PLD Space trabajan ya en tecnologías que permitan no solo visitar, sino establecer bases permanentes en la superficie lunar. Esto implica desarrollar hábitats capaces de resistir la larga oscuridad y frío intensos, sistemas de energía alternativos y, sobre todo, soluciones para garantizar la vida y el trabajo de los astronautas cuando el Sol desaparece durante dos semanas.
Bases lunares: energía y resistencia
La NASA, a través de su programa Artemis, tiene previsto que los próximos astronautas estadounidenses pisen el polo sur de la Luna en 2026. Esta región, rica en cráteres que permanecen en sombra perpetua, podría albergar depósitos de hielo de agua, esenciales para la vida y la producción de combustible. Pero la mayor dificultad será superar el prolongado periodo sin luz solar directa. Para ello, la agencia estadounidense y sus socios investigan opciones como reactores nucleares compactos, paneles solares móviles capaces de seguir la luz en los picos de la región polar y sistemas de almacenamiento energético de última generación.
Por su parte, la ESA y la agencia espacial japonesa JAXA colaboran en el proyecto Heracles, enfocado en vehículos de exploración capaces de resistir la noche lunar y desplazarse largas distancias en busca de recursos. Otras propuestas innovadoras exploran el uso de materiales lunares (regolito) como aislante térmico para construir refugios, o el desarrollo de robots autónomos que mantengan funcionando los sistemas vitales mientras los humanos descansan bajo la superficie.
La apuesta privada: SpaceX, Blue Origin y PLD Space
El sector privado desempeña un papel protagonista en esta segunda carrera espacial. SpaceX, la empresa de Elon Musk, desarrolla la nave Starship, que la NASA ha seleccionado como módulo lunar para las misiones Artemis. Starship está diseñada para soportar largas estancias y transportar grandes cargas, lo que podría facilitar el envío de infraestructuras y suministros para sobrevivir durante la noche lunar. Blue Origin, liderada por Jeff Bezos, trabaja en el módulo de aterrizaje Blue Moon, también orientado a misiones de larga duración y con sistemas de energía redundantes.
España no se queda atrás: PLD Space, con sede en Elche, avanza en el desarrollo de cohetes reutilizables como Miura 1 y Miura 5, que aspiran a poner en órbita pequeños satélites y, en el futuro, contribuir al transporte de carga hacia la Luna o Marte. La participación española en proyectos internacionales es cada vez más relevante, consolidando su lugar en la nueva economía espacial.
El siguiente reto: la noche en Marte
La conquista de Marte, prevista para la próxima década, elevará aún más la dificultad. Las noches marcianas, aunque menos extremas que las lunares, suponen igualmente un riesgo para los sistemas eléctricos, la integridad estructural de los hábitats y la salud de los astronautas. La NASA y SpaceX ya estudian soluciones como el almacenamiento masivo de energía, la producción local de combustible y la construcción de refugios subterráneos.
Exploración de exoplanetas: la lección de la oscuridad
El estudio de exoplanetas, liderado por misiones como TESS de la NASA o CHEOPS de la ESA, también se beneficia del desarrollo de tecnologías para soportar ambientes extremos. Los ingenieros consideran que, si la humanidad aspira a colonizar otros mundos, será imprescindible dominar la supervivencia en la noche perpetua de aquellos planetas que giran lentamente o presentan condiciones adversas.
En definitiva, la nueva carrera espacial ya no se trata de llegar primero, sino de permanecer, prosperar y trabajar en la superficie de otros mundos, superando los desafíos de la oscuridad y el frío extremos. El futuro de la exploración humana estará marcado por la capacidad de resistir la noche, tanto en la Luna como en Marte, y las soluciones que se desarrollen en esta década definirán el éxito de la humanidad más allá de la Tierra.
(Fuente: SpaceNews)

 
							 
							