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Europa refuerza la limpieza orbital: la ESA se compromete a eliminar la basura espacial para 2030

Europa refuerza la limpieza orbital: la ESA se compromete a eliminar la basura espacial para 2030

La proliferación de basura espacial en las órbitas terrestres se ha convertido en uno de los retos más críticos para la sostenibilidad de la exploración espacial. Con miles de satélites activos y en desuso, etapas superiores de cohetes y fragmentos resultantes de antiguas colisiones, el entorno orbital de la Tierra afronta un futuro incierto si no se toman medidas contundentes. Ante esta amenaza creciente, la Agencia Espacial Europea (ESA) ha dado un paso decisivo al reforzar su programa de Seguridad Espacial con un ambicioso objetivo: lograr que todas sus misiones, a partir de 2030, sean diseñadas para operar y desintegrarse de forma segura, sin dejar residuos que contribuyan al problema de los desechos espaciales.

La iniciativa, conocida como “Zero Debris approach” o enfoque de Cero Residuos, no solo aspira a evitar la generación de nuevos fragmentos, sino que también busca instaurar los principios de una economía circular en el espacio. Este concepto, cada vez más relevante en la industria terrestre, se traslada así al ámbito espacial para garantizar que las actividades humanas fuera de nuestro planeta tengan el menor impacto posible sobre la Tierra y sus recursos.

El legado de la basura espacial

El problema de los residuos orbitales no es nuevo. Desde el lanzamiento del Sputnik en 1957, cada misión ha dejado su huella en forma de satélites inactivos, piezas sueltas y restos de colisiones o explosiones. Actualmente, se estima que existen más de 34.000 objetos mayores de 10 cm orbitando la Tierra, junto a millones de fragmentos más pequeños imposibles de rastrear, pero igualmente peligrosos para las misiones tripuladas y los satélites operativos.

El riesgo no es solo teórico: en 2009, la colisión entre el satélite estadounidense Iridium 33 y el ruso Cosmos 2251 generó un enjambre de más de 2.000 fragmentos catalogados, poniendo en jaque la seguridad de otras misiones. Desde entonces, la comunidad internacional ha intensificado los esfuerzos para mitigar este problema, aunque el ritmo de lanzamientos —impulsado por empresas como SpaceX y su megaconstelación Starlink— plantea nuevos desafíos.

Innovación y cooperación global

La estrategia de la ESA se centra en dos pilares fundamentales: la prevención y la remediación. Por un lado, a partir de 2030, todos los nuevos satélites y misiones deberán diseñarse para asegurar su retirada controlada al final de su vida útil, ya sea reentrando en la atmósfera de forma segura o desplazándose a órbitas cementerio. Esto implica avances en sistemas de propulsión, mecanismos de autodestrucción segura y materiales que se desintegren completamente durante la reentrada.

Por otro lado, la ESA está impulsando misiones pioneras para la retirada activa de basura espacial. Un ejemplo destacado es la colaboración con la startup suiza ClearSpace, que prepara el lanzamiento de la misión ClearSpace-1, prevista para mediados de esta década. El objetivo será capturar y desorbitar un objeto inerte, marcando un hito en la gestión activa de desechos orbitales.

El enfoque europeo contrasta con las estrategias de otras agencias y empresas privadas. La NASA, por ejemplo, ha establecido directrices estrictas para la mitigación de residuos, mientras que SpaceX incorpora maniobras automáticas de desorbitado en sus satélites Starlink. Blue Origin y Virgin Galactic, centradas en el turismo espacial suborbital, tienen menor impacto en las órbitas bajas, pero también deben adaptarse a las nuevas normativas. En el ámbito nacional, la española PLD Space, pionera en cohetes reutilizables, integra la sostenibilidad en el diseño de sus lanzadores Miura, minimizando los restos generados en cada misión.

Economía circular más allá de la Tierra

La visión de la ESA no se limita a la mera limpieza orbital. La agencia aboga por una auténtica economía circular en el espacio, reutilizando y reciclando materiales, y minimizando la extracción de recursos terrestres. Esto se traduce en el desarrollo de tecnologías como la impresión 3D con materiales reciclados de satélites fuera de servicio, o la reutilización de componentes mediante robótica avanzada.

Este enfoque holístico no solo protegerá las operaciones futuras, sino que también preservará el acceso al espacio para las próximas generaciones. La colaboración internacional será clave, ya que el espacio es un recurso compartido que requiere la implicación de gobiernos, agencias y empresas privadas para garantizar su sostenibilidad.

El compromiso de la ESA con la limpieza orbital y la economía circular marca un punto de inflexión en la gestión del entorno espacial. Si se logran los objetivos propuestos para 2030, Europa se consolidará como líder en la protección del espacio, inspirando a otros actores a seguir el mismo camino y asegurando un futuro sostenible para la exploración y el uso pacífico del cosmos.

(Fuente: ESA)