China afronta un vacío temporal en su capacidad de lanzamientos de emergencia hacia la estación espacial Tiangong

El reciente incidente con la nave Shenzhou-20 ha dejado a la estación espacial Tiangong en una situación de vulnerabilidad sin precedentes: durante varios meses, China carecerá de la capacidad para responder rápidamente ante emergencias en órbita, lo que supone una brecha significativa en la estrategia de seguridad de la estación y plantea interrogantes sobre la gestión de misiones espaciales tripuladas a nivel global.
La Tiangong, cuyo nombre significa “Palacio Celestial”, representa el mayor avance de China en exploración espacial tripulada. Desde su ensamblaje final en 2022, la plataforma ha estado ocupada de forma continua por astronautas chinos, que realizan experimentos científicos avanzados y mantienen los sistemas vitales de la estación. Siguiendo protocolos similares a los de la NASA y Roscosmos en la Estación Espacial Internacional (EEI), la agencia espacial china (CNSA) ha mantenido siempre una nave Shenzhou acoplada a la Tiangong, lista para servir como “bote salvavidas” en caso de una evacuación urgente.
Sin embargo, la reciente misión Shenzhou-20, inicialmente destinada a servir como este vehículo de escape, ha sufrido un percance técnico catalogado como “grave” por fuentes oficiales. Aunque la tripulación en órbita y los sistemas principales de la estación no corren peligro inmediato, la nave ha sido retirada del servicio de emergencia, dejando a la Tiangong sin una cápsula de rescate funcional.
Esta situación no tiene precedentes dentro del programa espacial chino, que hasta ahora había presumido de una sólida planificación y redundancia en sus misiones tripuladas. El protocolo habitual exigía el solapamiento entre la llegada de una nueva Shenzhou y el regreso de la anterior, garantizando así que la estación nunca quedara desprotegida. Ahora, tras la retirada de la Shenzhou-20, la siguiente nave de reemplazo no estará lista para su lanzamiento durante varios meses, según fuentes cercanas al programa.
La importancia de contar con una nave de evacuación permanente quedó patente a raíz de varios incidentes históricos en la EEI. Un ejemplo notable fue el incidente del módulo ruso Soyuz MS-22 en 2022, que sufrió una fuga de refrigerante y debió ser reemplazado de urgencia para proteger a la tripulación. Tanto la NASA como Roscosmos han subrayado repetidamente la necesidad de contar con vehículos de escape operativos en todo momento, una lección que ahora afronta el programa chino.
El vacío operativo chino contrasta con los avances de otros actores del sector espacial. SpaceX, por ejemplo, ha revolucionado el transporte tripulado a la EEI con sus cápsulas Crew Dragon, que han demostrado capacidad de respuesta rápida ante emergencias. Blue Origin, aunque aún no ha realizado vuelos tripulados orbitales, planea incorporar sistemas de seguridad similares en sus futuras misiones. Virgin Galactic, centrada en el turismo suborbital, también ha puesto énfasis en las medidas de evacuación rápida, aunque su enfoque es muy diferente al de las estaciones orbitales.
En Europa, la empresa española PLD Space ha dado pasos importantes en el desarrollo de lanzadores reutilizables, como el Miura 1, sentando las bases para futuras misiones tripuladas y sistemas de respuesta rápida, aunque todavía está lejos de las capacidades demostradas por SpaceX o la CNSA.
Mientras tanto, la NASA sigue implementando mejoras en los sistemas de seguridad de la EEI y desarrolla la nave Orión, diseñada para llevar astronautas más allá de la órbita terrestre y equipada con avanzados sistemas de escape. La cooperación internacional y la redundancia tecnológica han sido los pilares de la estación internacional, minimizando los riesgos para las tripulaciones a través de la presencia simultánea de naves estadounidenses y rusas.
El incidente de la Shenzhou-20 pone de relieve tanto la complejidad técnica como la importancia estratégica de los “botes salvavidas” en órbita. La CNSA deberá acelerar la preparación de la siguiente Shenzhou y revisar sus protocolos de seguridad para evitar futuros periodos de vulnerabilidad. Los expertos advierten que, aunque la probabilidad de una emergencia grave durante este intervalo es baja, la ausencia de una nave de rescate compromete la seguridad de la tripulación y podría afectar la reputación internacional del programa espacial chino.
Este episodio también reabre el debate sobre la necesidad de colaboración internacional en el espacio, especialmente en lo relativo a la seguridad de las tripulaciones. Mientras la Tiangong sigue operando de forma autónoma, otras agencias espaciales, públicas y privadas, continúan avanzando en la creación de sistemas de rescate cada vez más sofisticados, como demuestra el desarrollo de cápsulas reutilizables y vehículos de emergencia automáticos.
En definitiva, la crisis de la Shenzhou-20 evidencia que, pese al vertiginoso progreso tecnológico y la creciente diversificación de actores en la industria espacial, la seguridad de los astronautas sigue siendo el mayor reto de la exploración humana fuera de nuestro planeta. La respuesta de China a esta situación será observada de cerca por toda la comunidad aeroespacial internacional.
(Fuente: SpaceNews)
