El Pentágono planea una revolución en sus compras: auge para empresas espaciales ágiles

El Departamento de Defensa de Estados Unidos podría estar a las puertas de una transformación histórica en la forma en que adquiere tecnología, sistemas espaciales y servicios digitales. Este cambio, impulsado por una estrategia de “comercial primero”, promete abrir oportunidades inéditas a empresas del sector espacial y tecnológico capaces de innovar y adaptarse rápidamente a las cambiantes necesidades militares. El anuncio de una posible reforma integral en los procesos de adquisición, realizado por figuras clave como Pete Hegseth, ha generado una ola de expectativas entre actores públicos y privados del sector aeroespacial.
Un sistema tradicional en jaque
Durante décadas, los procedimientos de adquisición del Pentágono han sido criticados por su excesiva burocracia, lentitud y altos costes. El sistema actual, que favorece contratos a medida y marcos estrictos, tiende a beneficiar a gigantes como Lockheed Martin, Boeing o Northrop Grumman, cuyos procesos de desarrollo se ajustan a largos plazos y presupuestos elevados. Este modelo, sin embargo, ha demostrado ser poco compatible con la velocidad de evolución tecnológica que exigen los desafíos actuales, desde la ciberseguridad hasta la conquista del espacio.
El auge de la economía espacial y la revolución comercial
En los últimos diez años, la proliferación de compañías como SpaceX, Blue Origin, Virgin Galactic o la española PLD Space ha evidenciado que el sector privado puede suministrar servicios y tecnologías de vanguardia a un ritmo que supera, en ocasiones, al sector público. SpaceX, por ejemplo, ha roto paradigmas gracias a su rápido ciclo de diseño, prueba y despliegue de cohetes reutilizables, disminuyendo costes y tiempos de espera. La NASA, consciente de ello, ha apostado por modelos de contratos comerciales para sus misiones de suministro a la Estación Espacial Internacional y para el desarrollo del programa Artemis, que prevé el regreso del ser humano a la Luna.
En Europa, PLD Space avanza con su cohete Miura 1 —el primer lanzador privado del continente—, demostrando que la colaboración público-privada puede acelerar la innovación también fuera de Estados Unidos. Mientras tanto, la ESA (Agencia Espacial Europea) estudia fórmulas para integrar startups y empresas ágiles en sus proyectos, tomando nota del éxito norteamericano.
El papel de la NASA y las agencias privadas
El modelo de “comercial primero” no es ajeno a la NASA. Durante la última década, la agencia estadounidense ha externalizado cada vez más funciones, desde el transporte orbital hasta la exploración lunar. El programa Commercial Crew, pionero en este enfoque, permitió que Boeing y SpaceX compitieran para diseñar las cápsulas que hoy llevan astronautas a la órbita baja terrestre.
La colaboración se extiende a proyectos como el Human Landing System (HLS), donde empresas privadas desarrollan módulos lunares con financiación y supervisión estatal. Blue Origin, por ejemplo, se adjudicó recientemente un contrato para construir el segundo módulo de alunizaje del programa Artemis, mientras que empresas emergentes contribuyen con tecnologías de soporte vital, hábitats y sistemas de navegación.
Ventajas para las empresas innovadoras
Un giro definitivo hacia compras “comerciales primero” podría beneficiar especialmente a empresas con ciclos de innovación rápidos, estructuras ligeras y capacidad para asumir riesgos tecnológicos. Para compañías como SpaceX, acostumbradas a desarrollar prototipos, fracasar, aprender y volver a intentarlo en cuestión de meses, este nuevo paradigma representa una ventaja competitiva frente a los grandes contratistas tradicionales.
Además, esta estrategia podría facilitar la entrada de startups y pymes, que hasta ahora encontraban barreras insalvables en los procesos de licitación federales. El acceso a contratos más flexibles y orientados al producto terminado permitiría que soluciones innovadoras —desde satélites de observación hasta sistemas de inteligencia artificial— llegaran antes y a menor coste al campo de operaciones.
Desafíos y resistencias
No obstante, el cambio no está exento de desafíos. La transición a un modelo comercial implica riesgos asociados a la dependencia de proveedores privados, la seguridad de los datos y la integración de soluciones civiles en entornos militares críticos. Además, los grandes contratistas tradicionales podrían presionar para mantener su cuota de mercado, alegando motivos de seguridad nacional o soberanía tecnológica.
A pesar de ello, la presión competitiva internacional y la rápida evolución de amenazas híbridas —desde ciberataques hasta el uso militar del espacio— obligan al Pentágono a buscar fórmulas más ágiles y eficientes. La participación de empresas como Starlink, que ha proporcionado conectividad satelital en zonas de conflicto, demuestra que el sector privado puede responder de forma eficaz a necesidades estratégicas.
Un horizonte de oportunidades
El debate sobre la reforma de las adquisiciones del Pentágono está llamado a redefinir las relaciones entre el sector público y el privado en la industria aeroespacial. Si se consolida la tendencia “comercial primero”, veremos una aceleración en la incorporación de tecnologías disruptivas, desde nuevos sistemas de lanzamiento a misiones interplanetarias y la detección de exoplanetas. La colaboración entre agencias como la NASA, la ESA y actores privados será clave para afrontar los retos de la próxima década.
En definitiva, el impulso a las compras comerciales en defensa y espacio no solo modernizará la capacidad militar de Estados Unidos, sino que podría establecer un nuevo estándar global para la innovación y la cooperación en el sector aeroespacial.
(Fuente: SpaceNews)
