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Magallanes, la sonda que desveló los secretos tectónicos de Venus tres décadas después

Magallanes, la sonda que desveló los secretos tectónicos de Venus tres décadas después

Más de treinta años después de que la atmósfera infernal de Venus pusiera fin a su misión, la nave espacial Magallanes de la NASA sigue arrojando luz sobre los procesos internos del planeta vecino. Un reciente estudio, basado en datos recopilados por la sonda entre 1990 y 1994, ha permitido a los científicos identificar sorprendentes similitudes y diferencias entre la tectónica venusina y la terrestre, lo que podría cambiar nuestra comprensión sobre la evolución de los planetas rocosos.

Cuando Magallanes llegó a Venus a finales de los años 80, su objetivo era claro: cartografiar la superficie del planeta cubierto de nubes usando su potente radar de apertura sintética. Durante los cuatro años que orbitó Venus, la nave envió a la Tierra imágenes detalladas de aproximadamente el 98% de la superficie venusina, desvelando por primera vez las características geológicas de un mundo cuya densa atmósfera impide la observación directa en luz visible.

Los nuevos análisis, realizados a partir de estos datos históricos, han permitido a un equipo internacional de geólogos identificar patrones de deformación superficial en extensas regiones del planeta. Hasta ahora, los científicos debatían si Venus, a diferencia de la Tierra, carecía de tectónica de placas convencional, el proceso que en nuestro planeta genera terremotos, forma cordilleras y recicla la corteza durante millones de años. Sin embargo, la información de Magallanes apunta a que Venus experimenta un tipo de tectónica fragmentada, en la que grandes bloques de la litosfera se desplazan, giran y deforman unos respecto a otros, aunque sin llegar a formar placas móviles al estilo terrestre.

La investigación se centra en estructuras denominadas “terrenos campiña” (camp terrain), que cubren vastas áreas del hemisferio sur venusino. Estas regiones muestran bloques de corteza, de entre decenas y cientos de kilómetros, separados por cinturones de fallas y fracturas. El análisis detallado de sus formas y disposiciones sugiere que estos bloques han experimentado movimientos relativos, rotaciones y compresiones, resultado de fuerzas internas similares a las que actúan bajo las placas de la Tierra. No obstante, la ausencia de agua líquida y la elevada temperatura superficial de Venus —que alcanza los 470 ºC— hacen que el comportamiento de su corteza sea diferente al terrestre.

El equipo investigador utilizó modelos informáticos para simular los procesos responsables de estas deformaciones. Concluyeron que el calor interno del planeta, que no puede escapar fácilmente debido a la falta de placas tectónicas activas, se acumula bajo la corteza y provoca el abombamiento, fracturación y desplazamiento de bloques. Este hallazgo refuerza la hipótesis de que Venus sigue siendo geológicamente activo, aunque su actividad sea distinta a la que se observa en la Tierra.

Históricamente, la misión Magallanes representó un hito en la exploración planetaria. Lanzada en 1989 a bordo de un transbordador espacial, la sonda fue pionera en el uso de radar orbital para penetrar las densas nubes de Venus. Sus datos no solo revolucionaron el conocimiento sobre la geología venusina, sino que siguen siendo una fuente esencial para las investigaciones actuales. Tras agotar su combustible en 1994, Magallanes fue dirigida a una reentrada controlada en la atmósfera, donde se desintegró, pero su legado científico permanece más vivo que nunca.

El renovado interés por Venus ha llevado a la NASA y a la Agencia Espacial Europea a planificar nuevas misiones para la próxima década, como VERITAS y EnVision, que buscarán esclarecer aún más la historia geológica y tectónica del planeta. Mientras tanto, los datos de Magallanes continúan proporcionando pistas fundamentales para desentrañar los misterios de la «hermana infernal» de la Tierra y comprender mejor la evolución de los mundos rocosos en el Sistema Solar.

La herencia de Magallanes demuestra que, incluso décadas después de su desaparición, el ingenio tecnológico y la perseverancia científica pueden seguir abriendo ventanas al pasado y futuro de los planetas vecinos.

(Fuente: NASASpaceflight)