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La misión SMOS de la ESA, clave para medir el carbono almacenado en los bosques

La misión SMOS de la ESA, clave para medir el carbono almacenado en los bosques

El almacenamiento de carbono en los bosques es un factor esencial para comprender los ciclos climáticos y diseñar estrategias de mitigación frente al cambio climático. Aunque existen diversos métodos para calcular la cantidad de carbono retenido en la biomasa forestal, la Agencia Espacial Europea (ESA) ha dado un paso adelante al emplear los datos recogidos por el satélite SMOS (Soil Moisture and Ocean Salinity) para estimar este parámetro crucial.

El satélite SMOS, lanzado en 2009, fue diseñado inicialmente para medir la humedad del suelo y la salinidad superficial de los océanos. Sin embargo, la comunidad científica pronto advirtió que sus sensores de microondas de banda L podían ofrecer información adicional sobre la vegetación terrestre, abriendo nuevas posibilidades para la monitorización global de los bosques.

A diferencia de otros satélites que emplean sensores ópticos o de radar, SMOS utiliza un radiómetro de microondas pasivo, capaz de captar las emisiones naturales de la superficie terrestre a una frecuencia de 1,4 GHz. Este enfoque permite obtener datos incluso bajo nubes densas o en zonas boscosas donde la cobertura vegetal puede dificultar la observación directa desde el espacio.

Recientemente, un equipo internacional de científicos ha publicado un estudio que evalúa la fiabilidad de los datos de SMOS como indicador («proxy») del carbono almacenado en los bosques. Los investigadores compararon las observaciones de SMOS con mediciones in situ y modelos ecológicos avanzados, concluyendo que la correlación es significativa, especialmente en grandes extensiones de bosque boreal y templado.

El estudio destaca la importancia de contar con series temporales largas y consistentes, como las que aporta SMOS desde hace más de una década. Estos datos permiten detectar tendencias a largo plazo en la dinámica forestal, identificar áreas donde el secuestro de carbono está aumentando o disminuyendo, y monitorizar los efectos de perturbaciones como incendios, talas o cambios climáticos extremos.

Más allá de la capacidad de SMOS para medir la humedad del suelo –fundamental para la agricultura y la gestión de recursos hídricos–, este hallazgo refuerza su papel como herramienta global de vigilancia ambiental. La ESA ya ha anunciado planes para futuras misiones que ampliarán la capacidad de observación de la biomasa terrestre, como el satélite Biomass, previsto para lanzamiento en 2024, que empleará radar de banda P para penetrar incluso en selvas densas.

En el contexto internacional, el interés por estimar el carbono forestal no es exclusivo de Europa. La NASA, por ejemplo, ha impulsado misiones como GEDI (Global Ecosystem Dynamics Investigation), que utiliza un lidar instalado en la Estación Espacial Internacional para cartografiar la altura y estructura de la vegetación. Estas iniciativas, junto con los desarrollos de agencias como la japonesa JAXA o la canadiense CSA, están sentando las bases para una cartografía global y actualizada del carbono almacenado en la biosfera.

El desarrollo de tecnologías satelitales para la observación de la Tierra también está atrayendo la atención de actores privados. Empresas como Planet Labs, con sus constelaciones de nanosatélites, y startups europeas enfocadas en la monitorización medioambiental, están contribuyendo a aumentar la resolución y frecuencia de los datos disponibles.

En España, la compañía PLD Space, conocida por su desarrollo de cohetes reutilizables como MIURA 1 y MIURA 5, ha mostrado interés en el despliegue de pequeños satélites para aplicaciones científicas y medioambientales, aunque por el momento sus esfuerzos se centran en el acceso al espacio.

El avance en la monitorización del carbono forestal representa una herramienta estratégica no solo para los científicos, sino también para responsables políticos y gestores de recursos naturales. Permite cuantificar con mayor precisión los sumideros de carbono, evaluar el cumplimiento de compromisos internacionales como el Acuerdo de París y diseñar políticas de conservación más eficaces.

La colaboración entre agencias espaciales, instituciones de investigación y empresas tecnológicas será clave para seguir perfeccionando estos métodos y asegurar que la información obtenida desde el espacio contribuya de manera efectiva a la protección de los bosques y la lucha contra el cambio climático. Los datos de SMOS y futuras misiones de observación prometen revolucionar nuestra capacidad para entender y proteger uno de los recursos más valiosos del planeta.

(Fuente: ESA)