Atmósfera detectada en un exoplaneta rocoso: el James Webb marca un hito histórico
El telescopio espacial James Webb, operado por la NASA, ha conseguido uno de los logros más esperados y complejos en la exploración planetaria: hallar una atmósfera en un planeta rocoso más allá de nuestro sistema solar. El planeta en cuestión, TOI-561 b, es una “super-Tierra” que orbita una estrella ubicada a unos 280 años luz de la Tierra, en la constelación de Hydra. Esta detección representa la evidencia más sólida hasta la fecha de la presencia de una atmósfera en un mundo rocoso fuera del entorno solar, abriendo nuevas vías en la búsqueda de planetas habitables y en la comprensión de la formación de atmósferas planetarias.
TOI-561 b es un exoplaneta clasificado como super-Tierra, un tipo de planeta con una masa y tamaño superiores a los de la Tierra, pero considerablemente menores que los de los gigantes gaseosos como Neptuno. Descubierto inicialmente mediante el satélite TESS (Transiting Exoplanet Survey Satellite) de la NASA, este mundo destaca por su proximidad extrema a su estrella anfitriona, completando una órbita en menos de 12 horas. Debido a esta cercanía, la temperatura superficial del planeta supera los 2.000 grados Kelvin, lo que lo convierte en un entorno extremadamente hostil para la vida tal y como la conocemos.
El James Webb, con su potente espectrómetro de infrarrojo, ha sido capaz de analizar la luz estelar que atraviesa la atmósfera del exoplaneta durante sus tránsitos, es decir, cuando el planeta pasa por delante de su estrella desde nuestra perspectiva. Este método, conocido como espectroscopía de tránsito, permite detectar la composición química de las atmósferas planetarias al identificar las huellas espectrales de distintos gases.
En el caso de TOI-561 b, el equipo internacional de científicos ha identificado señales espectrales que sugieren la existencia de una atmósfera rica en elementos volátiles, probablemente dominada por vapor de agua y otros compuestos ligeros. Este hallazgo es especialmente relevante porque, hasta la fecha, la mayoría de atmósferas confirmadas en exoplanetas correspondían a gigantes gaseosos, mucho más fáciles de estudiar por su gran tamaño y densidad atmosférica. La detección en TOI-561 b supone un avance clave en la caracterización de mundos rocosos, un paso fundamental para dilucidar cuán comunes pueden ser los planetas semejantes a la Tierra en el cosmos.
La trascendencia de este descubrimiento radica también en el contexto histórico y tecnológico. Desde el hallazgo del primer exoplaneta en 1992, la astronomía ha avanzado a pasos de gigante en la identificación y estudio de mundos extrasolares. Sin embargo, la detección directa de atmósferas en planetas rocosos ha sido hasta ahora tarea casi imposible debido a las limitaciones de los instrumentos previos. El telescopio espacial Hubble logró detectar atmósferas en algunos planetas gaseosos, pero la sensibilidad del Webb en el infrarrojo medio y cercano permite ahora indagar en planetas mucho más pequeños y calientes.
El hallazgo de una atmósfera en TOI-561 b no implica la existencia de condiciones habitables, dado el ambiente infernal de este planeta. Sin embargo, abre la puerta a futuras investigaciones sobre la retención de atmósferas en super-Tierras y sobre cómo estas pueden variar según su proximidad a la estrella, composición y evolución geológica. Los resultados obtenidos servirán de referencia para el estudio de otros exoplanetas rocosos, especialmente aquellos situados en zonas habitables, donde el agua líquida podría existir en superficie.
Este avance se suma a una oleada de éxitos recientes en el sector espacial. SpaceX, por ejemplo, continúa liderando el sector privado con lanzamientos regulares de cohetes Falcon y la puesta en marcha de la mega-constelación Starlink, mientras que Blue Origin intensifica sus pruebas para vuelos suborbitales y misiones científicas con el New Shepard. PLD Space, la empresa española, se prepara para su primer lanzamiento orbital con el cohete Miura 5, una apuesta europea por la independencia tecnológica en lanzadores reutilizables.
Por su parte, Virgin Galactic ha reanudado los vuelos comerciales suborbitales, acercando el turismo espacial a un público más amplio. Todas estas iniciativas, junto con las misiones de la NASA y la ESA a la Luna y Marte, reflejan el auge de una nueva era en la exploración espacial, donde la cooperación entre entidades públicas y privadas está acelerando el ritmo de los descubrimientos.
El telescopio James Webb, con su capacidad sin precedentes para observar el universo en longitudes de onda infrarrojas, está llamado a revolucionar no solo la astrofísica, sino también la búsqueda de vida fuera del Sistema Solar. Los próximos años prometen avances aún mayores, con la detección de atmósferas en mundos cada vez más parecidos a la Tierra y la posibilidad, todavía lejana pero cada vez más plausible, de detectar biofirmas de vida extraterrestre.
El hallazgo en TOI-561 b marca un antes y un después en la exploración de exoplanetas y refuerza el liderazgo de la NASA en la frontera del conocimiento espacial, desde la superficie lunar hasta los confines de la galaxia. Sin duda, la humanidad está más cerca que nunca de responder a la eterna pregunta sobre si estamos solos en el universo.
(Fuente: NASA)
