China intensifica su carrera lunar y avanza en tecnología de reutilización espacial

En los últimos dos meses, la actividad en la estación espacial china Tiangong ha alcanzado un ritmo sin precedentes, con la realización de dos caminatas espaciales que subrayan el firme compromiso de China en consolidarse como una potencia espacial líder. A la par, los programas chinos de reutilización de vehículos espaciales muestran avances notables, marcando un hito en el desarrollo de tecnologías que hasta ahora han estado dominadas por empresas estadounidenses como SpaceX y Blue Origin.
Desde la última década, China ha apostado fuertemente por el desarrollo de su programa espacial. El éxito continuado de la estación Tiangong, que orbita la Tierra desde 2021, ha permitido a los taikonautas —nombre con el que se conoce a los astronautas chinos— llevar a cabo experimentos científicos de vanguardia y misiones extravehiculares (EVAs) que ponen a prueba la capacidad tecnológica del país. En las dos últimas salidas al exterior, los astronautas han completado tareas esenciales de mantenimiento, ampliación de módulos y pruebas de nuevos sistemas, reforzando la autosuficiencia de la estación y preparando el camino para misiones de mayor envergadura.
El objetivo inmediato de la Agencia Espacial China (CNSA) es claro: establecer una presencia permanente en la Luna antes de 2030. Para ello, el gigante asiático no solo se apoya en la experiencia acumulada en la órbita baja, sino que también impulsa el desarrollo de vehículos reutilizables, una tecnología que ha revolucionado la industria espacial en Occidente. La reutilización de cohetes y naves espaciales no solo reduce los costes de lanzamiento, sino que incrementa la frecuencia de misiones, permitiendo una exploración más sostenida y ambiciosa.
En este contexto, es inevitable comparar los avances chinos con los logros de compañías como SpaceX, cuyo Falcon 9 ha realizado ya más de 200 lanzamientos exitosos reutilizando la primera etapa del cohete en repetidas ocasiones. Blue Origin, por su parte, ha probado con éxito su vehículo New Shepard para vuelos suborbitales turísticos y científicos, y trabaja en el desarrollo de su cohete orbital New Glenn, también reutilizable. Pero China se ha propuesto no quedarse atrás: fuentes oficiales han confirmado que el país prepara su propio lanzador reutilizable, el Larga Marcha 8R, cuyo primer vuelo de prueba podría tener lugar en los próximos años.
Al mismo tiempo, la experiencia de China en el diseño de naves espaciales tripuladas se ha visto reforzada con el desarrollo de la nave Shenzhou y la futura cápsula de nueva generación, que promete una mayor capacidad de carga útil y flexibilidad para misiones lunares. Estos avances técnicos reflejan una estrategia similar a la de la NASA, que con el programa Artemis y las cápsulas Orion, pretende devolver astronautas estadounidenses a la superficie lunar, en colaboración con socios internacionales y empresas privadas.
La aceleración del programa lunar chino se enmarca en un contexto global de renovada competencia espacial. Mientras NASA y SpaceX ultiman los preparativos para las misiones Artemis y Starship, respectivamente, y la empresa española PLD Space ultima el desarrollo de su cohete Miura 5 —que podría situar a España entre los países con capacidad de lanzamiento orbital propio—, la CNSA avanza en el diseño de módulos habitables lunares y vehículos de exploración robótica, con el objetivo de enviar taikonautas a la superficie selenita en la próxima década.
En paralelo, el interés por la exploración de exoplanetas y la búsqueda de vida fuera de la Tierra sigue creciendo. China ha anunciado planes para construir telescopios espaciales de nueva generación capaces de detectar planetas similares a la Tierra en otros sistemas solares, sumándose así a los esfuerzos de la NASA con misiones como TESS y el futuro telescopio Nancy Grace Roman. La colaboración internacional, aunque limitada por cuestiones geopolíticas, podría ser clave para avanzar en el conocimiento del universo y el desarrollo de tecnologías conjuntas.
Por su parte, la empresa Virgin Galactic mantiene su apuesta por el turismo espacial suborbital, con vuelos comerciales que, aunque breves, acercan la experiencia del espacio a un público más amplio. Esta diversificación de actividades refleja la madurez y dinamismo del sector, donde las fronteras entre lo público y lo privado se diluyen cada vez más.
En definitiva, la carrera espacial del siglo XXI se caracteriza por la convergencia de intereses científicos, tecnológicos y comerciales, con China emergiendo como un actor fundamental. La combinación de ambiciosos objetivos lunares, inversiones en reutilización y nuevas misiones científicas sitúa al gigante asiático en la vanguardia de la exploración espacial, preparando el terreno para una década que promete cambios trascendentales en nuestra relación con el cosmos.
(Fuente: NASASpaceflight)

 
							 
							