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Ensaladas espaciales: ciudadanos y científicos colaboran para cultivar alimentos saludables para el espacio

Ensaladas espaciales: ciudadanos y científicos colaboran para cultivar alimentos saludables para el espacio

Las misiones tripuladas a la Luna y Marte plantean uno de los mayores retos para la exploración espacial: garantizar una alimentación equilibrada y sostenible para los astronautas durante largos periodos fuera de la Tierra. Con la vista puesta en estos ambiciosos destinos, tanto la NASA como otras agencias espaciales y empresas privadas están redoblando esfuerzos para encontrar soluciones innovadoras que permitan cultivar alimentos frescos y nutritivos en el espacio. En este contexto, un reciente estudio sobre alimentos cultivados fuera del planeta ha puesto de relieve la importancia de implicar a la ciudadanía en la investigación espacial, especialmente a través del análisis colaborativo de datos sobre el crecimiento de vegetales en microgravedad.

Un trabajo pionero, impulsado por los Grupos de Trabajo de Análisis del Repositorio Abierto de Ciencia de la NASA (OSDR-AWG, por sus siglas en inglés), acaba de ser publicado. En él, voluntarios de todo el mundo, junto a investigadores profesionales, han analizado datos sobre el crecimiento de diferentes variedades de lechuga y otras hortalizas cultivadas en la Estación Espacial Internacional (ISS). Esta colaboración ciudadana permite ampliar la capacidad de análisis y acelerar la obtención de resultados útiles para futuras misiones de larga duración.

El cultivo de alimentos frescos a bordo de vehículos espaciales no es una idea nueva. Desde las primeras estaciones soviéticas Salyut en los años 70, hasta las recientes pruebas realizadas por SpaceX para la NASA, los científicos han intentado superar los desafíos que plantea la microgravedad para la agricultura. La ausencia de gravedad dificulta la circulación del agua y la distribución de nutrientes en el sustrato, además de afectar a la estructura y funcionalidad de las plantas. Sin embargo, los avances en tecnología agrícola, como la iluminación LED y los sistemas hidropónicos cerrados, han permitido progresos notables en los últimos años.

La NASA lleva tiempo experimentando con el cultivo de lechuga romana, mostaza, rábanos y guisantes en la ISS. Uno de los experimentos más conocidos es Veggie, un módulo instalado en 2014 que ha permitido a los astronautas consumir ocasionalmente parte de las cosechas obtenidas en órbita. Las pruebas han demostrado que es posible cultivar plantas sanas y comestibles fuera de la Tierra, aunque siempre bajo estrictos protocolos de seguridad para evitar la contaminación por microorganismos.

El papel de la nutrición en la exploración espacial es crucial. Los alimentos procesados, aunque prácticos y con larga vida útil, pierden parte de sus nutrientes con el tiempo y la exposición a la radiación. Vitaminas esenciales como la C y la K no se conservan bien en los menús almacenados durante meses o años, lo que puede afectar negativamente a la salud de los astronautas. Por eso, cultivar vegetales frescos en el espacio se considera una prioridad tanto para la NASA como para la ESA y otras agencias internacionales.

Empresas privadas como SpaceX y Blue Origin también están explorando soluciones para la alimentación en el espacio. SpaceX, por ejemplo, ha transportado a la ISS varios experimentos relacionados con la agricultura espacial en sus cápsulas Dragon, contribuyendo a ampliar el conocimiento sobre los efectos de la microgravedad en diferentes especies vegetales. Mientras tanto, Blue Origin y Virgin Galactic, centradas en el turismo suborbital, han mostrado interés en el desarrollo de sistemas de soporte vital cerrados que, en el futuro, podrían integrar módulos agrícolas en estaciones privadas o hábitats lunares.

En España, la empresa PLD Space, conocida por su cohete Miura 1, ha manifestado su interés en el desarrollo de tecnologías relacionadas con los hábitats espaciales, incluyendo la producción de alimentos en condiciones extremas. El avance en la agricultura espacial no solo es clave para las misiones tripuladas, sino que también tiene aplicaciones en zonas terrestres con recursos limitados, como desiertos o regiones polares.

El descubrimiento de exoplanetas en la llamada «zona habitable» ha despertado el interés por adaptar nuestro conocimiento agronómico a entornos muy distintos al terrestre. Si algún día la humanidad pretende establecerse en la Luna, Marte o incluso en satélites de otros planetas, la capacidad de producir alimentos de forma autosuficiente será imprescindible.

El reciente impulso de la ciencia ciudadana en proyectos de la NASA demuestra que la colaboración global puede acelerar la resolución de problemas complejos. Los datos recabados y analizados por cientos de voluntarios no solo enriquecen la investigación, sino que también fomentan la implicación de la sociedad en los grandes desafíos de la exploración espacial.

El futuro de la alimentación en el espacio está en manos de todos: científicos, ingenieros, empresas y ciudadanos. Cultivar ensaladas frescas en órbita es solo el primer paso hacia la autosuficiencia alimentaria fuera de la Tierra, un objetivo que nos acerca cada vez más a convertirnos en una especie multiplanetaria.

(Fuente: NASA)