Descubren nuevas moléculas en los chorros de Encelado gracias a datos de Cassini

A más de 1.200 millones de kilómetros de la Tierra, orbitando Saturno, se encuentra Encelado, una de las lunas más fascinantes del Sistema Solar. Con apenas 500 kilómetros de diámetro, este pequeño mundo helado se ha convertido en un objetivo prioritario para la astrobiología desde que la sonda Cassini de la NASA revelara, en 2005, la existencia de enormes géiseres que emergen de su región polar sur. Ahora, un nuevo análisis de los datos recogidos por Cassini ha permitido identificar moléculas desconocidas hasta la fecha en los chorros de agua que brotan desde el interior de Encelado, reforzando la hipótesis de que bajo su corteza helada podría existir un océano subsuperficial capaz de albergar vida.
Encelado ha fascinado a la comunidad científica por la compleja interacción entre su superficie helada y el océano global que se cree que esconde bajo su corteza. Los espectaculares géiseres observados por Cassini no solo expulsan vapor de agua, sino también partículas de hielo y una mezcla de compuestos orgánicos y sales, lo que sugiere una química sorprendentemente activa. Estos penachos emergen a través de fracturas conocidas como “rayas de tigre”, demostrando que el interior de Encelado no es un entorno estático, sino un sistema dinámico y potencialmente habitable.
En esta última investigación, los científicos han revisado las mediciones obtenidas por el analizador de masas de la sonda Cassini, un instrumento diseñado para identificar la composición de los materiales eyectados por los géiseres. Gracias a las capacidades avanzadas de este dispositivo, el equipo ha detectado la presencia de nuevas moléculas complejas, incluyendo compuestos que contienen nitrógeno y oxígeno en formas nunca antes vistas en ningún otro cuerpo del Sistema Solar. La presencia de estas moléculas resulta especialmente relevante, ya que algunos de estos compuestos forman parte de los bloques fundamentales de la vida tal y como la conocemos.
La misión Cassini, liderada por la NASA con la colaboración de la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Italiana (ASI), fue lanzada en 1997 y estuvo activa alrededor de Saturno hasta 2017. Durante sus 13 años de operaciones en la órbita del planeta de los anillos, Cassini revolucionó nuestro conocimiento sobre Saturno y sus lunas, especialmente sobre Titán y Encelado. Cassini no solo confirmó la existencia del océano subsuperficial de Encelado, sino que proporcionó pruebas claras de que este océano está en contacto con un núcleo rocoso, lo que permitiría la existencia de fuentes hidrotermales similares a las que existen en las profundidades de los océanos terrestres.
El hallazgo de moléculas orgánicas complejas y ahora la identificación de nuevas especies químicas en Encelado avivan el debate sobre la posibilidad de vida extraterrestre. En la Tierra, la vida prospera en ambientes extremos, como las fuentes hidrotermales abisales, en ausencia de luz solar, alimentándose exclusivamente de la energía y los nutrientes proporcionados por la actividad geológica. Si procesos similares ocurren bajo el hielo de Encelado, podríamos estar ante uno de los lugares más prometedores para buscar vida fuera de nuestro planeta.
El interés en Encelado se ha reavivado en los últimos años, no solo entre los astrobiólogos, sino también entre agencias espaciales y compañías privadas. La NASA ha estudiado posibles misiones de retorno a Encelado, como el concepto de sonda Enceladus Orbilander, mientras que la ESA sigue de cerca estos descubrimientos en el marco de su programa Cosmic Vision. Por su parte, empresas como SpaceX han manifestado su ambición de apoyar misiones científicas interplanetarias mediante sus vehículos Starship, que prometen revolucionar el transporte espacial con capacidad de carga y costes reducidos.
El descubrimiento de nuevas moléculas en los penachos de Encelado también influye en el diseño y los objetivos de futuras misiones. Los instrumentos de próxima generación deberán ser aún más precisos y sensibles para analizar in situ la composición química de los géiseres y, si es posible, tomar muestras directas del océano interior. El reto tecnológico es formidable: habrá que atravesar decenas de kilómetros de hielo, resistir las duras condiciones ambientales y enviar los datos de vuelta a la Tierra con la máxima fidelidad.
Mientras tanto, otras lunas heladas como Europa, de Júpiter, también están en el punto de mira de la exploración espacial, con la misión Europa Clipper de la NASA programada para su lanzamiento en 2024. La búsqueda de vida en el Sistema Solar se ha convertido en una prioridad científica a nivel global, y cada nuevo descubrimiento en Encelado nos acerca un poco más a responder una de las grandes preguntas de la humanidad: ¿estamos solos en el universo?
El hallazgo de estas nuevas moléculas en los chorros de Encelado supone un avance clave en nuestra comprensión de la química y la habitabilidad de los mundos oceánicos más allá de la Tierra. A la espera de futuras misiones, los datos de Cassini continúan revelando secretos que podrían cambiar para siempre nuestra visión del cosmos.
(Fuente: NASASpaceflight)
