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El futuro choque galáctico: Vía Láctea y Andrómeda, rumbo a una colisión cósmica

El futuro choque galáctico: Vía Láctea y Andrómeda, rumbo a una colisión cósmica

Desde principios del siglo XX, la humanidad ha contemplado el firmamento con asombro, intentando descifrar el destino de los cuerpos celestes que pueblan el universo. En 1912, los astrónomos realizaron una observación revolucionaria: la entonces denominada «nebulosa de Andrómeda» presentaba un desplazamiento hacia el azul en su espectro de luz, lo que indicaba un movimiento de acercamiento hacia nuestra galaxia, la Vía Láctea. Aquella medición, llevada a cabo por Vesto Slipher, supuso el preludio de una investigación que, con el paso de las décadas, ha desvelado detalles fascinantes sobre el futuro de nuestro entorno cósmico.

No fue hasta la década de 1920 cuando Edwin Hubble, mediante observaciones con el telescopio del Monte Wilson, confirmó que Andrómeda no era una simple nebulosa, sino una galaxia completa, similar a la nuestra, y situada a una distancia de aproximadamente 2,5 millones de años luz. Con esto, el escenario de una posible colisión galáctica empezó a perfilarse como una realidad futura, aunque enormemente lejana para la escala temporal humana.

El siguiente gran avance llegó gracias al Telescopio Espacial Hubble de la NASA, que desde su lanzamiento en 1990 ha permitido a los astrónomos medir con una precisión sin precedentes el movimiento lateral de Andrómeda. Utilizando observaciones de estrellas variables y cúmulos globulares en la galaxia vecina, los equipos científicos han determinado que la componente de movimiento perpendicular a la línea de visión es prácticamente nula. Esto implica que, lejos de pasar de largo, Andrómeda y la Vía Láctea están condenadas a un encuentro frontal, previsto para dentro de unos 4.000 millones de años.

Desde el punto de vista técnico, se trata de una colisión a escala colosal: ambas galaxias son espirales gigantescas, con cientos de miles de millones de estrellas cada una, rodeadas por halos de materia oscura. Las simulaciones computacionales, realizadas en superordenadores y aplicando modelos de dinámica gravitatoria, muestran que este encuentro no será un choque violento entre estrellas —dada la inmensidad de los espacios interestelares—, sino una lenta danza gravitatoria donde las dos galaxias se fusionarán gradualmente, dando lugar a una nueva estructura galáctica, probablemente una galaxia elíptica gigante.

Este tipo de eventos no son extraños en el universo. Las fusiones galácticas han sido observadas por el Hubble y otros telescopios, tanto en el universo cercano como en épocas primigenias. El estudio de estos procesos es fundamental para comprender la evolución de las galaxias y, en definitiva, del cosmos.

A la espera de ese lejano futuro, el interés por la dinámica galáctica se mantiene vivo gracias a misiones actuales y previstas. La NASA, junto a la Agencia Espacial Europea (ESA), continúa desarrollando instrumentos de observación como el Telescopio Espacial James Webb, capaz de escudriñar el universo en longitudes de onda infrarrojas, y el futuro Telescopio Nancy Grace Roman, especializado en cartografiar el cielo con una amplitud y resolución inéditas. Por su parte, compañías privadas como SpaceX, Blue Origin o Virgin Galactic, si bien centradas en la exploración y explotación del espacio cercano a la Tierra, contribuyen al avance tecnológico que, a largo plazo, podría permitir a la humanidad observar —o incluso participar— en la exploración directa de otras galaxias.

En España, la empresa PLD Space avanza en el desarrollo de lanzadores reutilizables, como el Miura 5, que allanan el camino para una presencia europea más activa en la investigación espacial. Aunque por el momento no existan planes para misiones interestelares, la colaboración internacional y la inversión en tecnología espacial siguen siendo claves para ampliar nuestro conocimiento sobre fenómenos tan trascendentales como la futura colisión entre la Vía Láctea y Andrómeda.

La certeza de esta colisión galáctica, confirmada por los datos del Hubble y las simulaciones modernas, nos recuerda que el universo está en constante evolución y que la historia de la Vía Láctea, lejos de estar escrita, aún guarda episodios espectaculares por descubrir.

(Fuente: NASA)