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El Amazonas, el gran pulmón verde del planeta, pierde fuerza en su lucha contra el cambio climático

El Amazonas, el gran pulmón verde del planeta, pierde fuerza en su lucha contra el cambio climático

Durante décadas, la selva amazónica ha sido considerada un aliado crucial en la batalla contra el calentamiento global. Este vasto ecosistema, que se extiende por nueve países sudamericanos y cubre cerca de 5,5 millones de kilómetros cuadrados, ha absorbido ingentes cantidades de dióxido de carbono (CO2) emitido por actividades humanas, ralentizando así el avance del cambio climático. Sin embargo, investigaciones recientes han encendido las alarmas al indicar que esta función vital del Amazonas podría estar debilitándose, con consecuencias potencialmente graves para el equilibrio climático global.

El papel de los bosques como sumideros de carbono es fundamental: a través del proceso de fotosíntesis, los árboles capturan CO2 de la atmósfera y lo almacenan en su biomasa. Se estima que el Amazonas ha absorbido históricamente hasta un 25% de todo el CO2 generado por la humanidad desde la Revolución Industrial. Sin embargo, a medida que la deforestación, las olas de calor y las sequías extremas se intensifican, el equilibrio se está rompiendo.

Estudios publicados en la última década, basados en mediciones directas de la atmósfera y en el monitoreo de parcelas forestales, apuntan a que la capacidad de absorción del Amazonas ha disminuido hasta en un 30% respecto a los niveles de finales del siglo XX. En regiones como el sureste amazónico, los científicos han observado que el bosque está liberando más CO2 del que captura, convirtiéndose temporalmente en una fuente neta de carbono. Este fenómeno se debe, en gran medida, a la combinación de incendios forestales –muchos de ellos provocados para la expansión agrícola– y a la degradación progresiva de la selva.

Las imágenes de satélites de la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) han sido determinantes para comprender la magnitud del problema. Mediante sensores ópticos y de radar, estos satélites miden la superficie deforestada y la densidad de la vegetación, permitiendo estimar cuánto carbono se pierde con cada hectárea destruida. El programa Copernicus de la ESA, por ejemplo, ha documentado el incremento de áreas afectadas por incendios y la disminución de la biomasa forestal, datos que se correlacionan con los picos de emisiones de CO2 detectados en la región.

El debilitamiento del sumidero de carbono amazónico no solo tiene efectos locales, sino que repercute a escala planetaria. La selva alberga el 10% de la biodiversidad mundial y regula los ciclos hidrológicos que afectan al clima de Sudamérica y, por extensión, a los patrones meteorológicos globales. Si el Amazonas pierde su capacidad de absorber carbono, el ritmo del calentamiento global podría acelerarse, dificultando aún más el cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París para limitar el aumento de la temperatura media mundial.

En este contexto, las agencias espaciales juegan un papel cada vez más relevante. La NASA, a través de sus misiones GEDI (Global Ecosystem Dynamics Investigation) y OCO-2 (Orbiting Carbon Observatory-2), está proporcionando datos de alta resolución sobre el almacenamiento de carbono y los flujos de CO2 en la atmósfera. Estos instrumentos, instalados en la Estación Espacial Internacional y en satélites en órbita polar, permiten rastrear en tiempo real los cambios en la estructura forestal y la dinámica del carbono a escala global.

Por su parte, la ESA impulsa el satélite Biomass, cuyo lanzamiento está previsto para 2024. Este satélite equipará un radar de banda P capaz de penetrar en el dosel forestal y obtener mediciones precisas de la masa leñosa, una variable clave para estimar con exactitud cuánto carbono almacena la selva y cómo evoluciona ante las presiones humanas y climáticas.

Mientras tanto, la iniciativa privada también busca soluciones innovadoras. Empresas como SpaceX y Blue Origin, aunque centradas principalmente en el desarrollo de lanzadores reutilizables y el turismo espacial, han anunciado en los últimos años programas para minimizar su huella de carbono y colaboraciones con instituciones científicas para mejorar la observación de la Tierra desde el espacio. Virgin Galactic, por ejemplo, apoya investigaciones sobre el impacto medioambiental de los vuelos suborbitales y la monitorización de grandes ecosistemas como el Amazonas.

En el ámbito europeo, la española PLD Space se posiciona como actor emergente en el sector de lanzadores ligeros, facilitando el acceso a plataformas satelitales dedicadas a la observación de la Tierra. Esta tecnología, junto con el avance en el desarrollo de nanosatélites, es clave para mejorar la vigilancia continua de la deforestación y el cambio en los sumideros de carbono globales.

La incertidumbre persiste en cuanto a la velocidad y la magnitud del deterioro del sumidero amazónico, pero la comunidad científica coincide en la necesidad urgente de proteger este ecosistema y potenciar los sistemas de observación desde el espacio. Garantizar la salud del Amazonas es, en última instancia, salvaguardar el futuro climático del planeta.

(Fuente: ESA)