Interlune se prepara para extraer recursos en la Luna, a la espera de grandes módulos de aterrizaje

La carrera hacia la explotación de los recursos lunares suma nuevos protagonistas y retos tecnológicos. Interlune, una de las nuevas empresas surgidas en la escena de la economía espacial, está diseñando ambiciosos planes para comenzar a extraer recursos del satélite natural de la Tierra. Sin embargo, el éxito de su proyecto depende en gran medida de la llegada de nuevos y más grandes módulos de aterrizaje lunares, capaces de transportar cargas pesadas y equipos especializados hasta la superficie selenita.
La visión de Interlune refleja el renovado interés internacional por la minería espacial. En los últimos años, la Luna ha vuelto a situarse en el centro de las estrategias de agencias como la NASA y empresas privadas como SpaceX, Blue Origin o la española PLD Space. El objetivo común: establecer una presencia permanente en la Luna y aprovechar sus recursos, desde el hielo de agua en los polos hasta metales raros y regolito, necesario para construir infraestructuras in situ.
Los retos del transporte lunar
Actualmente, la principal limitación para desplegar equipos de minería avanzados en la Luna reside en la capacidad de carga útil de los módulos de aterrizaje existentes. Los landers utilizados en las misiones Apolo de la NASA, entre 1969 y 1972, apenas podían trasladar una decena de toneladas y estaban diseñados para estancias de corta duración. Las misiones modernas, como las del programa Artemis de la NASA, buscan superar esas cifras gracias a la colaboración con empresas como SpaceX y Blue Origin.
SpaceX, por ejemplo, está desarrollando el Starship HLS (Human Landing System), derivado de su nave Starship. Este módulo ha sido seleccionado por la NASA para llevar astronautas a la superficie lunar dentro del programa Artemis, y promete capacidades de carga muy superiores a las de cualquier sistema anterior: se prevé que pueda transportar hasta 100 toneladas en el futuro, aunque los primeros vuelos tripulados llevarán menos masa para priorizar la seguridad. Por su parte, Blue Origin lidera el National Team, un consorcio que incluye a Lockheed Martin, Draper y Boeing, y que desarrolla su propio módulo lunar, el Blue Moon. Este lander también aspira a llevar cargas significativas y está pensado para misiones tanto tripuladas como robóticas.
La llegada de estos grandes módulos de aterrizaje será determinante para empresas como Interlune, que requieren transportar maquinaria pesada para excavar, procesar y almacenar recursos lunares. Además, la posibilidad de realizar vuelos de ida y vuelta con muestras o materiales procesados es fundamental para la viabilidad comercial de sus planes.
Innovación europea y nuevos actores
En paralelo, Europa también busca posicionarse en esta nueva era lunar. La empresa española PLD Space, especializada en el desarrollo de cohetes reutilizables como el Miura 1 y el futuro Miura 5, observa con interés las oportunidades que se abren para el transporte de cargas a la órbita lunar y, a medio plazo, a su superficie. Aunque por el momento sus lanzadores están enfocados en órbitas bajas terrestres, sus desarrollos tecnológicos podrían sentar las bases para futuras misiones lunares europeas.
Mientras tanto, Japón, China, India y Rusia refuerzan sus inversiones en sondas y módulos de aterrizaje, buscando también un lugar en el incipiente ecosistema lunar. La Agencia Espacial Europea (ESA) colabora con la NASA y otras agencias para desarrollar tecnologías de soporte vital, hábitats y sistemas de propulsión eficientes, elementos esenciales para la explotación sostenible de la Luna.
La importancia estratégica de los recursos lunares
El interés por la minería lunar no es solo económico, sino también estratégico. El agua helada de los polos lunares puede descomponerse en hidrógeno y oxígeno para fabricar combustible, facilitando la exploración del sistema solar. Los metales y minerales presentes en el regolito pueden emplearse en la impresión 3D de componentes, reduciendo la necesidad de transportar materiales desde la Tierra y abaratando los costes de futuras bases lunares o misiones tripuladas a Marte.
El desarrollo de infraestructuras para la minería y el procesamiento de recursos abrirá la puerta a experimentos científicos, la fabricación industrial y, eventualmente, la presencia humana prolongada fuera de nuestro planeta. Interlune y otras empresas pioneras dependen, en última instancia, de la disponibilidad de grandes módulos de aterrizaje para convertir estos planes en realidad.
El futuro próximo
Se espera que a lo largo de esta década aterricen en la Luna los primeros prototipos de los nuevos landers de SpaceX y Blue Origin, lo que permitirá poner a prueba tanto tecnologías de transporte como de explotación de recursos. Si logran cumplir sus expectativas técnicas, el camino quedará abierto para que empresas como Interlune inicien la extracción de recursos y contribuyan a una economía lunar sostenible.
El avance de la tecnología y la colaboración internacional serán claves para transformar la Luna en la próxima frontera de la humanidad. La apuesta por módulos de aterrizaje más grandes y capaces marca el inicio de una nueva era en la exploración y el aprovechamiento de los cuerpos celestes.
(Fuente: Arstechnica)
