China avanza hacia el alunizaje tripulado y la conquista del polo sur lunar antes de 2030

La carrera lunar se intensifica en la década actual, con China consolidándose como un serio aspirante a convertirse en la segunda nación en llevar astronautas a la superficie de la Luna. El gigante asiático ha fijado como meta alunizar a su primera tripulación antes de 2030 y establecer una base científica en el codiciado polo sur lunar, una región que se ha convertido en el epicentro de la nueva fiebre espacial debido a sus excepcionales condiciones y recursos naturales.
El polo sur lunar es un enclave estratégico que ha fascinado a científicos y agencias espaciales de todo el mundo. A diferencia de otras zonas de la Luna, sus cráteres albergan depósitos de hielo de agua en permanente sombra y disfruta de largas horas de luz solar, lo que facilita la generación de energía. Además, su localización permite ampliar la cobertura de comunicaciones y sentar las bases para futuras misiones de exploración y explotación de los recursos lunares. Se trata, en definitiva, del “inmueble” más valioso fuera de la Tierra.
Desde la década de 1950, la Luna ha sido un objetivo recurrente para las principales potencias espaciales. Estados Unidos marcó un hito con el programa Apolo al lograr el primer alunizaje tripulado en 1969, pero tras el Apolo 17 en 1972, la presencia humana en nuestro satélite quedó en suspenso. En los últimos años, la irrupción de China en el panorama espacial ha revitalizado la competencia. La Administración Nacional del Espacio de China (CNSA) ha ejecutado con éxito misiones robóticas como Chang’e 3, Chang’e 4 y Chang’e 5, demostrando una progresión constante y metódica. De hecho, Chang’e 5 trajo muestras de suelo lunar a la Tierra en 2020, un logro que no se repetía desde 1976.
El plan chino para la década de 2020 contempla dos misiones precursoras: Chang’e 6, que lanzada con éxito en 2024, traerá nuevas muestras, y Chang’e 7, que explorará el polo sur en busca de hielo y recursos. Paralelamente, China ha desarrollado el cohete Gran Marcha 10, un lanzador pesado esencial para el envío de módulos y tripulación. Este vector, junto con una nueva nave espacial de próxima generación, permitirá transportar astronautas y equipamiento a la superficie lunar.
Mientras tanto, Estados Unidos y sus socios internacionales avanzan con el programa Artemis de la NASA, que aspira a devolver astronautas a la Luna, también en el polo sur, a partir de 2026. El desarrollo de la nave Orion, el potente cohete Space Launch System (SLS) y el módulo lunar de SpaceX, conocido como Starship HLS, son piezas clave del rompecabezas. Sin embargo, retrasos en el calendario y complejidades técnicas han puesto en duda si la NASA conseguirá adelantarse a China en la conquista del polo sur lunar.
El sector privado estadounidense, liderado por SpaceX y Blue Origin, desempeña un papel esencial en este renacimiento lunar. SpaceX, bajo el liderazgo de Elon Musk, ha conseguido importantes contratos para el desarrollo de Starship, un sistema reutilizable que no solo servirá para Artemis, sino que también aspira a misiones tripuladas a Marte en el futuro. Blue Origin, por su parte, lidera el equipo National Team II para desarrollar otro módulo de aterrizaje lunar. Ambas empresas compiten por transformar la exploración lunar en un negocio sostenible, abriendo la puerta a la minería espacial y el turismo.
En Europa, la Agencia Espacial Europea (ESA) colabora estrechamente con la NASA en el programa Artemis, aportando el Módulo de Servicio Europeo para la nave Orion y estudiando su participación en futuras misiones lunares. España, a través de la empresa PLD Space y otras compañías emergentes, no pierde de vista el auge espacial, aunque su actividad se centra en lanzadores suborbitales y tecnológicos.
Por otro lado, la llegada de nuevas agencias privadas y públicas a la escena —como Virgin Galactic, que se enfoca en turismo suborbital, y los programas de India, Japón y Emiratos Árabes Unidos— refleja que la exploración lunar ya no es exclusiva de las superpotencias tradicionales. El futuro de la Luna se perfila como un escenario multipolar, con intereses científicos, comerciales y geopolíticos cada vez más entrelazados.
La posibilidad de que China sea la próxima nación en plantar su bandera en el polo sur lunar ha despertado inquietud en Estados Unidos. Muchos expertos y estrategas abogan por establecer un “Plan B” que permita a la NASA y sus aliados acelerar sus programas, aumentar la financiación y fortalecer la colaboración internacional para evitar perder la iniciativa en el nuevo reparto del espacio cislunar.
En este contexto, el acceso a los recursos lunares, la investigación de exoplanetas y la consolidación de bases permanentes en la Luna marcarán las próximas décadas, con un impacto directo en la economía, la tecnología y la geopolítica global. La carrera por conquistar el polo sur lunar está más abierta que nunca y promete redefinir el papel de la humanidad más allá de la órbita terrestre.
(Fuente: SpaceNews)

 
							 
							