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Colapso en Baikonur deja a Rusia sin acceso inmediato a la Estación Espacial Internacional

Colapso en Baikonur deja a Rusia sin acceso inmediato a la Estación Espacial Internacional

Un grave incidente en el cosmódromo de Baikonur ha puesto en jaque la participación rusa en la Estación Espacial Internacional (EEI). El 27 de noviembre, poco después del exitoso lanzamiento del cohete Soyuz 2.1a con la nave tripulada Soyuz MS-28, se produjo el colapso de una estructura crítica en la plataforma de lanzamiento, dejando a Rusia temporalmente sin capacidad para enviar astronautas o suministros a la EEI desde su histórica base kazaja.

La plataforma afectada es una de las más antiguas y emblemáticas del programa espacial ruso: el Área 31/6, conocida como “Gagarinski Start” en honor al legendario cosmonauta Yuri Gagarin, primer ser humano en viajar al espacio en 1961. Aunque el lanzamiento de la Soyuz MS-28 se completó con éxito, poco después parte de la superestructura de la torre de servicio colapsó repentinamente durante las operaciones de poslanzamiento.

Este incidente no solo representa un duro golpe simbólico para Roscosmos, la agencia espacial rusa, sino que también acarrea importantes consecuencias técnicas y logísticas. El cosmódromo de Baikonur, situado en Kazajistán y arrendado por Rusia, ha sido durante décadas la principal puerta de acceso rusa al espacio. Con la caída de esta infraestructura, las opciones de lanzamiento de misiones tripuladas rusas quedan severamente limitadas.

El equipo de ingenieros y responsables de Roscosmos ha iniciado ya una investigación para determinar la causa exacta del colapso, que podría estar relacionada con el envejecimiento de los materiales y la falta de renovaciones profundas en las instalaciones, muchas de las cuales datan de la época soviética. De hecho, la estación y sus plataformas, aunque sometidas a mejoras periódicas, mantienen en gran parte el diseño original de mediados del siglo XX.

Para la logística de la EEI, la situación implica un desafío inmediato. Hasta hace pocos años, las cápsulas Soyuz eran el único medio para transportar astronautas hacia y desde la estación, especialmente tras la retirada de los transbordadores espaciales estadounidenses en 2011. El monopolio ruso se rompió recientemente tras la entrada en escena de compañías privadas estadounidenses como SpaceX, que, mediante su nave Crew Dragon, ha ofrecido una alternativa fiable y recurrente para los vuelos tripulados.

Sin embargo, la cooperación internacional en la EEI exige redundancia y capacidad de respuesta ante imprevistos. La incapacidad temporal de Rusia para lanzar desde Baikonur deja, por primera vez en décadas, a la agencia sin una vía directa para el envío de cosmonautas y carga desde su base principal. Aunque existen otras instalaciones de lanzamiento en Rusia continental, como el cosmódromo de Vostochny, éstas aún no se han homologado completamente para misiones tripuladas con la Soyuz.

En paralelo a esta crisis rusa, el sector espacial internacional sigue avanzando a ritmo frenético. En Estados Unidos, SpaceX continúa consolidando su liderazgo en lanzamientos orbitales, con el Falcon 9 y el Falcon Heavy acumulando récords de reutilización y regularidad. El desarrollo de Starship, el gigantesco vehículo de próxima generación, avanza pese a los retos técnicos, con vistas a misiones lunares y, en el futuro, a Marte.

Blue Origin, la compañía de Jeff Bezos, mantiene su apuesta por sistemas de lanzamiento reutilizables y prepara el esperado debut orbital del cohete New Glenn, mientras que Virgin Galactic sigue adelante con sus vuelos suborbitales turísticos, aunque por el momento sin amenazas para los programas de acceso rutinario a la órbita baja.

En el ámbito europeo, la española PLD Space marcó un hito este año con el lanzamiento exitoso de su cohete MIURA 1, demostrando la pujanza de la industria aeroespacial privada en el continente y abriendo el camino hacia vehículos de mayor capacidad.

Por su parte, la NASA centra sus esfuerzos en las misiones Artemisa, con el objetivo de regresar a la Luna antes del final de la década, mientras continúa su incansable exploración de exoplanetas mediante telescopios como el James Webb y el TESS. La búsqueda de mundos habitables fuera del sistema solar vive una auténtica edad dorada, con nuevos descubrimientos casi cada semana.

El colapso en Baikonur pone de manifiesto la vulnerabilidad de las infraestructuras espaciales heredadas de la era soviética y la urgente necesidad de inversiones en modernización y diversificación de las capacidades de acceso al espacio, tanto para garantizar la seguridad como la continuidad de los programas internacionales. El futuro inmediato de los vuelos tripulados rusos dependerá de la rapidez con la que Roscosmos logre reparar la plataforma o habilitar alternativas viables.

En un momento en que la cooperación y la rivalidad espacial entre potencias y empresas privadas alcanza cotas sin precedentes, este accidente sirve de recordatorio sobre la importancia de la resiliencia tecnológica y la colaboración internacional en la conquista del espacio.

(Fuente: NASASpaceflight)