El exoplaneta TRAPPIST-1 d bajo la lupa: ¿un mundo rocoso sin océanos?
El exoplaneta TRAPPIST-1 d, uno de los siete mundos que orbitan la estrella ultrafría TRAPPIST-1 a tan solo 40 años luz de la Tierra, ha captado la atención de la comunidad científica internacional por su potencial para albergar vida. Su tamaño similar al de nuestro planeta, su naturaleza rocosa y su localización en la llamada «zona habitable» —la región alrededor de su estrella donde las temperaturas permiten la existencia de agua líquida en superficie— lo han convertido en uno de los objetivos prioritarios para telescopios y misiones de vanguardia.
La expectación en torno a los exoplanetas del sistema TRAPPIST-1 se remonta a su descubrimiento en 2017, cuando el telescopio belga TRAPPIST y posteriormente el telescopio espacial Spitzer de la NASA revelaron la existencia de siete planetas de tamaño terrestre, tres de ellos situados en la zona habitable. Desde entonces, la búsqueda de indicios de atmósferas y agua en estos cuerpos ha sido una verdadera carrera tecnológica, con la NASA y la ESA a la cabeza, y la colaboración de equipos internacionales, entre ellos españoles, como los de la Universidad Complutense y el Instituto de Astrofísica de Canarias.
La llegada del telescopio espacial James Webb (JWST), el mayor y más avanzado jamás construido, ha marcado un antes y un después en la capacidad para analizar exoplanetas. Su sensibilidad en el infrarrojo permite caracterizar atmósferas y composiciones superficiales mediante la espectroscopía de tránsito, una técnica que observa la luz de la estrella filtrada a través de la atmósfera del planeta cuando este pasa por delante de su astro.
Sin embargo, un reciente estudio basado en observaciones del JWST ha arrojado resultados menos optimistas para quienes esperaban hallar un «gemelo» azul de la Tierra. Los datos, obtenidos tras analizar las emisiones térmicas infrarrojas de TRAPPIST-1 d durante sus tránsitos y eclipses secundarios, sugieren que la atmósfera del planeta, si existe, es extremadamente tenue o incluso inexistente. Los investigadores no han detectado señales claras de vapor de agua, dióxido de carbono ni otros gases que normalmente ayudan a retener el calor en la atmósfera. Esta ausencia implica que la superficie del planeta podría estar expuesta al duro entorno espacial, con temperaturas que, a pesar de la proximidad a su estrella, serían extremas y poco favorables para la vida tal y como la conocemos.
Estos resultados se suman a los obtenidos anteriormente para el exoplaneta TRAPPIST-1 b, el más cercano a su estrella, en el que tampoco se encontró evidencia de una atmósfera densa. Aunque estos hallazgos no descartan la habitabilidad de otros planetas del sistema, sí obligan a replantear las posibilidades para TRAPPIST-1 d y, por extensión, para planetas similares que orbitan estrellas enanas ultrafrías. La radiación estelar y las posibles erupciones solares podrían estar despojando a estos mundos de sus atmósferas, impidiendo que el agua permanezca en superficie.
La búsqueda de vida y condiciones habitables en exoplanetas es uno de los grandes retos tecnológicos y científicos de nuestro tiempo. Empresas privadas como SpaceX y Blue Origin, aunque centradas principalmente en el transporte espacial y la exploración lunar y marciana, han mostrado interés en colaborar en futuras misiones de telescopios espaciales más avanzados, que permitan estudiar estos mundos con mayor detalle. En España, la compañía PLD Space, conocida por sus lanzadores suborbitales Miura, también ha manifestado el objetivo de participar en proyectos de observación y experimentación en microgravedad que puedan contribuir a la astrobiología.
El estudio de exoplanetas como TRAPPIST-1 d también influye en el diseño de futuras misiones espaciales. La NASA y la ESA planean nuevos telescopios como el Habitable Worlds Observatory y el Ariel, que buscarán indicios directos de atmósferas y biomarcadores en exoplanetas. Mientras tanto, la comunidad científica sigue analizando los datos del JWST, que continuará observando el sistema TRAPPIST-1 durante los próximos años con la esperanza de encontrar sorpresas en los otros planetas del sistema.
Aunque TRAPPIST-1 d parece, de momento, no cumplir con las expectativas de ser un oasis azul más allá del sistema solar, el avance tecnológico y la perseverancia científica mantienen viva la esperanza de identificar algún día un verdadero planeta gemelo de la Tierra. La exploración de estos mundos sigue siendo uno de los motores principales de la investigación astronómica, combinando el esfuerzo de agencias públicas, universidades y empresas privadas en una auténtica carrera espacial del siglo XXI.
(Fuente: NASA)

 
							 
							