La NASA afina el entrenamiento lunar en Colorado: pilotos se preparan para Artemis con vuelos extremos

En la antesala de la histórica misión Artemis, que marcará el regreso de la humanidad a la Luna, la NASA ha intensificado la preparación de sus astronautas mediante ejercicios en entornos terrestres que simulan las condiciones del satélite. El pasado 26 de agosto de 2025, los astronautas Matthew Dominick y Mark Vande Hei protagonizaron uno de estos entrenamientos cruciales en las escarpadas Montañas Rocosas del norte de Colorado, donde se llevaron a cabo vuelos de certificación para el exigente curso Artemis de la agencia estadounidense.
El escenario elegido no es casual. Las montañas de Colorado presentan paisajes abruptos, cambios de altitud drásticos y efectos atmosféricos que producen ilusiones ópticas similares a las que los astronautas encontrarán en la superficie lunar. La NASA busca así que sus tripulaciones se enfrenten, en un entorno controlado, a los mismos desafíos visuales y de pilotaje que plantea el suelo selenita: falta de atmósfera, contrastes extremos de luz y sombras, y una orografía engañosa por la ausencia de referencias familiares.
Esta fase de entrenamiento representa un paso fundamental en la preparación de los equipos que formarán parte de Artemis III y las siguientes misiones. Recordemos que Artemis III será la primera vez, desde el programa Apolo en la década de 1970, que astronautas volverán a pisar la Luna, y la primera vez que lo harán mujeres y personas de color. El alunizaje está previsto para mediados de esta década, y la NASA no escatima esfuerzos para garantizar la seguridad y eficacia de su personal.
El entrenamiento en Colorado se centra en la llamada “fase terminal de aproximación y aterrizaje”, el momento más delicado de cualquier misión lunar tripulada. Los pilotos deben aprender a identificar puntos de referencia, calcular distancias y velocidades en un terreno que engaña al ojo humano por la falta de atmósfera y horizonte definido. En la Tierra, la atmósfera ayuda a distinguir la lejanía de los objetos y proporciona pistas visuales, pero en la Luna, estas referencias desaparecen, lo que puede provocar errores de percepción críticos.
Para simular estas condiciones, la NASA emplea aeronaves especialmente adaptadas, como helicópteros y aviones ligeros, que vuelan a baja altitud y velocidad sobre valles y picos rocosos. Los astronautas alternan el pilotaje manual y asistido, enfrentándose a escenarios imprevistos y realizando maniobras de emergencia. Además, se reproducen condiciones de comunicación limitada, como las que experimentarán en el entorno lunar.
El curso Artemis, recientemente certificado tras la prueba en Colorado, incorpora tecnologías de realidad aumentada y sistemas de navegación similares a los que utilizarán las cápsulas Orion y el módulo de aterrizaje lunar, desarrollado en colaboración con SpaceX. Esta empresa privada, liderada por Elon Musk, ha sido elegida por la NASA para suministrar el Human Landing System (HLS), una versión modificada de su nave Starship, que servirá como vehículo de descenso y ascenso desde la órbita lunar.
La colaboración entre la NASA y empresas privadas es una de las señas de identidad de la era Artemis. Además de SpaceX, compañías como Blue Origin, de Jeff Bezos, y Dynetics han presentado propuestas para futuros módulos lunares, mientras que Virgin Galactic explora el turismo espacial suborbital. En Europa, la española PLD Space ha logrado hitos recientes con el lanzamiento de su cohete MIURA 1, posicionándose como actor emergente en el sector espacial comercial.
El entrenamiento en las Montañas Rocosas no solo prepara a los astronautas para la Luna, sino que también sienta las bases para futuras misiones a Marte y más allá. La experiencia adquirida en estos vuelos extremos, la adaptación a tecnologías avanzadas y la colaboración público-privada son claves para afrontar los retos de la exploración espacial del siglo XXI.
En paralelo, la NASA y sus socios internacionales continúan avanzando en el estudio de exoplanetas y la búsqueda de vida fuera del Sistema Solar. El telescopio espacial James Webb, junto con observatorios terrestres como el Extremely Large Telescope (ELT) en Chile, están arrojando datos sin precedentes sobre atmósferas planetarias y posibles biomarcadores.
El esfuerzo conjunto de agencias públicas y empresas privadas, la innovación tecnológica y el entrenamiento riguroso de los astronautas configuran un nuevo paradigma en la conquista del espacio. El reciente ejercicio de certificación en Colorado es un ejemplo tangible de cómo la NASA se prepara para afrontar, con garantías, los desafíos del próximo gran salto de la humanidad.
(Fuente: NASA)

 
							 
							