Un exoplaneta provoca potentes erupciones en su estrella y pierde atmósfera a gran velocidad

Un equipo internacional de astrónomos, empleando el sofisticado telescopio espacial Cheops de la Agencia Espacial Europea (ESA), ha logrado observar un fenómeno sin precedentes en un sistema planetario lejano. Han descubierto que un exoplaneta, situado a cientos de años luz de la Tierra, está provocando violentas erupciones de radiación en la estrella que orbita. Estas fulguraciones, de enorme intensidad, están arrancando progresivamente la atmósfera del planeta, que disminuye de tamaño año tras año.
El protagonista de este hallazgo es un exoplaneta gaseoso de tipo «Júpiter caliente», situado extremadamente cerca de su estrella anfitriona. A diferencia de los planetas de nuestro sistema solar, que mantienen órbitas relativamente distantes de su estrella madre, los Júpiter calientes giran a altísimas velocidades y a distancias mínimas, sufriendo temperaturas que superan los 1.000 °C. Esta proximidad extrema somete a los planetas a intensos campos gravitatorios y radiación estelar constante.
En este caso, gracias a las precisas observaciones de Cheops —un telescopio lanzado por la ESA en 2019 y especializado en el estudio de exoplanetas—, los investigadores han podido detectar fulguraciones estelares mucho más frecuentes y potentes de lo habitual. Lo verdaderamente sorprendente es que la presencia y la órbita del exoplaneta parecen estar desencadenando estas explosiones de radiación en la superficie de la estrella, un comportamiento que hasta ahora solo se había teorizado.
La mecánica detrás de este fenómeno implica una compleja interacción magnética. A medida que el planeta completa su órbita, aproximadamente cada pocos días, su campo magnético interactúa con el de la estrella. Esta interacción actúa como una chispa que desencadena las erupciones o «flares», similares a las tormentas solares pero mucho más intensas. Los astrónomos han calculado que estas explosiones son suficientes para lanzar potentes ráfagas de radiación ultravioleta y rayos X hacia el planeta.
Las consecuencias para el exoplaneta son dramáticas. Su atmósfera, compuesta en su mayoría por hidrógeno y helio, es extremadamente tenue y vulnerable a la radiación estelar. Cada nueva oleada de partículas energéticas arranca parte de la envoltura gaseosa, provocando una pérdida continua de masa atmosférica. Según los modelos computacionales desarrollados por la ESA y sus colaboradores, el planeta podría perder una fracción significativa de su atmósfera en escalas de tiempo relativamente cortas, posiblemente en apenas unos millones de años.
Este descubrimiento aporta una pieza clave al rompecabezas de la evolución de los exoplanetas, especialmente de aquellos situados en entornos extremos. Hasta ahora, la mayoría de estudios sobre la pérdida atmosférica se habían centrado en la acción directa de la radiación estelar. Sin embargo, la evidencia reunida por Cheops demuestra que la interacción magnética entre planeta y estrella puede acelerar enormemente estos procesos.
La misión Cheops se ha consolidado como una de las herramientas más precisas para el estudio de exoplanetas desde su puesta en órbita. Su capacidad para medir con gran exactitud los tránsitos planetarios —cuando un planeta pasa frente a su estrella y bloquea parcialmente su luz— ha permitido a los científicos analizar la composición atmosférica y los cambios en el tamaño aparente del planeta. En este caso, el equipo detectó una ligera pero constante disminución en el radio del exoplaneta, evidencia directa de la pérdida de atmósfera.
El hallazgo reviste especial importancia en el contexto de la búsqueda de vida fuera del sistema solar. Si bien los Júpiter calientes no son candidatos a albergar vida tal y como la conocemos, los procesos de interacción magnética y pérdida atmosférica observados aquí podrían estar actuando también en planetas rocosos más pequeños, potencialmente habitables. Comprender estos mecanismos es esencial para refinar los criterios de habitabilidad y para interpretar correctamente las observaciones de futuras misiones, como la del telescopio James Webb de la NASA o el futuro ARIEL de la ESA, ambos centrados en el estudio detallado de atmósferas exoplanetarias.
La colaboración internacional en torno a Cheops evidencia el papel creciente de Europa en la exploración de exoplanetas, un campo que vive una auténtica revolución gracias a la cooperación entre agencias públicas y empresas privadas. Mientras SpaceX y Blue Origin han transformado el acceso al espacio y la NASA continúa desvelando los secretos del cosmos con telescopios como TESS y Hubble, la ESA consolida su liderazgo científico con misiones como Cheops y las futuras PLATO y ARIEL.
Este descubrimiento marca un nuevo hito en nuestra comprensión de los complejos vínculos entre planetas y estrellas, y subraya la importancia de la observación continua y de alta precisión para desentrañar los procesos físicos que rigen la evolución de los mundos más allá de nuestro sistema solar.
(Fuente: ESA)

 
							 
							