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China acelera la carrera espacial: empresas del país clonan abiertamente el modelo SpaceX

China acelera la carrera espacial: empresas del país clonan abiertamente el modelo SpaceX

La industria espacial china ha dado un giro estratégico en los últimos meses, dejando atrás la discreción sobre su inspiración en el éxito de SpaceX. Si bien hasta ahora las compañías privadas y estatales del gigante asiático habían evitado reconocer abiertamente su mimetismo con la empresa de Elon Musk, la tendencia actual es radicalmente opuesta: clonar el modelo SpaceX ya no es motivo de vergüenza, sino que se anuncia como una virtud y una garantía de progreso tecnológico.

El fenómeno no es casual. En la última década, SpaceX ha revolucionado el sector aeroespacial global con la reutilización de cohetes, el abaratamiento de costes de lanzamiento, el desarrollo de motores como el Raptor y el ambicioso programa Starlink de satélites de comunicaciones. El Falcon 9 ha demostrado la fiabilidad y economía de la recuperación de primeras etapas, marcando un antes y un después en la industria. Este éxito no ha pasado desapercibido en China, donde decenas de empresas emergentes —con el respaldo de universidades, fondos de capital riesgo y, en muchos casos, del propio gobierno— han nacido con la misión explícita de emular el camino de SpaceX.

Las similitudes no se limitan al discurso empresarial o a las notas de prensa: el paralelismo técnico es sorprendente. Empresas como LandSpace, iSpace, Galactic Energy o Deep Blue Aerospace han presentado cohetes de diseño y prestaciones extraordinariamente similares a los Falcon 9 y Falcon Heavy, tanto en tamaño como en configuración de etapas y sistemas de aterrizaje vertical. Por ejemplo, LandSpace ha desarrollado el Zhuque-2, un lanzador de metano y oxígeno líquido, combustible que SpaceX ha popularizado con su motor Raptor. Deep Blue Aerospace, por su parte, ha realizado pruebas de salto vertical con prototipos que recuerdan a las primeras fases del desarrollo del Falcon 9 y Starship.

Incluso en la comunicación, la referencia a SpaceX es directa. Algunas startups no dudan en definir su objetivo como “convertirse en el SpaceX chino”, y utilizan imágenes de cohetes con trenes de aterrizaje desplegable, rampas de lanzamiento móviles y sistemas de grid fins, todos ellos elementos característicos de la empresa estadounidense. En ocasiones, los propios inversores y patrocinadores gubernamentales destacan la “transferencia acelerada de tecnología”, con la clara intención de cerrar la brecha con Occidente.

El contexto internacional añade presión a esta carrera. Estados Unidos y Europa observan con preocupación el rápido avance chino, que amenaza con arrebatarles el liderazgo en lanzamientos comerciales y exploración planetaria. Mientras la NASA centra sus esfuerzos en el regreso a la Luna con el programa Artemis y Europa apuesta por el Ariane 6 y los primeros vuelos comerciales de PLD Space —la empresa española que recientemente logró el hito de lanzar su cohete Miura 1 desde Huelva—, China avanza en paralelo tanto en el sector público como en el privado.

La Administración Nacional del Espacio de China (CNSA) mantiene su ambicioso calendario de misiones: la estación espacial Tiangong, el envío de sondas a Marte y la Luna, y la puesta en órbita de grandes constelaciones de satélites de comunicaciones. Pero el auténtico cambio de paradigma llega desde las empresas privadas, que aspiran a captar clientes internacionales y contratos gubernamentales con lanzadores de bajo coste y alta cadencia. El gobierno fomenta este ecosistema con subvenciones, acceso a infraestructuras estatales y una legislación cada vez más favorable.

El impacto de esta estrategia ya se percibe en el mercado mundial de lanzamientos. El año pasado, China fue responsable de 67 lanzamientos orbitales, sólo por detrás de Estados Unidos, y el porcentaje de lanzamientos realizados por compañías privadas chinas crece cada trimestre. Aunque aún están lejos de la capacidad y fiabilidad de SpaceX, la velocidad de aprendizaje y la asimilación de tecnologías occidentales sugieren que la competencia será feroz en los próximos años.

En paralelo, otras empresas privadas occidentales como Blue Origin o Virgin Galactic siguen su propio camino, aunque con ritmos y éxitos dispares. Blue Origin, de Jeff Bezos, avanza en el desarrollo del cohete New Glenn y los motores BE-4, mientras Virgin Galactic continúa con sus vuelos suborbitales turísticos, buscando consolidar un nicho de mercado diferente. En Europa, PLD Space ha abierto una vía esperanzadora para el “new space” español, posicionando su tecnología entre la de los grandes actores internacionales.

Sin embargo, el caso chino destaca por su capacidad de movilizar recursos, talento y voluntad política en un tiempo récord. El futuro de la exploración espacial, la puesta en órbita de satélites e incluso la búsqueda de exoplanetas estará inevitablemente marcado por la rivalidad entre los modelos estadounidense y chino. Mientras tanto, los clones de SpaceX fabricados en China ya no se esconden: se exhiben como la nueva vanguardia de la carrera espacial global.

(Fuente: Arstechnica)