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El telescopio James Webb desafía los límites: primeras pistas sobre la atmósfera de TRAPPIST-1e

El telescopio James Webb desafía los límites: primeras pistas sobre la atmósfera de TRAPPIST-1e

En los últimos días, la comunidad científica internacional ha centrado su atención en dos estudios pioneros que exploran la atmósfera de TRAPPIST-1e, uno de los siete planetas que giran alrededor de la enana roja TRAPPIST-1, situada a tan solo 40 años luz de la Tierra. Estos trabajos, que aprovechan las capacidades sin precedentes del telescopio espacial James Webb (JWST), marcan un hito en la búsqueda de mundos potencialmente habitables más allá del Sistema Solar.

El sistema TRAPPIST-1 fue descubierto en 2017 por el telescopio TRAPPIST (Transiting Planets and Planetesimals Small Telescope), gestionado desde Bélgica, y pronto se convirtió en un referente para el estudio de exoplanetas. Lo que hace especialmente atractivo a TRAPPIST-1e es su tamaño, muy similar al de la Tierra, y su ubicación dentro de la llamada “zona habitable” del sistema, donde las condiciones podrían permitir la existencia de agua líquida en la superficie.

Los dos artículos recientes, publicados en revistas de alto impacto, describen las primeras observaciones directas del JWST sobre la atmósfera de TRAPPIST-1e. Utilizando su espectrógrafo de infrarrojo cercano, los equipos científicos han tratado de identificar la presencia de moléculas clave como el dióxido de carbono, el vapor de agua o el metano, compuestos considerados esenciales para la vida tal y como la conocemos.

Sin embargo, y pese al entusiasmo generado por estos resultados iniciales, una revisión llevada a cabo por el astrofísico Sukrit Ranjan, de la Universidad de Arizona, ha puesto de manifiesto la necesidad de cautela. Ranjan sostiene que, aunque los datos son prometedores, aún no se dispone de pruebas concluyentes que permitan afirmar la existencia de una atmósfera significativa en TRAPPIST-1e. Según su análisis, las señales detectadas pueden explicarse tanto por la presencia de una atmósfera moderada como por la ausencia total de gases envolventes, debido a los límites de sensibilidad actuales del James Webb.

Esta advertencia subraya la complejidad de estudiar exoplanetas de tamaño terrestre, especialmente cuando orbitan estrellas enanas rojas como TRAPPIST-1. Estos astros, aunque mucho más fríos y pequeños que nuestro Sol, suelen ser muy activos y emiten frecuentes llamaradas que pueden erosionar con rapidez las atmósferas de los planetas cercanos. De hecho, uno de los grandes interrogantes de la astrobiología moderna es si estos mundos pueden retener una atmósfera estable durante miles de millones de años.

El interés por TRAPPIST-1e se enmarca en un contexto de creciente colaboración internacional y avances tecnológicos. El telescopio James Webb, lanzado en 2021 como fruto de la cooperación entre NASA, ESA y la Agencia Espacial Canadiense, ha revolucionado la observación del cosmos con su capacidad para captar el tenue resplandor de atmósferas planetarias a través del método de tránsito. Este consiste en analizar cómo la luz de la estrella anfitriona cambia al atravesar la atmósfera del planeta durante su paso por delante de la misma.

Por otro lado, empresas privadas como SpaceX o Blue Origin, aunque centradas principalmente en el transporte espacial y el desarrollo de infraestructuras orbitales, no pierden de vista el potencial de la exploración exoplanetaria. A través de colaboraciones con la NASA y otras agencias, su tecnología podría ser clave para lanzar nuevos telescopios y misiones destinadas a la búsqueda de vida fuera del Sistema Solar en las próximas décadas.

En el panorama español, compañías emergentes como PLD Space también están acelerando el desarrollo de cohetes reutilizables que podrían facilitar el acceso al espacio para instrumentos científicos de nueva generación. Aunque su foco actual está en el lanzamiento de pequeños satélites, la experiencia adquirida podría allanar el camino para futuras misiones de exploración planetaria.

Mientras tanto, la competencia en el turismo espacial, liderada por Virgin Galactic, sigue demostrando cómo los avances en la ingeniería aeroespacial pueden repercutir en otros ámbitos científicos. El perfeccionamiento de vuelos suborbitales y orbitales abre la puerta a la realización de experimentos biológicos y astrofísicos en microgravedad, un entorno que será crucial para entender los procesos de formación y evolución planetaria.

En definitiva, el caso de TRAPPIST-1e ilustra tanto el enorme potencial de la tecnología actual como los desafíos que aún quedan por superar en la caracterización de mundos lejanos. Aunque no se puede confirmar todavía la presencia de una atmósfera, cada nuevo dato nos acerca un poco más a desvelar el misterio de si estamos solos en el universo.

La exploración de exoplanetas como TRAPPIST-1e continúa siendo uno de los grandes retos de la ciencia moderna y, sin duda, los próximos años nos depararán avances espectaculares gracias a la cooperación entre agencias públicas y empresas privadas. (Fuente: SpaceDaily)