Un «termómetro» para la salud del espacio: la ESA lanza un índice pionero para medir la congestión orbital

La carrera por conquistar el espacio ha traído consigo un problema silencioso pero cada vez más acuciante: la congestión y contaminación de la órbita terrestre. Satélites de comunicaciones, constelaciones para internet global, telescopios y restos de lanzamientos pasados comparten el mismo entorno, convirtiendo al espacio cercano en una autopista orbital repleta de potenciales riesgos. Ahora, la Agencia Espacial Europea (ESA) ha decidido dar un paso histórico para monitorizar y cuantificar el impacto de la actividad humana fuera de nuestro planeta. La próxima edición de su informe anual sobre el entorno espacial incluirá, por primera vez, un índice de salud ambiental que permitirá a científicos, ingenieros y responsables políticos obtener de un solo vistazo el “estado de salud” de la órbita terrestre.
Un entorno en rápido deterioro
La órbita baja terrestre (LEO, por sus siglas en inglés) se ha transformado radicalmente en la última década. Empresas como SpaceX, con su mega-constelación Starlink, y OneWeb, han desplegado miles de satélites en apenas unos años, revolucionando el acceso a internet pero también multiplicando la densidad de objetos en torno al planeta. Según datos recientes, hay más de 30.000 objetos catalogados en órbita y millones de fragmentos menores que no pueden ser rastreados en tiempo real. La NASA, la Agencia Espacial Europea, la china CNSA y el programa espacial ruso, junto a nuevos actores como la española PLD Space y la india ISRO, han contribuido al incremento exponencial de lanzamientos y satélites activos.
El problema no es solo la congestión: la acumulación de basura espacial —desde etapas superiores de cohetes hasta restos de colisiones y satélites fuera de servicio— eleva el riesgo de impactos catastróficos. Tal fue el caso del satélite Iridium-33, que en 2009 colisionó con el satélite ruso Kosmos-2251, generando más de 2.000 fragmentos que aún hoy se monitorizan. Los expertos advierten de que una reacción en cadena de colisiones, conocida como síndrome de Kessler, podría hacer inoperativas regiones enteras del espacio, poniendo en jaque desde sistemas de navegación hasta la observación terrestre y las misiones científicas.
Un índice para medir el “pulso” del espacio
Hasta ahora, los informes anuales de la ESA sobre el entorno espacial ofrecían datos desglosados sobre el número de objetos, eventos de fragmentación y predicciones de evolución del entorno orbital. Sin embargo, la falta de una métrica agregada dificultaba la evaluación rápida de los progresos (o retrocesos) en la gestión de la contaminación espacial.
El nuevo índice de salud ambiental de la ESA pretende llenar ese vacío. Inspirado en indicadores como el índice de calidad del aire o el de salud de los océanos, este índice sintetizará en un solo valor numérico la situación global de la órbita terrestre. Para su cálculo, se tendrán en cuenta variables como la densidad de objetos, el cumplimiento de las normas internacionales de mitigación (como la retirada de satélites al final de su vida útil), la cantidad de fragmentos generados y la evolución de los riesgos potenciales para misiones futuras.
Esta herramienta permitirá a los responsables de agencias espaciales, empresas privadas y gobiernos, como los implicados en proyectos tan diversos como los lanzamientos suborbitales de Virgin Galactic, los vuelos reutilizables de Blue Origin, o la exploración de exoplanetas por parte de la NASA y la ESA, tomar decisiones basadas en información clara y comparable año tras año. Además, servirá para concienciar a la opinión pública y presionar por el desarrollo de tecnologías de limpieza orbital y regulaciones más estrictas.
Hacia una gestión sostenible del espacio
La iniciativa de la ESA llega en un momento clave. La industria espacial privada, liderada por empresas como SpaceX, Blue Origin y Virgin Galactic, ha demostrado que el acceso al espacio es cada vez más frecuente y asequible. Sin embargo, la sostenibilidad a largo plazo de las actividades espaciales depende de que todos los actores asuman su responsabilidad en la preservación del entorno orbital.
En este sentido, la ESA, junto con otras agencias públicas y privadas —incluyendo la española PLD Space, que recientemente logró lanzar su cohete Miura 1—, están promoviendo protocolos internacionales para minimizar la generación de basura espacial, incentivar la reutilización de vehículos y desarrollar misiones de recogida activa de desechos. La introducción de un índice de salud orbital puede convertirse en un referente global, facilitando la cooperación y la adopción de buenas prácticas en un sector cada vez más competitivo y diverso.
En definitiva, la salud de la órbita terrestre es un reflejo de nuestra capacidad para gestionar el progreso tecnológico sin hipotecar el futuro. El nuevo índice de la ESA es un paso decisivo para garantizar que el espacio siga siendo un recurso accesible y seguro para la ciencia, la exploración y la sociedad en su conjunto.
(Fuente: ESA)

 
							 
							