La NASA prueba un innovador paracaídas supersónico para futuras misiones de exploración

El Centro de Investigación de Vuelo Armstrong de la NASA, situado en Edwards, California, ha sido recientemente escenario de una prueba crucial en el desarrollo de paracaídas supersónicos, tecnología indispensable para la próxima generación de misiones espaciales destinadas a la exploración planetaria y el envío seguro de cargas útiles e instrumentos científicos. El experimento, denominado Enhancing Parachutes by Instrumenting the Canopy (EPIC), representa un salto cualitativo en la instrumentación y fiabilidad de los sistemas de aterrizaje, uno de los retos técnicos más complejos para la exploración robótica y tripulada del espacio.
La prueba, realizada el 4 de junio de 2025, consistió en el despliegue de un paracaídas instrumentado tras su lanzamiento aéreo desde un dron Alta X, una plataforma aérea no tripulada que permite simular condiciones extremas de velocidad y altitud sin poner en riesgo vidas humanas ni costosos prototipos espaciales. Este tipo de ensayos posibilita a los ingenieros de la NASA recabar datos en tiempo real sobre el comportamiento del paracaídas cuando se enfrenta a regímenes de velocidad supersónica, información clave para perfeccionar futuros diseños.
La importancia de los paracaídas supersónicos radica en su capacidad para frenar naves espaciales que ingresan a la atmósfera de planetas como Marte, donde la densidad atmosférica es mucho menor que en la Tierra y las velocidades de descenso son extremadamente altas. El éxito de misiones como Mars Science Laboratory (Curiosity, 2012) y Mars 2020 (Perseverance, 2021) ha dependido en buena medida de avanzados sistemas de frenado aerodinámico y paracaídas capaces de soportar cargas colosales y desplegarse en fracciones de segundo. Sin embargo, la incertidumbre inherente a estos dispositivos sigue siendo uno de los factores de riesgo más elevados en la exploración planetaria.
El programa EPIC se distingue por dotar a la propia campana del paracaídas de sensores miniaturizados que permiten monitorizar parámetros como la presión, la temperatura, la tensión de las fibras y la distribución de fuerzas durante el inflado y la fase de frenado. Esta instrumentación avanzada proporciona a los ingenieros una visión sin precedentes de los eventos dinámicos que pueden llevar a fallos estructurales, desgarros o malfuncionamientos, permitiendo ajustar los modelos informáticos y optimizar el diseño y los materiales empleados.
El desarrollo de paracaídas más seguros y fiables es una prioridad no solo para la NASA, sino también para la industria espacial privada y agencias internacionales. SpaceX, por ejemplo, ha enfrentado desafíos similares en la recuperación de cápsulas Crew Dragon, que deben regresar de la órbita terrestre con astronautas a bordo y aterrizar en el océano Atlántico de forma controlada. La fiabilidad de los paracaídas es vital para garantizar la seguridad de la tripulación y la integridad de la nave, lo que ha llevado a múltiples rediseños y campañas de pruebas, algunas de ellas públicas y otras confidenciales.
Por su parte, empresas como Blue Origin y Virgin Galactic, centradas en el turismo suborbital y los vuelos reutilizables, también dependen de sistemas de descenso asistido por paracaídas para recuperar etapas de cohetes o cápsulas tripuladas. Cada nuevo avance en materiales, geometría y control de despliegue supone una mejora en la seguridad y la frecuencia de lanzamientos, aspectos clave para la viabilidad comercial de estos proyectos.
En Europa, la española PLD Space ha incorporado innovaciones similares en el desarrollo de su lanzador suborbital Miura 1, cuyos vuelos de prueba han incluido la recuperación mediante paracaídas de la primera etapa, una tecnología esencial para la reutilización y reducción de costes en el sector espacial emergente.
Históricamente, el diseño de paracaídas ha evolucionado desde los primeros modelos empleados en la era Apolo, que ya incorporaban elementos de redundancia para misiones tripuladas a la Luna, hasta las modernas soluciones computarizadas y fabricadas con materiales ultrarresistentes como el Kevlar y el nylon de alta tenacidad. La instrumentación directa de la campana, como propone el programa EPIC, añade una capa adicional de control y análisis, abriendo la puerta a paracaídas inteligentes capaces de adaptarse en tiempo real a las condiciones del descenso.
El éxito de la reciente prueba en el Armstrong Flight Research Center supone un paso significativo hacia el objetivo de hacer más seguras y predecibles las misiones de entrada, descenso y aterrizaje tanto en la Tierra como en otros mundos. Los datos extraídos servirán no solo para las futuras misiones de la NASA, sino también para el conjunto de la industria espacial global, que avanza hacia operaciones más frecuentes y ambiciosas.
El desarrollo de tecnologías como las impulsadas por el proyecto EPIC refleja el compromiso de la NASA y sus socios internacionales y comerciales con la innovación y la seguridad en la exploración espacial, preparando el terreno para el envío de instrumentos científicos, robots y, en un futuro, astronautas a destinos cada vez más lejanos y desafiantes.
(Fuente: NASA)
