La verdadera guerra espacial se libra en el ciberespacio: amenazas y desafíos en la era digital

En los últimos años, la exploración y utilización del espacio exterior han experimentado un auge sin precedentes, impulsado tanto por agencias gubernamentales como la NASA y la ESA, como por empresas privadas como SpaceX, Blue Origin, Virgin Galactic o la española PLD Space. Sin embargo, mientras los titulares suelen centrarse en lanzamientos espectaculares, descubrimientos de exoplanetas o nuevos desarrollos tecnológicos, existe una batalla menos visible pero igual de crucial que se está librando más allá de la atmósfera terrestre: la guerra en el ciberespacio.
El director del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL), Charles Scolese, ha advertido recientemente sobre la creciente amenaza que suponen los ataques cibernéticos para la infraestructura espacial. Según Scolese, “el coste de entrada en el ámbito cibernético es relativamente bajo, por lo que seguimos estando muy preocupados por ello”. Esta declaración pone de manifiesto un hecho inquietante: hoy en día, no hace falta poseer cohetes ni sofisticados satélites para afectar de manera decisiva a los activos espaciales; basta con un ordenador, conocimientos técnicos y acceso a internet.
El auge del sector espacial privado y público ha multiplicado los objetivos potenciales para ataques digitales. Satélites de comunicaciones, sistemas de navegación como el GPS o Galileo, telescopios espaciales y naves interplanetarias dependen en gran medida de su conectividad digital. Un acceso no autorizado a estos sistemas podría tener consecuencias catastróficas, desde la interrupción de servicios críticos hasta la manipulación de datos científicos o la pérdida total de vehículos espaciales.
Caso paradigmático es el de SpaceX, cuya constelación Starlink ha revolucionado el acceso a internet en todo el mundo, proporcionando conectividad incluso en zonas de conflicto como Ucrania. Sin embargo, la propia Starlink ha sido objeto de diversos intentos de interferencia y hackeo, demostrando que incluso los sistemas más avanzados son susceptibles a vulnerabilidades. Elon Musk, CEO de SpaceX, ha reconocido públicamente la presión constante para proteger la red frente a intrusiones, lo que ha llevado a la compañía a invertir fuertemente en ciberseguridad y en la actualización continua de sus protocolos.
Por su parte, Blue Origin, la empresa fundada por Jeff Bezos, también ha incrementado sus esfuerzos en la protección digital de sus lanzadores y datos de misión. Aunque sus principales actividades están centradas en el turismo espacial y el desarrollo de cohetes reutilizables como el New Shepard y el futuro New Glenn, la compañía es consciente de que cada fase del proceso, desde el diseño hasta el lanzamiento, puede ser vulnerable a ataques informáticos.
La NASA, pionera en la exploración espacial, no es ajena a estos riesgos. En 2021, la agencia reconoció varios intentos de acceso no autorizado a sus sistemas. Además de proteger sus propias misiones, la NASA colabora estrechamente con socios internacionales y empresas privadas para establecer estándares de ciberseguridad comunes que permitan blindar la infraestructura espacial global. La Agencia Espacial Europea (ESA) comparte estas preocupaciones y ha puesto en marcha iniciativas específicas para fortalecer la defensa digital de sus satélites y misiones científicas.
En el ámbito nacional, España no se queda atrás. PLD Space, la empresa ilicitana que ha logrado situar a nuestro país en el mapa de lanzadores espaciales gracias a su cohete Miura 1, presta especial atención a la protección de sus sistemas ante posibles ciberamenazas, conscientes de que un fallo en la seguridad digital podría comprometer incluso el éxito de sus lanzamientos.
Otro aspecto relevante es la protección de los datos científicos. Telescopios espaciales como el Hubble, el James Webb y el próximo Euclid, así como misiones dedicadas a la búsqueda de exoplanetas, generan ingentes cantidades de información valiosa que podría ser objeto de espionaje o manipulación. La integridad de estos datos es esencial para el avance del conocimiento humano, por lo que las agencias responsables destinan importantes recursos a su custodia digital.
El reto del ciberespacio no afecta únicamente a la seguridad de los activos espaciales, sino que también plantea nuevos desafíos legales y diplomáticos. Las normativas internacionales sobre el uso pacífico del espacio, recogidas en tratados como el de 1967, no previeron la dimensión digital de la guerra espacial. Hoy, los expertos abogan por la creación de protocolos específicos que regulen la conducta en el ciberespacio y sancionen los ataques a infraestructuras críticas.
En definitiva, la auténtica “guerra espacial” de nuestro siglo se libra en gran medida en el terreno virtual. Mientras el mundo sigue fascinado por los avances en lanzadores reutilizables, el turismo espacial o la búsqueda de vida en exoplanetas, la protección digital de la infraestructura espacial se ha convertido en una prioridad de primer orden. El futuro de la exploración y la explotación del espacio dependerá tanto de la capacidad de innovación tecnológica como de la solidez de las defensas cibernéticas.
(Fuente: SpaceNews)

 
							 
							