NASA apuesta por la carga: recorta las misiones tripuladas de Starliner y redefine su futuro

La NASA ha tomado una decisión que marca un antes y un después en la colaboración comercial con Boeing: el contrato del programa de tripulación comercial con la compañía estadounidense se ha modificado para reducir el número total de misiones Starliner a cuatro, y la primera de ellas ya no transportará astronautas, sino únicamente carga. Este cambio estratégico reconfigura el papel de la cápsula Starliner en el ecosistema de vuelos espaciales tripulados y refuerza el debate sobre la competitividad y fiabilidad de los proveedores privados en la órbita baja terrestre.
La nave CST-100 Starliner, desarrollada por Boeing en el marco del programa Commercial Crew de la NASA, nació para garantizar el acceso estadounidense a la Estación Espacial Internacional (EEI) tras la retirada del transbordador espacial en 2011. Junto a Crew Dragon, de SpaceX, Starliner debía cubrir la necesidad de transportar astronautas y carga a la estación orbital, rompiendo así la dependencia de las naves rusas Soyuz. Sin embargo, el camino de Starliner ha estado plagado de obstáculos técnicos, retrasos y sobrecostes.
El vuelo inaugural no tripulado de Starliner en 2019, conocido como OFT-1, se saldó con un fallo en el software que impidió el acoplamiento con la EEI. Tras una exhaustiva revisión, Boeing repitió la misión (OFT-2) en 2022, esta vez con éxito. El primer vuelo tripulado, CFT (Crew Flight Test), está previsto para 2024 después de varios aplazamientos, y será clave para certificar la nave para misiones operativas.
El contrato inicial entre NASA y Boeing contemplaba hasta seis misiones tripuladas tras la certificación de la Starliner, similares a las que ya realiza SpaceX con Crew Dragon, que desde 2020 ha transportado con regularidad astronautas de la NASA y socios internacionales a la EEI. Sin embargo, la agencia espacial estadounidense ha decidido recortar ese número a cuatro vuelos, de los cuales el primero será una misión de carga no tripulada. Esta decisión responde tanto a las necesidades cambiantes de la NASA como a los reiterados problemas que han retrasado la entrada en servicio de la cápsula de Boeing.
En términos técnicos, operar Starliner como nave de carga supone una simplificación significativa de la misión: se eliminan sistemas críticos para la vida humana, como el soporte vital avanzado y la integración de asientos ergonómicos, lo que reduce riesgos y costes. Esta opción recuerda a los primeros contratos de reabastecimiento comercial de la NASA, en los que SpaceX y Northrop Grumman (entonces Orbital ATK) enviaban suministros a la EEI mediante naves no tripuladas. Sin embargo, supone un revés para Boeing, que aspiraba a situar su nave a la par de Crew Dragon en el competitivo mercado de vuelos tripulados.
El movimiento de la NASA no sólo tiene implicaciones técnicas y económicas, sino también estratégicas. SpaceX ha demostrado una fiabilidad notable, habiendo realizado más de una docena de misiones tripuladas y de carga con su Crew Dragon, y está consolidando su posición dominante tanto en el sector público como en el privado. Empresas como Blue Origin, aunque aún no han despegado en el ámbito de vuelos orbitales tripulados, siguen desarrollando su nave New Glenn y su módulo lunar Blue Moon, con el objetivo de competir en futuras misiones de la NASA y contratos internacionales.
En Europa, la española PLD Space ha logrado este año el primer lanzamiento de su cohete MIURA 1, convirtiéndose en pionera en transporte suborbital privado en el continente, mientras que Virgin Galactic sigue avanzando en vuelos suborbitales turísticos con su nave SpaceShipTwo. En paralelo, el auge del sector privado y la proliferación de proyectos de constelaciones satelitales y observatorios de exoplanetas refuerzan la necesidad de una cadena de suministro fiable y diversificada para la órbita baja.
La decisión de la NASA de utilizar Starliner principalmente como nave de carga podría suponer una oportunidad para Boeing de optimizar su tecnología y recuperar confianza, pero también plantea dudas sobre la viabilidad a largo plazo de mantener dos proveedores tripulados estadounidenses. Mientras tanto, la agencia sigue apostando por la competencia como garantía de acceso seguro y económico al espacio, en un contexto internacional cada vez más dinámico, en el que también las agencias espaciales chinas, indias y europeas refuerzan su presencia en la órbita baja y más allá.
En definitiva, la redefinición del contrato entre la NASA y Boeing para Starliner es un reflejo de la madurez y los retos del sector espacial actual. La capacidad de adaptación y la excelencia técnica serán claves para que los distintos actores públicos y privados continúen avanzando en la conquista y explotación del espacio, tanto en el ámbito científico como comercial.
(Fuente: SpaceNews)
