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El destino de la Vía Láctea y Andrómeda: ¿Colisión galáctica o coexistencia?

El destino de la Vía Láctea y Andrómeda: ¿Colisión galáctica o coexistencia?

Durante décadas, la comunidad científica ha sostenido que la Vía Láctea y la galaxia de Andrómeda estaban abocadas a un choque titánico dentro de unos 4.500 millones de años, un acontecimiento cósmico de proporciones colosales que remodelaría por completo nuestro vecindario galáctico. Sin embargo, una nueva investigación, basada en más de diez años de datos del Telescopio Espacial Hubble de la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA), así como observaciones precisas del satélite Gaia, pone en duda esta predicción y arroja una probabilidad del 50% de que ambas galaxias lleguen a colisionar en los próximos 10.000 millones de años.

Este estudio supone una revisión significativa de los modelos previos, que consideraban prácticamente inevitable la fusión entre la Vía Láctea y Andrómeda. Gracias a los avances tecnológicos en la astrometría —la medición precisa de posiciones y movimientos de objetos celestes—, los astrónomos pueden ahora determinar con mayor exactitud la trayectoria y velocidad relativa de estas dos gigantes cósmicas. El Hubble, operativo desde 1990, y Gaia, lanzado en 2013 por la ESA, han permitido recopilar un volumen de datos sin precedentes sobre el movimiento de estrellas y galaxias, esencial para comprender la dinámica a gran escala del universo.

Hasta hace poco, los cálculos se basaban principalmente en observaciones bidimensionales del movimiento aparente de Andrómeda en el cielo nocturno. Sin embargo, la capacidad de Gaia para medir la velocidad transversal (movimiento lateral respecto a nuestro punto de vista) ha añadido una dimensión crucial a nuestro entendimiento. Los datos actuales revelan que Andrómeda no se dirige hacia la Vía Láctea en una trayectoria perfectamente frontal, sino que existe un componente lateral más importante de lo que se pensaba. Esta desviación podría ser suficiente para que ambas galaxias se acerquen, interactúen gravitacionalmente y, en lugar de colisionar directamente, terminen orbitando una alrededor de la otra o incluso alejándose tras un «baile» gravitacional que duraría miles de millones de años.

El potencial encuentro entre la Vía Láctea y Andrómeda ha fascinado tanto a astrónomos como al público general, ya que se trata de las dos galaxias espirales más grandes del Grupo Local. Una colisión de este tipo no supondría un impacto destructivo como los que ocurren a escala planetaria, sino una fusión progresiva de estrellas, nubes de gas y polvo, que daría lugar a una galaxia elíptica gigante. Sin embargo, el nuevo estudio invita a reconsiderar este escenario: la posibilidad de que nunca lleguen a fundirse completamente es ahora tan probable como la tradicional predicción de colisión.

Este tipo de investigaciones ilustran el papel fundamental de las grandes misiones espaciales internacionales como Hubble y Gaia en la exploración del cosmos. Iniciativas similares desde el sector privado, como las de SpaceX —centrada en el transporte espacial— o Blue Origin —enfocada en la infraestructura espacial y la exploración—, han transformado la industria, abriendo el acceso al espacio y fomentando la colaboración con agencias públicas como la NASA y la ESA. En España, la empresa PLD Space avanza en el desarrollo de lanzadores reutilizables, demostrando el potencial europeo en el sector aeroespacial. Por su parte, Virgin Galactic continúa apostando por el turismo espacial suborbital, ampliando los horizontes de la exploración más allá de la órbita terrestre.

Mientras tanto, el futuro de la Vía Láctea y Andrómeda sigue siendo objeto de intenso debate científico. Lo que parece seguro es que, independientemente del desenlace, este proceso se desarrollará en escalas de tiempo que superan ampliamente la existencia humana. Los avances tecnológicos actuales permiten, no obstante, que nuestra generación pueda ser testigo de cómo se reescriben las predicciones sobre el destino de nuestra galaxia, un recordatorio de lo dinámico e imprevisible que es el universo.

(Fuente: ESA)