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Boeing y la NASA retrasan el próximo lanzamiento de Starliner hasta al menos 2026

Boeing y la NASA retrasan el próximo lanzamiento de Starliner hasta al menos 2026

El esperado segundo vuelo operacional de la cápsula Starliner, desarrollada por Boeing para la NASA, volverá a retrasarse. Según fuentes oficiales de la agencia espacial estadounidense, la próxima misión tripulada de este vehículo no despegará antes de principios de 2026, una decisión que pone de manifiesto los desafíos técnicos y logísticos que persiguen a este ambicioso proyecto desde sus inicios. El calendario definitivo, además, dependerá de una compleja campaña de pruebas que tendrá lugar en las instalaciones de White Sands, en el estado de Nuevo México.

Un programa plagado de obstáculos

La nave Starliner forma parte de la iniciativa Commercial Crew Program (CCP) de la NASA, lanzada en 2010 con el objetivo de restaurar la capacidad de los Estados Unidos para enviar astronautas a la Estación Espacial Internacional (ISS) tras la retirada del transbordador espacial. Mientras SpaceX, el principal competidor, ha logrado un notable éxito con su cápsula Dragon —acumulando ya múltiples misiones tripuladas y de carga desde 2020—, Boeing ha tenido que lidiar con una serie de problemas técnicos, retrasos y sobrecostes que han puesto en entredicho su liderazgo aeroespacial.

El primer vuelo no tripulado de Starliner en 2019 culminó en un fallo de navegación que impidió el acoplamiento con la ISS. No fue hasta mayo de 2022 cuando la nave logró alcanzar la estación en una misión sin tripulación. Posteriormente, la NASA y Boeing planificaron la primera misión tripulada, bautizada como CFT (Crew Flight Test), que finalmente pudo ejecutarse en junio de 2024 tras varios aplazamientos por fugas de helio y problemas en el sistema de propulsión. Los astronautas Butch Wilmore y Suni Williams permanecieron a bordo de la ISS durante poco más de un mes, realizando una exhaustiva evaluación del vehículo antes de regresar sanos y salvos a la Tierra.

El futuro de Starliner en manos de las pruebas en White Sands

A pesar del éxito relativo de la misión CFT, la NASA ha identificado varias áreas críticas que requieren una revisión a fondo antes de autorizar vuelos operacionales regulares. El foco se centra en las válvulas y el sistema de propulsión de la nave, responsables de las fugas detectadas durante el último vuelo, así como en el comportamiento de los paracaídas de descenso. Para abordar estos retos, Boeing y la agencia planean una extensa campaña de ensayos en el White Sands Test Facility, un centro especializado en pruebas de motores y materiales situado en Nuevo México.

La campaña incluirá pruebas de presión, simulaciones de emergencia y análisis de la resistencia de los componentes ante condiciones extremas. El resultado de estos ensayos será determinante para fijar una nueva fecha de lanzamiento. Si las pruebas arrojan resultados favorables, la NASA podría aprobar el primer vuelo operacional de Starliner a comienzos de 2026. Sin embargo, cualquier contratiempo adicional podría demorar aún más la incorporación del vehículo al servicio regular de transporte de astronautas.

SpaceX y la competencia privada: una carrera desigual

El prolongado desarrollo de Starliner ha dado a SpaceX una ventaja significativa en el mercado de vuelos tripulados. La cápsula Crew Dragon, desarrollada por la empresa de Elon Musk, ha transportado ya a decenas de astronautas de la NASA, Axiom Space y otras agencias internacionales, consolidando su fiabilidad y liderazgo tecnológico. Además, SpaceX ha firmado contratos para misiones turísticas y de exploración lunar, ampliando su influencia más allá de la órbita baja terrestre.

Otras compañías, como Blue Origin y Virgin Galactic, también compiten por su cuota en el sector. Blue Origin, dirigida por Jeff Bezos, centra sus esfuerzos en el desarrollo del cohete New Glenn y en el módulo lunar Blue Moon, mientras que Virgin Galactic ha logrado avances en vuelos suborbitales para turistas espaciales. A nivel europeo, la española PLD Space ha destacado por el lanzamiento de su cohete Miura 1, abriendo camino a la participación de Europa en el acceso comercial al espacio.

El contexto internacional y la presión sobre Boeing

La demora en la certificación de Starliner no solo afecta a Boeing, sino que también repercute en la estrategia de la NASA, que busca garantizar la redundancia y la independencia en el acceso a la Estación Espacial Internacional. La agencia pretende evitar depender de un único proveedor comercial o de las cápsulas rusas Soyuz, especialmente en un contexto geopolítico incierto.

La presión sobre Boeing es máxima. El retraso hasta 2026 implica una revisión a fondo de los procesos de calidad y seguridad, así como una gestión más eficiente de los recursos. Por su parte, la NASA debe equilibrar la necesidad de redundancia con la exigencia de seguridad para sus astronautas, en un momento en el que la exploración lunar y marciana se perfilan como los próximos grandes retos de la humanidad.

Un futuro incierto pero imprescindible

A pesar de los obstáculos, la colaboración entre la NASA y Boeing sigue siendo fundamental para el futuro de la exploración espacial estadounidense. El éxito final de Starliner permitiría diversificar las opciones de transporte tripulado y fortalecer el tejido industrial aeroespacial del país. Las próximas pruebas en White Sands serán, sin duda, decisivas para determinar el porvenir de la nave y de la propia Boeing en la nueva era de la exploración comercial del espacio.

(Fuente: Spaceflight Now)