L3Harris impulsa el desarrollo de los nuevos motores RS-25 para los lanzamientos del programa Artemis

La carrera por volver a la Luna se intensifica y, en este contexto, la empresa L3Harris Technologies ha alcanzado un hito fundamental en la fabricación y prueba de los nuevos motores RS-25, piezas clave para el Space Launch System (SLS), el potente cohete de la NASA que será el pilar de las futuras misiones Artemis. La compañía, adjudicataria principal para la producción de estos motores, ha acelerado la fabricación de hardware de vuelo completamente nuevo, una tarea que combina décadas de herencia tecnológica con los requisitos de la exploración lunar del siglo XXI.
El motor RS-25, antiguamente conocido como Space Shuttle Main Engine (SSME), fue el propulsor principal de los transbordadores espaciales desde 1981 hasta su retirada en 2011. Su fiabilidad quedó demostrada tras más de un centenar de misiones, lo que motivó a la NASA a adaptarlo para el SLS, el lanzador superpesado que transportará a los astronautas estadounidenses y sus socios internacionales de vuelta a la superficie lunar y, eventualmente, hacia Marte.
En los primeros vuelos del SLS —incluida la misión Artemis I, que despegó en noviembre de 2022— se reutilizaron motores RS-25 reacondicionados procedentes de la era del transbordador. Sin embargo, estos ejemplares son limitados y, para garantizar una cadencia sostenible de misiones, es imprescindible contar con motores completamente nuevos. Aquí es donde L3Harris ha asumido el protagonismo, heredando el testigo de Aerojet Rocketdyne y modernizando los procesos industriales para adaptarse a los retos presentes y futuros.
La fabricación de un RS-25 implica una compleja cadena de suministro y ensamblaje, pues cada motor está compuesto por más de 50.000 piezas y debe soportar temperaturas y presiones extremas durante el ascenso. L3Harris ha invertido en nuevas técnicas de fabricación avanzada, como la impresión 3D para componentes críticos, soldadura por fricción-agitación y sistemas automatizados de inspección por ultrasonidos. Estas innovaciones buscan reducir los plazos de entrega, aumentar la fiabilidad del producto final y abaratar los costes de producción, una exigencia clave ante la ambición de la NASA de realizar lanzamientos lunares regulares a partir de 2025.
El banco de pruebas Stennis Space Center, en Misisipi, ha sido testigo de las últimas campañas de ensayo realizadas por L3Harris. Allí, los técnicos han sometido a los nuevos RS-25 a encendidos estáticos de larga duración, replicando las condiciones de funcionamiento que experimentarán durante el despegue real. Los resultados preliminares han sido altamente satisfactorios, confirmando el rendimiento esperado en cuanto a empuje, control de la mezcla de combustible y tolerancia a las vibraciones. Cada motor deberá superar una exhaustiva batería de pruebas antes de ser certificado para vuelo, un proceso que, históricamente, ha permitido detectar y corregir anomalías antes de comprometer la seguridad de la tripulación.
El desarrollo de los RS-25 no solo tiene implicaciones técnicas, sino también estratégicas. Mientras SpaceX avanza con el desarrollo de su motor Raptor para el sistema Starship, y Blue Origin perfecciona el BE-4 para el cohete New Glenn, la NASA apuesta por la madurez y la robustez del RS-25 como columna vertebral de su programa tripulado. Esta competencia ha generado un ecosistema industrial en el que las empresas privadas y públicas se retroalimentan, impulsando la innovación y asegurando redundancia tecnológica.
En paralelo, la industria espacial europea también observa con atención estos avances. Empresas como PLD Space, que recientemente logró el primer lanzamiento privado español con su cohete Miura 1, o la británica Virgin Galactic, centrada en vuelos suborbitales, demuestran que el sector está en plena ebullición, con múltiples actores compitiendo por un lugar en la nueva era de la exploración espacial.
El renovado interés por la exploración lunar ha propiciado, además, el descubrimiento y estudio de nuevos exoplanetas gracias a telescopios espaciales como TESS y el James Webb, proyectos que dependen en última instancia de lanzadores fiables y motores de alta tecnología para situar sus instrumentos en órbita. Así, el éxito de los RS-25 no solo repercute en las misiones Artemis, sino que contribuye al avance global de la ciencia y la tecnología espaciales.
Con la vista puesta en Artemis II —la primera misión tripulada del SLS prevista para finales de 2025— y en las sucesivas expediciones que buscarán establecer una presencia humana sostenible en la Luna, los nuevos motores RS-25 de L3Harris se erigen como una garantía de continuidad y progreso para el programa espacial estadounidense. El éxito en su desarrollo y certificación será determinante para el futuro de la exploración más allá de la órbita terrestre.
(Fuente: NASASpaceflight)
