Nuevo intento de Blue Origin: el New Glenn se prepara para su segundo vuelo y un aterrizaje histórico

Blue Origin, la empresa espacial fundada por Jeff Bezos, está lista para escribir un nuevo capítulo en la carrera espacial comercial con el segundo lanzamiento de su cohete insignia, el New Glenn. Si todo transcurre según lo previsto, la compañía realizará mañana domingo, a las 20:45 (hora peninsular española), el despegue desde sus instalaciones en Cabo Cañaveral, Florida. El objetivo no es solo alcanzar el espacio, sino también lograr que la primera etapa del lanzador regrese y aterrice de manera controlada sobre una plataforma autónoma en el Océano Atlántico, emulando así las hazañas de SpaceX y consolidando su apuesta por la reutilización.
El New Glenn es un cohete de dos etapas y gran capacidad, diseñado para competir en la liga de los grandes lanzadores orbitales. Con una altura de 98 metros y capacidad para colocar hasta 45 toneladas en órbita baja terrestre, se sitúa como uno de los vehículos más potentes de la industria privada, solo superado en carga útil por el Falcon Heavy de SpaceX y el SLS de la NASA. Equipado con siete motores BE-4 alimentados por metano y oxígeno líquido, el diseño de New Glenn incorpora tecnologías de vanguardia y una arquitectura pensada desde el inicio para la reutilización, un aspecto que será clave en la economía de futuros lanzamientos.
El primer vuelo del New Glenn, que tuvo lugar hace apenas unos meses, sirvió principalmente como misión de prueba. Aunque no se intentó la recuperación de la primera etapa, el lanzamiento permitió validar la mayoría de los sistemas críticos y supuso un hito para Blue Origin, que llevaba años retrasando el debut de este cohete por cuestiones técnicas. Ahora, en este segundo intento, la empresa va un paso más allá: pretende no solo alcanzar la órbita, sino también recuperar la etapa principal, un desafío tecnológico logrado por SpaceX en 2015 y que desde entonces ha marcado un antes y un después en la industria.
El regreso controlado de la primera etapa implica una compleja coreografía de maniobras. Tras separarse del resto del cohete, la etapa encenderá sus motores para frenar su velocidad, desplegará aletas para estabilizarse y finalmente aterrizará sobre una barcaza no tripulada. El éxito de esta maniobra será fundamental para demostrar la viabilidad del sistema y allanar el camino hacia lanzamientos más frecuentes y asequibles.
La competencia entre Blue Origin y SpaceX se ha intensificado en los últimos años, a medida que ambas empresas pugnan por contratos gubernamentales y comerciales. SpaceX, liderada por Elon Musk, ha logrado reutilizar con éxito más de un centenar de etapas con su Falcon 9, abaratando costes y acelerando el ritmo de lanzamientos. Blue Origin, por su parte, había centrado hasta ahora sus esfuerzos en vuelos suborbitales con el New Shepard, mientras desarrollaba en paralelo el New Glenn para misiones orbitales y, en un futuro, para transportar cargas y personas en misiones a la Luna y más allá.
En el contexto internacional, Europa sigue buscando su propio camino en el sector de lanzamientos reutilizables. Empresas como la española PLD Space han logrado hitos notables, como el exitoso lanzamiento del Miura 1, primer cohete privado desarrollado en España, y continúan avanzando hacia vehículos orbitales como el Miura 5. Mientras tanto, la NASA mantiene un papel central en la exploración con el SLS y la nave Orión, aunque depende cada vez más de socios privados para acceder a la órbita baja y a la Estación Espacial Internacional.
En paralelo, empresas como Virgin Galactic, centrada en el turismo suborbital, y los esfuerzos de agencias públicas y privadas en el descubrimiento de exoplanetas, demuestran la enorme diversidad de iniciativas que caracterizan la actual era espacial. Recientemente, la NASA y la ESA han anunciado nuevos descubrimientos de planetas potencialmente habitables, fruto de misiones como TESS y CHEOPS, lo que añade un componente científico y de exploración a la pujanza de la industria.
El lanzamiento de mañana es, en definitiva, una prueba de fuego para Blue Origin. Si la empresa logra completar con éxito tanto la misión orbital como la recuperación de la primera etapa, marcará un hito en su historia y se afianzará como un actor de primer orden en la nueva carrera espacial. El resultado será seguido de cerca tanto por la comunidad técnica como por los competidores, pues de su éxito depende en gran parte el futuro calendario de lanzamientos y la posibilidad de ofrecer servicios competitivos tanto a clientes comerciales como a agencias gubernamentales, incluida la NASA.
Queda por ver si el New Glenn será capaz de cumplir con las expectativas y consolidar un modelo de reutilización que ya ha transformado el sector. Sea cual sea el resultado, el vuelo de mañana representa un paso crucial hacia una industria espacial más sostenible, económica y abierta a nuevos protagonistas, tanto en Estados Unidos como en Europa y el resto del mundo.
(Fuente: SpacePolicyOnline.com)
