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Tormenta solar extrema: la ESA pone a prueba la resiliencia de sus satélites con una simulación sin precedentes

Tormenta solar extrema: la ESA pone a prueba la resiliencia de sus satélites con una simulación sin precedentes

El centro de control de la Agencia Espacial Europea (ESA) en Darmstadt, Alemania, se convirtió recientemente en escenario de una crisis espacial simulada, diseñada para llevar al límite la capacidad de reacción de sus equipos ante una de las amenazas más temidas para la tecnología orbital: una tormenta solar de magnitud extrema. Si bien los efectos devastadores de este fenómeno no ocurrieron en realidad, la campaña de simulación supuso una experiencia única para los responsables de la misión Sentinel-1D, el próximo satélite de observación terrestre del programa Copernicus.

La simulación supuso una interrupción total de las comunicaciones, la pérdida de navegación, fallos generalizados en los sistemas electrónicos y un riesgo inminente de colisión con otros objetos en órbita. Esta situación ficticia es, sin embargo, perfectamente plausible: las tormentas solares, originadas por erupciones en la superficie del Sol, liberan enormes cantidades de partículas energéticas y radiación electromagnética capaces de alterar los sistemas electrónicos, provocar apagones y desorientar las naves espaciales.

El ejercicio, llevado a cabo en los últimos días, se encuadra dentro de una campaña más amplia de preparación para el lanzamiento de Sentinel-1D, programado para los próximos meses. Sentinel-1D sustituirá a su gemelo Sentinel-1A, que desde 2014 proporciona imágenes radar de alta resolución para monitorizar el medio ambiente, la agricultura y la gestión de desastres naturales. La nueva versión incorpora mejoras tecnológicas y una mayor resistencia a los efectos del clima espacial, un factor cada vez más relevante dada la creciente actividad solar prevista para este ciclo.

La importancia de la simulación radica en la posibilidad de ensayar protocolos de emergencia en condiciones realistas. Los expertos de la ESA tuvieron que enfrentarse a la pérdida súbita de telemetría, la imposibilidad de enviar comandos al satélite y la detección de trayectorias peligrosas de fragmentos espaciales, todo ello bajo la presión de tomar decisiones en cuestión de minutos. «Nunca habíamos abordado una situación de tal gravedad en las simulaciones», reconocen fuentes de la agencia.

Las tormentas solares han sido responsables de incidentes históricos en la era espacial. Uno de los casos más notables fue el apagón de Quebec en 1989, cuando una eyección de masa coronal del Sol dejó sin electricidad a millones de personas y dañó satélites en órbita. Más recientemente, en 2003, la llamada «Tormenta de Halloween» provocó la pérdida de contacto con varias sondas y obligó a modificar rutas de vuelos polares. La amenaza es especialmente preocupante en la actualidad, con miles de satélites operativos, como los de las megaconstelaciones de SpaceX (Starlink) y OneWeb, que dependen de la electrónica avanzada y la navegación por GPS.

Empresas privadas como SpaceX han experimentado en primera persona los efectos del clima espacial. En febrero de 2022, una tormenta geomagnética destruyó 40 satélites de Starlink recién lanzados, al aumentar la densidad de la atmósfera y provocar su reentrada prematura. El propio Elon Musk reconoció la necesidad de reforzar las medidas de protección y dotar a las futuras generaciones de satélites de blindaje adicional y sistemas de apagado autónomo para sobrevivir a estos eventos. Blue Origin, la compañía de Jeff Bezos, también ha anunciado inversiones en tecnologías de resistencia ante el clima espacial para sus vehículos New Glenn y sistemas de carga útil.

La NASA, por su parte, cuenta con el programa Space Weather, que monitoriza en tiempo real las erupciones solares y emite alertas a operadores de satélites y misiones tripuladas. La coordinación internacional es clave: la ESA, la NASA y otras agencias como JAXA (Japón) y CNSA (China) intercambian datos y protocolos para minimizar el impacto de las tormentas solares sobre la infraestructura espacial y terrestre.

El caso de Sentinel-1D refleja la creciente preocupación en la comunidad espacial por la vulnerabilidad de los satélites ante fenómenos naturales extremos. El auge de la exploración planetaria y la detección de exoplanetas por telescopios como el James Webb o el futuro PLATO de la ESA también depende de la integridad de los sistemas electrónicos en órbita. Proteger los satélites de la radiación solar no solo es esencial para la observación científica y la navegación, sino también para garantizar servicios críticos como las telecomunicaciones, el pronóstico meteorológico o la gestión de emergencias.

La campaña de simulación de la ESA en Darmstadt no solo ha servido para identificar puntos débiles en los protocolos actuales, sino que ha demostrado la importancia de la preparación y la resiliencia ante amenazas imprevisibles. En un entorno espacial cada vez más congestionado y dependiente de la tecnología, la capacidad de respuesta ante crisis será un factor determinante para el éxito de futuras misiones, tanto públicas como privadas.

Con ejercicios como este, Europa refuerza su papel de liderazgo en la gestión de riesgos espaciales, sentando las bases para una cooperación internacional más estrecha y sistemas más robustos capaces de soportar incluso las tormentas solares más intensas. (Fuente: ESA)