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El riguroso control de contaminantes en aire y agua: Claves para la salud en misiones espaciales

El riguroso control de contaminantes en aire y agua: Claves para la salud en misiones espaciales

La protección de la salud de los astronautas es una prioridad fundamental para todas las agencias espaciales, tanto públicas como privadas. Garantizar un entorno seguro dentro de las naves es una tarea compleja, especialmente cuando se trata de monitorizar y establecer límites para la presencia de compuestos químicos potencialmente tóxicos en el aire y el agua de consumo. En este contexto, los toxicólogos del Centro Espacial Johnson (JSC) de la NASA han consolidado un sistema de referencia internacional para establecer las concentraciones máximas admisibles de contaminantes, conocido como SMACs (Spacecraft Maximum Allowable Concentrations) para el aire, y SWEGs (Spacecraft Water Exposure Guidelines) para el agua potable.

Estas directrices, resultado de décadas de colaboración con el Comité de Toxicología del Consejo Nacional de Investigación (NRC COT) de Estados Unidos y de la revisión exhaustiva por parte de expertos en publicaciones científicas, se han convertido en el estándar de oro para la seguridad ambiental en el ámbito espacial. Este sistema no solo es adoptado por la NASA, sino que también sirve de referencia para empresas privadas como SpaceX, Blue Origin, Virgin Galactic y la española PLD Space, que aspiran a enviar seres humanos al espacio de forma regular.

El proceso para establecer los SMACs y SWEGs es sumamente meticuloso. Consiste en la identificación de los compuestos químicos presentes o potencialmente presentes en las atmósferas y sistemas de agua de las naves espaciales, su evaluación toxicológica basada en datos experimentales y clínicos, y la fijación de límites de exposición seguros para diferentes periodos de tiempo, que pueden ir desde una exposición aguda de una hora hasta periodos prolongados de 180 días, habituales en misiones a la Estación Espacial Internacional (ISS).

El marco metodológico para la elaboración de estos valores está documentado en guías específicas, que se actualizan periódicamente para reflejar los avances en la evaluación de riesgos y la toxicología moderna. Por ejemplo, el reciente perfeccionamiento de los métodos ha incorporado nuevos modelos de riesgo y herramientas estadísticas que permiten una mejor estimación de los efectos a largo plazo, una cuestión clave ante la inminente llegada de misiones más largas hacia la Luna (Programa Artemis de la NASA) y Marte.

La importancia de estos estándares se ha hecho especialmente patente en la era actual de la exploración espacial, marcada por la entrada de actores privados. SpaceX, por ejemplo, en sus misiones Crew Dragon que transportan astronautas a la ISS y, próximamente, a la órbita lunar, sigue estrictamente estos límites para la calidad del aire y el agua a bordo. Blue Origin, en su desarrollo de hábitats espaciales y módulos para la superficie lunar, también se apoya en estas guías, adaptándolas a los requisitos de sus propios sistemas de soporte vital.

En el ámbito europeo, la compañía española PLD Space, pionera en el desarrollo de lanzadores reutilizables como el Miura 5, está sentando las bases para futuras misiones tripuladas y, por tanto, integra desde fases tempranas de diseño los estándares internacionales de calidad ambiental en cabina. Por su parte, Virgin Galactic, centrada en el turismo suborbital, también debe garantizar que la atmósfera de sus naves sea segura para tripulantes y pasajeros, aunque la duración de los vuelos sea mucho menor que en las misiones orbitales.

La gestión de contaminantes no solo se limita a compuestos de origen industrial o derivados de la propulsión. Los materiales de construcción de las propias naves (plásticos, adhesivos, pinturas) pueden liberar sustancias volátiles peligrosas en condiciones de microgravedad y atmósferas cerradas. Además, la generación de subproductos metabólicos humanos, como el dióxido de carbono y el amoníaco, requiere sistemas de filtrado y monitorización continua, supervisados bajo los SMACs.

En el caso del agua, la situación es igualmente crítica. Los sistemas de reciclaje a bordo de la ISS, basados en la recuperación de agua de condensación y orina, deben asegurar que el líquido resultante esté libre de microorganismos y sustancias químicas peligrosas, de acuerdo con los valores establecidos por los SWEGs. Este riguroso control es esencial para evitar problemas de salud a corto y largo plazo en un entorno donde la atención médica es limitada.

El futuro inmediato de la exploración espacial, con misiones cada vez más largas y habitadas por tripulaciones internacionales, dependerá en gran medida de la capacidad para mantener entornos internos seguros. La colaboración entre agencias como la NASA, la ESA, Roscosmos, y empresas privadas, junto a la constante revisión científica de los límites admitidos de contaminantes, será crucial para el éxito y la sostenibilidad de la presencia humana más allá de la Tierra.

La excelencia en los estándares de seguridad ambiental espacial, fruto de décadas de investigación y cooperación internacional, es uno de los pilares que permitirá afrontar los retos de la nueva era espacial, desde la exploración de exoplanetas hasta el establecimiento de bases permanentes en la Luna y Marte.

(Fuente: NASA)