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El satélite OCO-2 de la NASA se despide tras una década vigilando el aliento de la Tierra

El satélite OCO-2 de la NASA se despide tras una década vigilando el aliento de la Tierra

El 2 de julio de 2024 marca el final de una era científica: la NASA ha anunciado la jubilación de OCO-2, su emblemático satélite dedicado a la observación del dióxido de carbono (CO₂) en la atmósfera terrestre. Desde su lanzamiento en 2014, OCO-2 ha revolucionado nuestra comprensión sobre el ciclo del carbono, proporcionando datos de alta precisión que han transformado tanto la climatología como la política ambiental internacional.

Un satélite pionero en la vigilancia del CO₂

La misión Orbiting Carbon Observatory-2 (OCO-2) nació tras el trágico fracaso de su predecesor, OCO, cuyo cohete de lanzamiento sufrió un fallo en 2009. Cinco años más tarde, la NASA consiguió poner en órbita OCO-2, equipado con espectrómetros de última generación capaces de medir la concentración de CO₂ en la atmósfera con una precisión sin precedentes: hasta una parte por millón. Su órbita sincrónica con el Sol permitía realizar observaciones globales diarias, capturando el «pulso» del planeta a medida que las plantas absorbían y liberaban carbono.

Gracias a OCO-2, los científicos han podido rastrear las fuentes y sumideros de carbono a escala global, identificando con claridad las regiones donde las selvas y los océanos capturan más CO₂, así como los focos de emisión antropogénica. Este mapa exhaustivo ha sido crucial para los informes del IPCC y las negociaciones de los Acuerdos de París, proporcionando la base científica para la toma de decisiones climáticas.

La ciencia tras el aliento del planeta

El funcionamiento de OCO-2 se basaba en la espectroscopía infrarroja, midiendo cómo la luz solar reflejada por la Tierra era absorbida selectivamente por las moléculas de CO₂. De esta forma, el satélite obtenía lecturas precisas sobre la concentración de este gas en diferentes capas y regiones de la atmósfera. Los datos, recogidos y procesados por equipos internacionales, han servido para calibrar modelos climáticos, validar mediciones terrestres y anticipar fenómenos como El Niño y La Niña, cuyos ciclos de lluvias y sequías alteran drásticamente el balance global de carbono.

Una década de hallazgos y colaboraciones

Durante estos diez años, OCO-2 ha demostrado el papel decisivo de la tecnología espacial en la lucha contra el cambio climático. Entre sus contribuciones más destacadas figuran la detección de «superemisores» urbanos, la monitorización de incendios forestales a gran escala y la comprobación de la eficacia de los sumideros naturales tras eventos extremos. Además, la misión ha sentado las bases para colaboraciones internacionales con la ESA, JAXA y agencias nacionales como la española CSIC, fomentando el intercambio de datos abiertos y el desarrollo de futuras misiones conjuntas.

La retirada de OCO-2 no significa el fin de la vigilancia atmosférica. La NASA ya trabaja en el despliegue de sucesores como OCO-3, instalado en la Estación Espacial Internacional, y la futura misión GeoCARB, que ampliará la vigilancia a gases como el metano y el monóxido de carbono. Estos avances tecnológicos se suman a la constelación Copernicus de la ESA, el programa GOSAT japonés y los nuevos lanzadores comerciales de SpaceX y Blue Origin, que facilitan el acceso al espacio para misiones científicas y medioambientales.

El auge de la observación privada y comercial

El sector aeroespacial privado ha dado un salto cualitativo en los últimos años. SpaceX, con su programa de lanzamientos frecuentes y reutilizables, ha abaratado los costes de acceso al espacio, permitiendo el despliegue de satélites de observación de menor tamaño pero gran precisión. Blue Origin, por su parte, prepara nuevas plataformas orbitales para experimentos científicos y monitorización ambiental. Virgin Galactic continúa avanzando en turismo suborbital, pero también explora aplicaciones científicas en microgravedad, lo que podría abrir nuevas vías para el estudio de procesos atmosféricos y biogeoquímicos.

En España, la empresa PLD Space ha realizado importantes progresos con el desarrollo del cohete Miura 1, demostrando la viabilidad de lanzadores nacionales para misiones científicas y comerciales. Este auge del sector privado y la colaboración público-privada auguran una vigilancia atmosférica aún más exhaustiva y continuada en la próxima década.

Mirando hacia el futuro: exoplanetas y atmósferas alienígenas

Más allá de la Tierra, la tecnología desarrollada para OCO-2 y sucesoras está siendo adaptada para el estudio de exoplanetas. La espectroscopía infrarroja permite analizar las atmósferas de mundos lejanos en busca de biofirmas, como oxígeno y metano, abriendo la posibilidad de detectar vida fuera de nuestro Sistema Solar. Proyectos como el telescopio James Webb y futuras misiones de la NASA y la ESA están a la vanguardia de esta exploración, aplicando el legado de OCO-2 a la ciencia planetaria.

El legado de OCO-2

Con su retirada, OCO-2 deja un legado de datos, tecnología y cooperación internacional. La humanidad respira al ritmo del planeta, y gracias a la vigilancia espacial, hoy conocemos mejor cómo nuestras acciones alteran ese delicado equilibrio. El futuro de la observación terrestre pasa por misiones aún más precisas, rápidas y colaborativas, asegurando que el «aliento» de la Tierra siga siendo monitorizado para las generaciones venideras.

(Fuente: NASA)