Ciudadanos ayudan a verificar la precisión de los satélites en la medición de lagos terrestres

Desde hace ya siete años, cientos de voluntarios de todo el mundo han aportado su grano de arena para entender mejor nuestros recursos hídricos. A través del proyecto Lake Observations by Citizen Scientists and Satellites (LOCSS), ciudadanos anónimos se han convertido en piezas clave para la monitorización global de los niveles de agua en lagos, contribuyendo a una tarea que, hasta hace poco, recaía casi exclusivamente en agencias espaciales y equipos científicos especializados.
El proyecto LOCSS arrancó en 2017 con un objetivo tan ambicioso como práctico: comparar y validar las mediciones de nivel de agua captadas por satélites con datos recogidos de forma manual por voluntarios sobre el terreno. Los participantes, armados con sencillos bastones de medición y cámaras de sus teléfonos móviles, han recopilado miles de observaciones en lagos de América del Norte, Europa, África y Asia. Esta red de ciencia ciudadana ha permitido crear uno de los conjuntos de datos más completos y diversos sobre la dinámica lacustre a escala global.
La relevancia de la misión LOCSS se entiende mejor en el contexto de la creciente dependencia de técnicas de teledetección para el estudio de la Tierra. Satélites de observación como los de la NASA (Landsat, Sentinel-6 Michael Freilich en colaboración con la ESA, y el reciente Surface Water and Ocean Topography, SWOT), emplean radares de altimetría para medir milimétricamente las variaciones de altura en la superficie de lagos y ríos. Estos datos resultan fundamentales para la gestión de recursos hídricos, la predicción de sequías, el control de inundaciones y el análisis de los efectos del cambio climático.
Sin embargo, la precisión de las mediciones satelitales siempre ha estado sujeta a cierta incertidumbre. Factores como la vegetación periférica, la presencia de hielo o la reflectividad de la superficie pueden alterar los resultados. Aquí es donde la comparación con los datos obtenidos por voluntarios resulta esencial: permite identificar desviaciones sistemáticas y afinar los algoritmos de procesamiento de datos satelitales.
En el último análisis presentado por el equipo de LOCSS, se han cruzado miles de registros manuales con las lecturas obtenidas por satélites durante varios años. Los resultados son alentadores: en la mayoría de lagos monitorizados, la altimetría satelital presenta un margen de error inferior a 10 centímetros respecto a las mediciones humanas, aunque persisten desafíos en zonas muy vegetadas o en lagos de pequeño tamaño. Los investigadores destacan la importancia de seguir ampliando la base de datos, sobre todo en regiones poco monitorizadas, para mejorar la calibración global de los satélites.
El éxito de LOCSS no solo reside en su aportación científica, sino también en su capacidad para democratizar la investigación espacial y ambiental. El proyecto ha inspirado iniciativas similares en otras disciplinas, como la observación de exoplanetas a través de redes de telescopios amateur coordinados (campo donde destaca la colaboración entre la NASA y observatorios ciudadanos) o la recolección de datos atmosféricos mediante globos lanzados por escuelas y universidades.
Este enfoque colaborativo también está siendo adoptado por compañías como SpaceX y Blue Origin, que han impulsado programas educativos y de ciencia ciudadana en sus misiones recientes. SpaceX, por ejemplo, ha permitido a estudiantes participar en experimentos biológicos a bordo de la Estación Espacial Internacional, mientras que Blue Origin ha abierto plazas en sus lanzamientos suborbitales para proyectos educativos. Por su parte, la española PLD Space, pionera en el desarrollo de cohetes reutilizables en Europa, ha anunciado la inclusión de experimentos universitarios en su próximo vuelo del Miura 1, reforzando la implicación social en la exploración espacial.
Virgin Galactic, centrada en el turismo espacial, también ha mostrado interés en aprovechar sus vuelos para experimentos breves de microgravedad, algunos de ellos ideados por centros educativos y universidades. Todo ello refleja una tendencia creciente: la ciencia y la exploración espacial han dejado de ser dominio exclusivo de grandes agencias como la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) o la Agencia Espacial Japonesa (JAXA), para abrirse a la sociedad civil y a empresas privadas, en una dinámica de colaboración sin precedentes.
La labor de los voluntarios de LOCSS, validando desde tierra el trabajo de los satélites, demuestra que el futuro de la investigación espacial y ambiental será cada vez más participativo y global. A medida que se lanzan instrumentos como SWOT, diseñados específicamente para cartografiar todas las masas de agua superficiales del planeta, la contribución de la ciencia ciudadana se vuelve indispensable para garantizar la calidad y utilidad de los datos obtenidos desde el espacio.
La iniciativa LOCSS es un recordatorio de que, en la era de la teledetección y la exploración interplanetaria, la observación directa y la colaboración entre ciudadanos y científicos siguen siendo un pilar esencial del progreso científico y tecnológico. Este tipo de proyectos no solo enriquecen nuestro conocimiento del planeta, sino que también fomentan la implicación social en los grandes retos del siglo XXI.
(Fuente: NASA)
