El enigma del Sur: El océano Austral se vuelve más salado pese a la pérdida récord de hielo

En un hallazgo que desafía las expectativas científicas, un equipo internacional de investigadores ha detectado un incremento notable en la salinidad de las aguas superficiales que rodean la Antártida, según los últimos datos del satélite SMOS (Soil Moisture and Ocean Salinity) de la Agencia Espacial Europea (ESA). Este fenómeno resulta especialmente paradójico en un contexto de rápido retroceso del hielo marino antártico, ya que lo habitual sería que el deshielo aportase agua dulce y, por tanto, redujera la salinidad superficial del océano Austral.
El satélite SMOS, lanzado en 2009, es una de las misiones pioneras en la observación global de la humedad del suelo y la salinidad de los océanos, proporcionando datos críticos para comprender el ciclo del agua y los procesos climáticos a escala planetaria. Equipado con un radiómetro de microondas de banda L, SMOS mide con precisión los cambios sutiles en la concentración de sal en la capa superior de los océanos, una variable clave para estudiar la dinámica marina y su interacción con la atmósfera.
El océano Austral, que circunda la Antártida, desempeña un papel esencial en la regulación térmica de la Tierra y en la circulación global de corrientes oceánicas. Es, además, uno de los principales sumideros de carbono y calor del planeta. Sin embargo, su comportamiento sigue planteando incógnitas, en gran parte debido a las extremas condiciones y la dificultad de realizar mediciones in situ. En este contexto, la observación satelital ha revolucionado la capacidad de los científicos para detectar tendencias a gran escala y a lo largo del tiempo.
Según el análisis recientemente publicado, los sensores de SMOS han registrado un aumento sostenido de la salinidad superficial en las aguas antárticas durante la última década. Este hecho contradice frontalmente los modelos tradicionales, que preveían una disminución de la salinidad como consecuencia lógica del vertido masivo de agua dulce procedente del deshielo. De hecho, el área cubierta por el hielo marino antártico ha alcanzado mínimos históricos en los últimos años, con una pérdida de más de dos millones de kilómetros cuadrados desde 2016, según datos de la NASA y el National Snow and Ice Data Center (NSIDC).
Las posibles causas de este fenómeno están aún bajo investigación. Una hipótesis sugiere que los cambios en los patrones de viento y las corrientes oceánicas, exacerbados por el cambio climático, podrían estar redistribuyendo las masas de agua y favoreciendo la afloración de aguas más salinas desde las profundidades. Otra posibilidad es que el agua dulce del deshielo esté siendo rápidamente exportada hacia latitudes más bajas, en lugar de mezclarse y diluir la salinidad local. Además, la intensificación de la evaporación superficial, derivada del aumento de temperaturas, podría estar contribuyendo a este sorprendente incremento de salinidad.
El equipo científico subraya la importancia de este hallazgo para entender las complejas retroalimentaciones que rigen el sistema climático global. La salinidad superficial no solo afecta la densidad del agua y, por tanto, la circulación termohalina –un motor fundamental del clima terrestre–, sino que también incide en la capacidad del océano para absorber dióxido de carbono y calor atmosférico.
El uso de satélites como SMOS y su sucesor, el futuro Copernicus ROSE-L, permitirá seguir monitorizando estas tendencias con mayor resolución temporal y espacial. Además, otras misiones internacionales, como el satélite estadounidense Aquarius (operativo hasta 2015) y el programa franco-indio Megha-Tropiques, contribuyen de forma complementaria a la obtención de datos críticos para el estudio de la salinidad global.
Este tipo de investigaciones es fundamental no solo para la comunidad científica, sino también para la sociedad en su conjunto. Comprender los mecanismos que están alterando el equilibrio del océano Austral es clave para prever el ritmo de aumento del nivel del mar, el comportamiento de las corrientes marinas y el futuro de los ecosistemas polares. Dada la influencia de la Antártida en el clima mundial, estos resultados ponen de manifiesto la necesidad de mantener y ampliar la vigilancia satelital y la cooperación internacional en el ámbito de la ciencia del clima y la oceanografía.
El incremento inesperado de la salinidad en el océano Austral constituye un nuevo reto para los expertos y abre interrogantes sobre la velocidad y las consecuencias de los cambios que ya están afectando al planeta. Solo gracias a la tecnología espacial de vanguardia y al análisis continuado de datos podremos anticipar y mitigar los efectos del calentamiento global en las próximas décadas.
(Fuente: ESA)

 
							 
							