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Los muros ancestrales de Benín: la mayor obra de ingeniería de tierra antes de la era moderna

Los muros ancestrales de Benín: la mayor obra de ingeniería de tierra antes de la era moderna

En el corazón del sur de Nigeria, ocultos en gran parte bajo el manto de la vegetación y la vida moderna, se encuentran los vestigios de una de las mayores hazañas de la ingeniería antigua: los muros, fosos y murallas de la ciudad histórica de Benín. Estas estructuras, conocidas colectivamente como las Murallas de Benín, constituyen el sistema de defensa de tierra más extenso jamás construido antes de la llegada de la maquinaria moderna, superando en longitud incluso a algunas de las maravillas más conocidas del mundo antiguo.

Construidas entre los siglos XIII y XV por el pueblo Edo, estas murallas servían como fortificación para el Reino de Benín, uno de los estados más poderosos y sofisticados del África precolonial. A diferencia de las grandes murallas de piedra de Europa o Asia, las murallas de Benín fueron erigidas con millones de metros cúbicos de tierra compactada, extraída de profundas zanjas que aún serpentean por la ciudad y sus alrededores, formando una intrincada red de defensa y control territorial.

Las dimensiones de estas murallas impresionan por su escala: se estima que, en su apogeo, las murallas y fosos de Benín alcanzaron una longitud total de más de 16 000 kilómetros, envolviendo no solo la ciudad principal, sino también cientos de aldeas satélite. Los muros llegaban a medir hasta 6 metros de altura y los fosos, excavados a mano, podían alcanzar profundidades similares. En conjunto, estas estructuras representaron una de las mayores obras de movimiento de tierras realizadas por el ser humano antes de la revolución industrial.

La razón de ser de estas colosales defensas no era únicamente militar. Además de proteger la ciudad ante posibles invasiones, los muros y zanjas servían como herramientas de control social y económico. Las puertas distribuidas estratégicamente permitían regular el acceso y el comercio, mientras que el complejo diseño de las fortificaciones dificultaba la navegación a los forasteros e invasores. Según los registros históricos y las crónicas de exploradores europeos que visitaron el reino en los siglos XV y XVI, la ciudad de Benín era famosa por su orden urbanístico, sus amplias avenidas y la sofisticación de sus sistemas de gobierno.

Sin embargo, el impresionante legado de las murallas de Benín se vio abruptamente interrumpido en 1897, cuando una expedición británica arrasó la ciudad y saqueó sus riquezas artísticas, incluyendo los célebres bronces de Benín. Muchas de las murallas fueron destruidas o quedaron abandonadas con el tiempo, y la rápida expansión urbana ha sepultado grandes tramos bajo las construcciones modernas. A pesar de ello, arqueólogos y expertos en patrimonio continúan descubriendo nuevas secciones de las murallas y fosos, subrayando su importancia como testimonio de la capacidad organizativa y tecnológica de las civilizaciones africanas del pasado.

Aunque hoy en día las murallas de Benín no sean tan conocidas internacionalmente como otras estructuras monumentales de la antigüedad, su magnitud y sofisticación las sitúan entre los mayores logros de la ingeniería humana. Son un recordatorio de que la historia de la civilización no se limita a Egipto, Roma o China, sino que África también fue cuna de sociedades complejas y avanzadas, capaces de realizar obras que aún desafían nuestra imaginación.

En el contexto de la exploración espacial y la ingeniería moderna, donde empresas como SpaceX, Blue Origin o la NASA se preparan para las futuras colonias humanas en la Luna y Marte, resulta fascinante recordar que, siglos atrás, civilizaciones sin acceso a la maquinaria pesada ya eran capaces de organizar proyectos de una escala comparable. La planificación, la logística y la colaboración social que hicieron posibles las murallas de Benín son un testimonio de la inventiva y el espíritu colectivo de la humanidad, cualidades que hoy siguen siendo imprescindibles tanto en la Tierra como más allá de nuestro planeta.

Mientras las misiones espaciales actuales buscan nuevos horizontes en el cosmos, no debemos olvidar el ingenio que nuestros antepasados demostraron aquí, en nuestro propio mundo, dejando huellas tan profundas como los fosos de Benín, que siguen inspirando a generaciones futuras.

(Fuente: NASA)