Space39a

Noticias del espacio

Space39a

Noticias del espacio

Nasa

La nieve estacional, clave para el agua y la energía global, bajo la lupa de la ciencia espacial

La nieve estacional, clave para el agua y la energía global, bajo la lupa de la ciencia espacial

La nieve estacional, presente en vastas regiones del planeta durante el invierno, es mucho más que un bello paisaje blanco: constituye un elemento esencial para el ciclo global del agua y la energía. Cada año, miles de millones de personas dependen de la nieve y, especialmente, del deshielo primaveral para abastecerse de agua potable, generar energía hidroeléctrica, regar cultivos y sostener innumerables actividades económicas y sociales. Sin embargo, el monitoreo preciso de la cantidad de agua almacenada en forma de nieve —conocida como equivalente de agua de nieve (SWE, por sus siglas en inglés)— sigue siendo un reto tecnológico y científico de proporciones globales.

El SWE representa la cantidad de agua líquida que contendría la nieve si se derritiera completamente. Este parámetro es esencial para prever el caudal de ríos, gestionar embalses, planificar cultivos y, sobre todo, anticipar fenómenos potencialmente devastadores como inundaciones por deshielo y avalanchas. Sin embargo, medir el SWE a escala regional o global es extremadamente complejo debido a la variabilidad espacial y temporal de la nieve, así como a las dificultades inherentes a su acceso y a la diversidad de los paisajes cubiertos.

En las últimas décadas, la ciencia aeroespacial ha dado pasos de gigante en este campo. Desde los años 70, la NASA ha sido pionera en el uso de satélites para la observación terrestre y la monitorización de la criosfera —la porción de la Tierra donde el agua se encuentra en estado sólido—. Instrumentos como el Moderate Resolution Imaging Spectroradiometer (MODIS) y el Visible Infrared Imaging Radiometer Suite (VIIRS) a bordo de satélites de observación han permitido cartografiar la extensión de la nieve a escala global casi en tiempo real, aunque con ciertas limitaciones para estimar el grosor y, por ende, el SWE.

La Agencia Espacial Europea (ESA) tampoco se ha quedado atrás. Misiones como CryoSat-2 y Sentinel-1 han empleado radares de apertura sintética y altímetros para medir el espesor de la nieve y el hielo, especialmente en regiones polares. Sin embargo, la estimación directa del SWE en zonas montañosas y boscosas, donde la mayor parte de la nieve que alimenta los ríos se acumula, sigue siendo un desafío.

Ante estas dificultades, la NASA lanzará en 2024 la misión Earth System Observatory, que incluirá instrumentos de última generación capaces de mejorar la estimación del SWE. Esta misión se apoyará en tecnologías de microondas pasivas y activas que permiten «ver» a través de la nieve, incluso bajo cubierta forestal, para proporcionar datos mucho más precisos. Su objetivo es suministrar información crítica tanto a científicos como a gestores de recursos hídricos, agricultores y autoridades encargadas de la gestión de emergencias.

Empresas privadas como SpaceX y Blue Origin, aunque más centradas en el transporte espacial y la exploración interplanetaria, también desempeñan un papel indirecto al abaratar y facilitar el acceso al espacio para satélites de observación terrestre. Los lanzadores Falcon 9 y Falcon Heavy de SpaceX, así como el New Glenn de Blue Origin, se han convertido en opciones recurrentes para agencias internacionales y empresas que desarrollan satélites dedicados al monitoreo climático. De hecho, la reducción de costes y la mayor frecuencia de lanzamientos permiten poner en órbita constelaciones de satélites pequeños que, trabajando en conjunto, proporcionan datos de alta resolución temporal y espacial sobre la nieve y otros parámetros ambientales.

En España, la empresa PLD Space, con su cohete Miura 1, ha dado pasos importantes en el desarrollo de tecnología de lanzamiento reutilizable, abriendo puertas a futuras misiones de observación terrestre desde suelo europeo. Aunque su foco actual está en el acceso suborbital, se espera que en los próximos años su contribución permita el despliegue de satélites propios o europeos dedicados a la monitorización ambiental.

El interés por la nieve y su papel en el ciclo hidrológico no se limita a la Tierra. La NASA y otras agencias estudian también la criosfera de otros cuerpos celestes, como Marte y las lunas heladas de Júpiter y Saturno, en busca de agua y para comprender los procesos climáticos fuera del planeta.

En definitiva, la nieve estacional es un recurso estratégico cuya vigilancia resulta imprescindible en un contexto de cambio climático y aumento de la demanda hídrica. La colaboración entre agencias espaciales públicas y empresas privadas, junto con el avance en instrumentación orbital, permitirá en los próximos años disponer de herramientas más precisas para anticipar riesgos, optimizar la gestión del agua y proteger a las comunidades que dependen del deshielo, consolidando así el papel de la ciencia aeroespacial en la seguridad y el bienestar global.

(Fuente: NASA)